El camino a casa se sentía abrumador, la cabeza le daba vueltas y lo único que realmente quería era ver a Emilio, no solo por lo mucho que le necesitaba su omega tras el ataque de Andrés, sino qué su instinto le decía que algo iba mal, podía sentir su desesperación y tristeza.
Aun cuando Alejandra no había conseguido que Azul o Andrés dijeran algo, al salir y no encontrar a su alfa esperándolo, supo que lo que sea hubieran hecho, había lastimado al rizado al punto de hacer que se fuera. Su omega que hasta ese momento se había mantenido silencioso por el miedo, explotó mientras Alejandra le pedía que subiera a su auto para llevarlo a casa, mientras Azul los seguía intentando explicarle a la castaña que no había hecho nada malo.
En medio de sollozos que eran un claro llamado a su alfa, Ale acepto llevarlo a casa del rizado, pero al llegar ahí, Emilio no estaba y su camioneta tampoco, no podía entrar a preguntarle a sus padres si sabían donde estaría, ni siquiera sabía como pondría en contexto lo sucedido para que le ayudaran a encontrarlo, así que comenzó a llamarle, una y otra vez hasta que su teléfono termino por apagarse.
―Debió ir a la ciudad, íbamos a ir juntos. ―susurró con la voz entrecortada y un nudo en la garganta, no quería llorar frente a Alejandra y se estaba esforzando por no hacerlo, pero mientras más cerca estaban de su casa el nudo se volvió más difícil de sostener. ―Está herido, debería estar con él ahora...
―Tranquilo, intentaré llamarle cuando llegué a casa y le explicaré lo que paso. ―la alfa se mordió la lengua deseando muy en el fondo que esto no fuera su culpa.
Las pasadas semanas en que había recuperado su amistad con Azul, le contó tantas cosas y lo único en que pensaba era esa conversación sobre lo enamorado que estaba Emilio, fue un comentario que no esperaba llamara la atención de la rubia, pero terminó por contarle todo lo que prometió mantener en secreto. Miró de reojo al omega aferrándose al asiento, temblando de pies a cabeza con los ojos rojos que se negaban a dejar caer una sola lágrima.
En cuanto le dejó en su casa con Emma en brazos, intentó contactar a Emilio, pero no tuvo mejor suerte que el castaño, no pudo dormir en toda la noche, cada que su teléfono sonaba esperaba que fuera su amigo explicándole donde estaba y que había pasado, pero en cambio eran mensajes de Azul que la hacían sentir más culpable conforme pasaban las horas.
Joaquín subió a su habitación diciéndole a sus padres que se había sentido enfermo y había decidido pasar de sus planes esa noche, su madre le siguió para revisar que era lo que tenía, temiendo que sus síntomas pasados siguieran apareciendo, el castaño murmuró algo sobre tener dolor de cabeza para que su madre le diera algo sin hacer más preguntas, Elizabeth que podía sentir el miedo de su cachorro quiso abrazarlo hasta que esa sensación se fuera, pero Joaquín no le permitió hacerlo, apenas le entregó la pastilla, le pidió que lo dejara solo y cerró la puerta dejándola fuera.
El castaño dejo el medicamento en la mesita de noche y recostó la muñeca en medio de la cama cubriéndola con la cobijita azul que le gustaba usar por el aroma de Emilio impregnado en ella. Tomó su celular, conecto el cargador y marco su número el resto de la noche, llorando finalmente en la esquina de su habitación.
Ese fin de semana Emilio desapareció sin dejar rastro, nadie logró hablar con él y Joaquín se ocultó en su habitación incapaz de dejar de llorar, no fue sino hasta el lunes que sus padres insistieron en llevarlo al médico si continuaba en ese estado sin decirles que estaba ocurriendo, el castaño se negó sabiendo que un doctor lo único que descubriría sería su marca y no creía soportar solo, que todos se enteraran. En cambio, les pidió que le llevaran a clases, con la esperanza de ver a Emilio ahí.
Apenas entraron al estacionamiento divisó la camioneta del alfa en su lugar de siempre y su omega se agitó desesperado por verle, sin despedirse de sus padres, bajó del auto y fue directo al salón de planeación familiar, donde el rizado se encontraba sentado en silencio, aún faltaban veinte minutos para que iniciara la clase, así que todo el mundo seguía en los pasillos. Estaban solos.
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Champagne Problems
FanfictionPeleamos como perros y gatos, gritamos hasta quedarnos afónicos, ponernos juntos es como un encender un fósforo en una gasolinera. Y aun así me volvía loco de celos cada que Andrés tomaba su mano. Quizás Joaquín tenía razón y solo estaba confundido...