1. Un canto fúnebre.

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Otro maldito día en mi vida. Como todos los días he despertado escuchando los gritos del reloj que marca las 5:30am. Somnolienta y torpe me levanto de la cama miro en el espejo de mi habitación a una desconocida.

Es extraño se parece a mi, pero no siento que sea yo. Misma piel pálida, mismos ojos verdes y grandes, mismo cabello rizado y castaño. Pero no soy yo.

Paso de largo y me doy una ducha refregando cada parte de mi cuerpo como si quisiera volverlo polvo. De vuelta en la habitación me deslizo en el uniforme del instituto y con un suéter negro cubro mis brazos adornados de lineas color escarlata que yo misma me he ido provocando.

Abajo mi madre me espera tan aturdida como siempre, es obvio que ella y papá volvieron a pelear, mi pequeño hermanito aún duerme y no hay rastro alguno de mi padre. Arreglo mi mochila, no lleva más que una libreta a nombre de las escuela lo demás esta lleno de novelas fantásticas, libretitas llenas de dibujos y escritos y lo mas importante de todo mi existir una caja de música.

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Lejos de casa en el instituto apenas y presto atención a las clases anoto un par de cosas que dice el profesor y después me recuesto en mi lugar haciendo garabatos sobre una hoja de papel, los cuales se convierten en flores, árboles y a veces animales.

En mi rostro se dibuja una sonrisa al ver sobre la hoja un dibujo de un huevo del que sale un dragón regordete pero muy feliz.

-Señorita Birge ¿Esta prestando atención?- Grita el profesor para que toda la horda de alumnos voltee a mi lugar esperando mi respuesta.

-Sinceramente- Contesto con desdén- No... su clase me resulta bastante aburrida y le ruego que por favor no me interrumpa mientras hago algo más interesante-

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-Maldita sea... solo un pequeño ataque de sinceridad y me suspenden una semana- Me decía a mi misma mientras pateaba las rocas camino a casa.

-Bien pudiste cerrar la boca querida- Me reprochaba a mi misma- Tu Calmate... si alguien nos ve me dirán loca por hablar conmigo misma-

A veces mi comportamiento era tan inusual que me hartaba yo misma así que di la conversación por terminada y entre en el bosque.

-No se como les diré a mis padres... seguramente van a matarme- Decía mientras me sentaba al pie de un árbol y abría mi mochila. -Pero ¿Porqué decirles? Bien podría pasar una semana a solas... aquí nadie me encontraría supondrían que estoy en la escuela-.

Sonreía ampliamente mientras daba cuerda a la caja de música que llevaba hoy y escuchaba la dulce y sombría melodía que brindaba.

Pasaron unos minutos y el sol estaba ocultándose. "Debí quedarme dormida". Pensé levantandome pesadamente del suelo recogiendo mis pertenencias. "Tengo que salir de aquí...".

Me hubiese gustado decir que ese ultimo pensamiento fue solo por llegar a casa sin que mis padres me regañaran pero eso me venía dando lo mismo. El terror me invadía pues en ese bosque se decía que había entidades malignas y poderes obscuros que en la noche emergían del lugar.

Empecé a caminar hacia donde se supone debería estar la salida pero lo único que podía ver eran árboles.

-Árboles, plantas y arbustos ¿Querrian decirme donde esta la salida?- Pregunte con la voz más adorable que pude poner me reí al notar que parecía una niña de cinco años hablándole a las plantas.

Luego de al menos una hora de caminar encontré la salida sin percances; no me tope con ningún demonio, ningún asesino ni ninguna otra cosa que se pudiese parecer.

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En casa no había nadie. Solo una nota pegada en la puerta que se dirigía a mi.

Sunshine Birge:
Linda canción escuchaba en el bosque.
Una niñita perdida en la noche.
Pobre chica quiere regresar.
Pero es mio este lugar.

Arranque la nota de la puerta y con las manos temblando la leí una y otra vez. Voltee la cabeza en dirección a ese lugar maldito y por primera vez sentía como me observaban.

Little DollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora