veintitrés

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[...]

Mientras Clara charla con Constanza en la cocina del convento, Valentín se encuentra inquieto en el sillón de la casa.

Espera a que el horario de visitas en el hospital se acerque, pero no puede mantener la cabeza puesta en otra cosa que no sea su novia y el revoltijo que tiene en la boca del estómago.

Por alguna razón, recuerda el revólver que le había quitado a aquel ladrón que había increpado a Clara una vez, así que se levanta del sillón y busca por toda la casa intentando acordarse de dónde la escondió. La cabeza le late repetidas veces, lo martilla casi dejándolo sordo.

Estoy loco. Piensa. Me estoy volviendo loco.

Suspira y se rasca la cara con fastidio al sentirse tonto. Los malos augurios del pasado lo hacen preocuparse de más, solo está demasiado paranoico por encontrarse solo por primera vez en algunas semanas.

Se deja caer sobre su cama y mira al techo queriendo blanquear su cabeza, agacha la vista un poco y puede ver la camisola de su novia perfectamente doblada en una esquina del colchón. Estira el brazo y se acerca la prenda a la nariz, el aroma suave y dulce de la tela se le impregna a las fosas nasales causando que todos los músculos del cuerpo se le relajen. Cuánto la extraña, aunque la había visto en la mañana y la vería más tarde, su ausencia podía sentirse con el horrible silencio que llenaba el hogar.

Quiere tenerla al lado suyo y abrazarla, comentarle que su mente lo está torturando, que solo quiere quedarse acostado en la cama acariciándole la espalda a la vez que la escucha contar alguna historia sobre su hija o de su vida en el convento.

"Qué tarado me tenés." Le dice al aire mientras acaricia la prenda de dormir de la muchacha.

Niega al darse cuenta de que está hablando solo, se levanta de la cama y vuelve a doblar la camisola para dejarla en el mismo lugar que la encontró. Piensa que quizás le hace falta salir un poco, tener una vida social más allá de Clara y los hombres que conoce del trabajo. Tal vez debería buscarse algunos amigos con los que pueda tomar algunas cervezas y conversar, incluso aunque le cueste sociabilizar, necesita algún rumbo nuevo en su vida.

Mira su celular, sonríe al ver la notificación de un mensaje en la pantalla.

Clara 15:26

Hola, qué estás haciendo?
Te extraño
Y Constanza te saluda

Valentín 15:27

Extrañándote
No sirvo para hacer otra cosa

Clara muestra toda su dentadura en una sonrisa cuando lee la pantalla de su teléfono.

"Ni te voy a preguntar porque ya sé con quién hablás." Se burla Constanza llevándose la bombilla del mate a los labios.

"Tampoco es como si tuviese tanta gente con la que hablar." Responde la muchacha con esa sonrisa imborrable.

"Me alegra verte tan contenta, Clarita."

"La verdad es que sí me siento muy bien..." Asegura acomodándose el pelo. En su mente, la imágen del ojiazul pasándole los dedos por el cuero cabelludo le hace picar el estómago. "Amo a Valentín con todo lo que tengo adentro mío, y que él también me ame me hace muy felíz. Y nunca me sentí de esta manera, como que algo muy fuerte me ahoga el corazón, pero de una buena forma."

La mujer sonríe, acerca su mano a la de Clara y acaricia el dorso de la misma con su pulgar. Un gesto maternal, repleto del amor que la chica sintió ausente durante casi toda su adolescencia.

Panem • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora