uno

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[V]

El ruido fuerte de un par de golpes contra los barrotes me sacan del maquineo en mi cabeza, haciendo que saque la vista de las manchas de humedad con formas extrañas del techo.

"Afuera, Oliva."

Asiento sin decir nada, me siento en el colchón y junto las pertenencias que llevo conmigo desde los últimos años.

"Psst, Valen..." Alejandro, mi compañero de hace un tiempo, salta de su cama para agarrar mi brazo y pararse frente a mí. "Mucha suerte. Espero no tener que verte nunca más por estos lados." Bromea, aunque no tanto.

No me gustan las despedidas, pero sin embargo siento muy necesario estrecharlo entre mis brazos y desearle suerte a él también en lo que le queda acá adentro. Es buen pibe, y también fue un buen amigo.

El guardia que me había llamado antes vuelve a hacerlo, impaciente. Apreto el hombro de Alejandro y rasco su cabeza igual de rapada que la mía, y antes de salir de lo que fue básicamente mi casa los últimos seis años, le echo una mirada de nostalgia porque la verdad no sé si es mejor estar aca antes que afuera.

La reja se abre cuando me acerco con mis cosas abajo del brazo, y el ruido llama la atención de las celdas de alrededor. Gutiérrez agarra mi bolso y me hace una seña para que le acerque las manos, y cubre mis muñecas con esas esposas tan familiares que ya ni siquiera molestan. Todos asoman la cabeza para ver quién se va, y la gran mayoría se sorprenden de ver que soy yo quien está caminando a la reja de salida. Algunos me chiflan y aplauden, otros me desean suerte con una sonrisa, otros se llenan de bronca porque todavía tienen que seguir viviendo en esta miseria de mala muerte.

"Sentate y esperá a que te llamen." Dice Gutiérrez una vez que estamos en un pasillo donde hay tres hombres más adelante mío.

Dos guardias cubren los extremos del escritorio enrejado donde un pibe firma un papel. Cruza un par de palabras con el oficial del otro lado de la reja, deja la lapicera a un lado, y finalmente es escoltado afuera por dos guardias para quedar en su total libertad.

Estoy nervioso, el proceso es demasiado lento y siento que me tortura. Puedo escuchar el barullo del patio, el barullo de las celdas, y me pone nervioso saber que ya no soy parte.

Seis años. Seis años sin ver otra cosa que no sean las paredes exageradamente altas y grises del edificio.

"Oliva, Pablo Valentín."

Pablo. Arrancarme ese nombre de mierda es lo primero que pienso hacer apenas pueda.

Me levanto aturdido de no saber en qué momento pasaron los tres hombres de adelante mío, ni en qué momento llegaron los últimos dos de atrás. El oficial Gutiérrez se acerca a mí y mete la llave en las últimas esposas que voy a usar en toda mi vida, me da una palmada en el hombro y me indica con la cabeza que me acerque a la reja para confirmar mis datos y firmar los papeles.

Son muchos, así que los leo por arriba porque no me interesa nada de lo que dice, excepto por uno. Me quedo con los ojos puestos por unos minutos en el texto que describe mi causa, y de nuevo estoy reviviendo el momento en mi cabeza. Pablo. Pablo. Pablo. Pablo. Pablo. Aparece en todos los papeles, pero en ese se repite más que en los demás. Niego con la cabeza intentando alejar todo eso de mis pensamientos, y me dedico a firmar y rellenar lo que falta.

Una vez que termino, le entrego la lapicera al oficial, me da mi documentación y le avisa a Gutiérrez que ya estoy listo. Él se acerca con mi bolso y me lo extiende para que lo agarre, procediendo a empujar mi hombro con delicadeza para sacarme afuera de la oficina.

Panem • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora