Panem • 𝒘𝒐𝒔

tres

[C]

La tarde continúa soleada, aunque un poco fresca.

Ninguno de los cuatro sentados alrededor de la mesa del jardín dice una palabra, Valentín solo se dedica a beber su chocolatada en silencio mientras que las otras dos mujeres beben su té. Y yo debería hacer lo mismo, pero mi vista no sale de encima del hombre a mi lado por más que me esfuerce.

Es raro. No él, sino lo que me sucede con tan solo echarle el ojo.

Ruth nos saca a todos de nuestro espacio interno cuando se ríe en voz baja. Se ríe sola, como si alguien le hubiese contado alguna clase de chiste.

"No te rías cuando tenés algo en la boca, te podés ahogar." Le dice su sobrino, que parece conocer bastante bien el problema mental de la mujer a pesar de no verla hace mucho.

"Es que me acuerdo de vos y me río." Aquello parece llamarle la atención a Valentín, ya que apoya su taza en la mesa y la mira con una pequeña sonrisa expectante para que continúe. "Cuando eras chiquito te la pasabas sentado acá coloreando algún libro mientras te comías unas masitas. Ordenabas los lápices color por color, y nunca te gustaba pasarte de la línea para colorear porque te ponía histérico y nervioso."

Constanza asiente y sonríe ante lo que cuenta Ruth, dejándome saber que su relación con ellos viene de un largo tiempo.

"Siempre tranquilo y obediente." Agrega ella.

Valentín baja la mirada a su taza por unos segundos y después la pone sobre mí, y soy capaz de notar su rostro ligeramente sonrojado por aquella anécdota.

"¿Lo conmueve recordar su pasado?" Le pregunto cuando no deja de mirarme.

Se rasca la barbilla y piensa un poco mirando hacia arriba. Me atrevo a decir que es guapo y apuesto, y que también parece ser bastante cortés.

"Cuando salís de ahí adentro lo único que te importa es querer vivir en tu normalidad." Es todo lo que contesta.

Constanza le habla acerca de todo lo que sucedió acá afuera mientras él no estuvo, desde situaciones dentro del convento hasta chismes del barrio. Él le presta atención muy concentrado, y sé que realmente la escucha y que le interesa escuchar todo eso ya que sus ojos brillan como los de un niño que está aprendiendo alguna clase de truco mágico nuevo.

De verdad sufrió con todo su corazón haber estado encerrado. Por supuesto que llevaba esperando el día de quedar libre desde hace muchísimo tiempo.

Veo a Ruth alzar la mirada, se queda quieta sin hacer ningún otro movimiento más que mirar para su costado. Entonces, entre medio de la charla que entretiene a la hermana Constanza y a Valentín, ella suelta un jadeo de disgusto absoluto y se cubre los oídos.

"¡No me empieces a molestar!" Exclama molesta.

Los tres nos quedamos desconcertados por su grito, ya que ninguno de nosotros le había dicho algo que la pusiera de esa manera.

"¿Qué pasa, ma?" Le pregunta el ojiazul, preocupado de haber dicho o hecho algo mal sin darse cuenta.

"Ya te dije que no..." Continúa murmurando a la nada, aún con sus manos a los costados de su cabeza. "Te dije que no. Te dije que no..."

Constanza se pone de pie rápidamente y se acerca a su amiga para acariciarle la espalda y susurrarle palabras que la tranquilicen. Es algo angustiante a la vista, una pobre mujer siendo atormentada por su horrible pesadilla del pasado, y por supuesto que eso se incrementa teniendo a su sobrino con ella.

Me siento inútil al no saber como cooperar, así que todo lo que hago es estirar mi mano y colocarla en su brazo. Ruth se detiene, se queda quieta como una estatua, y me mira. Fuego, eso es lo que siento cuando sus ojos azules se posan en los míos. Por instinto, retiro mi mano casi al segundo, y aquel malestar que sentí en la mañana ahora estaba atacándome más fuerte.