[...]
"¿Nombre y apellido?"
"Valentín Oliva."
El guardia ojea algunas cosas en el cuaderno de su mesa y vuelve a levantar la vista al ojiazul.
"¿María Clara Martínez?"
"Sí."
"Bloque cinco. Tenés tiempo hasta las cuatro."
Valentín asiente colocando los brazos detrás de la cabeza para que lo revisen y trata de disimular el leve temblor de nervios que le recorre el cuerpo.
Su cabeza vuela por otros lados, en lo mismo que lo desvela todas las noches desde hace poco más de un mes. La distracción no lo deja escuchar lo que el oficial le dice, él simplemente asiente como si prestara atención.
Con la ansiedad hasta los dientes, se adentra en el pasillo que se hace eterno a pasos muy lentos. Prefiere ignorar los ruidos de las intimidades de otros reclusos del otro lado de las cortinas, se concentra en que el pulso no se le baje y no caiga desmayado antes de llegar a lo que tanto viene deseando desde que se enteró.
Se detiene justo en frente de su destino, descubre entonces que las manos le tiritan como si tuviese frío, y las piernas le flaquean igual que la gelatina. Mas a pesar de ese nerviosismo y esa ansiedad que quieren hacer explotar su cuerpo, no quiere dejar pasar más tiempo del que ya pasó. Así que respira profundo, deja salir el aire, se seca las palmas sudadas en su pantalón y, finalmente, abre la cortina negra de un tirón.
El alma se le va del cuerpo, el corazón se le acelera, el mundo se detiene.
Clara alza la mirada a la del ojiazul, que tiene la barba un poco más larga y el pelo pintado de rojo. Los dos se quedan paralizados, mirando los ojos del otro después de algunos largos meses.
La había visto desvanecerse en sus brazos, se había llenado de su sangre intentando salvar su vida y creyó que no lo había logrado en cuanto escuchó su último aliento salir de sus labios antes de verla dejar de respirar. Lloró, gritó, se desgarró la garganta, quiso arrancarse el corazón, quiso perder la vida, deseó haber muerto en su lugar. Sin embargo, ahí está la mujer que ama, sentada en esa cama de visitas, viva, como si ninguna bala nunca hubiese entrado en la boca de su estómago causando que su cuerpo se desangre hasta dejarla inconsciente.
Y con una sincronía solo de ambos, caminan hasta el otro para unir sus cuerpos fuertemente. Sollozan en sus hombros, se abrazan como nunca lo habían hecho. Él la abraza con tanta vehemencia que hace que sus pies no puedan tocar el suelo y llora escondiendo la nariz en su cuello, llora por volver a poder olfatear ese perfume después de tanto tiempo, y de tener la posibilidad de olfatearlo durante mucho tiempo más porque la única mujer a la que ama está viva, y está junto a él ahora.
Siente que toca el cielo en el momento en el que Clara se aparta unos centímetros y vuelve a unirse a él atrapando sus labios. Sacia su abstinencia queriendo desgastarse con la suavidad que los labios de la muchacha siempre tuvieron. Las lágrimas le caen mientras la besa él también, el terror que había sentido de llegar a olvidar la sensación de sus labios juntos lo había torturado durante mucho tiempo.
No quiere hacerlo, pero se separa de ella y apoya las frentes de ambos acariciándole el pelo que está ahora un poco más corto. Le limpia las lágrimas y le besa las mejillas, la nariz, los ojos, la frente, la cabeza, los labios, el cuello, los hombros, y vuelve a abrazarla contra su cuerpo queriendo sentir que no está soñando.
"¿Cómo estás?" Susurra en su pelo con la voz entrecortada.
"Bien, todavía me mandan a hacer rehabilitación, pero bien." Su voz. Casi se le salta el corazón al escucharla de nuevo después de tanto tiempo. "¿Vos?, ¿Estás bien?, ¿No te lastimaron acá?"
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Panem • 𝒘𝒐𝒔
Fanfiction"De repente él va tras ella, como toro al matadero, como un tonto que va a ser castigado en el cepo, hasta que una flecha le atraviesa el hígado.Tal como el pájaro que se precipita en la trampa, él no tiene ni idea de que esto le costará la vida."...