3. Aquella que murió muy jóven.

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Me vestí con el uniforme y me quede parada en medio de la habitación con un miedo sepulcral recorriendo todo mi cuerpo. Cada que intentaba dar un paso mis piernas no respondían y lo único que causaba eran espasmos en mis muslos.

Bajé las escaleras con trabajo y ni siquiera me despedí de mi madre solo salí en dirección al bosque. Al tenerlo en frente me sentí impotente y temerosa. Tenía terror de entrar y solo me quede mirándolo por varios minutos.

Decidí rodearlo aunque me costara el doble de tiempo llegar a la escuela no quería poner un solo pie en aquel lugar. Llegue al instituto pasada media hora del tiempo permitido para entrar, definitivamente un día perdido.

Empecé a caminar y vi en la parte trasera del edificio a lo lejos un par de cabañas abandonadas.

-Bueno... es mejor que ir a ese bosque endemoniado- Dije para mi misma caminando con tranquilidad hacia el lugar.

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Llegue luego de unos diez minutos y recorrí con la mirada todo el lugar. Estaba bastante deteriorado las plantas crecían entre las paredes reclamando el terreno que alguna vez les perteneció.

-Que lugar tan deprimente- Camine al rededor de la cabaña y noté que una de las puertas estaba entreabierta- ¿Crees qué se pueda entrar? No, eso es imprudente y podría ser peligroso-.

Me acerque a la puerta y la empuje con la yema de los dedos provocando un fuerte rechinido.

-Al fin que nunca te hago caso.- Dije deslizandome con cuidado al interior de aquel lugar. Sobre el polvo y las hierbas al menos seis perros que tenían un aspecto horrible dormían plácidamente.

Con cuidado de no despertarlos por miedo a que fueran a atacarme me di vuelta y salí por donde había venido. Pero al pasar mi pie cerca del otro tropeze y caí al suelo pateando la puerta que azoto en la pared y para colmo despertó a los perros.

Los ojos de los canes brillaban en ira y uno tras otro se levantaron gruñendo y acercándose a mi de forma amenazadora. Me levante y eche a correr olvidándome de mi mochila y todo su preciado contenido.

Quise regresar a recuperarla pero ya casi tenia a los animales sobre mi. Así que seguí corriendo sin ningún plan o rumbo fijo hasta que llegue a la entrada opuesta a mi hogar del bosque.

No lo dude ni un segundo y entre, bien que mal había pasado mis dieciséis años de vida recorriendo el lugar y lo conocía perfectamente. Corrí lo más rápido que pude pero mis pies volvieron a tropezar esta vez haciendo que una piedra me hiciera un profundo corte en el muslo.

Ahogue un grito del dolor y pesadamente me levante con mi pierna sangrante. Di uno... dos... tres pasos y me desplome en el suelo. A lo lejos escuche a la jauría acercarse a mi encuentro.

-Estoy pérdida- Dije cerrando los ojos y recargandome en un árbol esperando a que aquellos animales me dieran fin.

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Uno por uno los canes entraron y me rodearon como si estuviesen acechando a un animal. Cerré los ojos lista para que me atacasen con sus fauces y colmillos cuando escuche un fuerte sonido seguido por el alarido de un perro.

Abrí los ojos de golpe y el animal yacía muerto en una charca de su propia sangre. Los demás, aterrados, voltearon su cabeza para ver al asesino de su compañero y hecharon a correr dejandome sola.

Me sentía muy débil, mi pierna no había dejado de sangrar y por alguna razón todos los cortes y cicatrices de mis brazos se abrieron dejando salir sangre en grandes cantidades. Con un dolor inimaginable con cada movimiento que daba me sentía más débil así que al final me rendí y con mi visión apagada pude distinguir una silueta.

Luego de ver el cuerpo inerte del perro y amarrarle algo al cuello aquel extraño se acerco a mi, no podía distinguir su rostro solo pude advertir un arma que descansaba sobre su cadera.

Mientras se acercaba mis ojos se cerraba, lo ultimo que recuerdo es la caricia de su mano en mi mejilla.

Little DollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora