—Buenas. —dijo al cruzar la puerta de la sala de reuniones. Aquella camisa celeste con aquellos pantalones gris claro y zapatos de vestir trajeron a su mente recuerdos que creyó superados.
El rubio lucía elegante. Siempre le había visto bien vestido, con camisa y pantalón, salvo aquellas pocas oportunidades en las que utilizaba el uniforme especial de sheriff. Collins tenía buen gusto para vestir, de vez en cuando le recordaba a Conway con su obsesión por los trajes, lo que le causaba cierta gracia. Sin embargo, aquel día fue distinto. Con la placa colgada al pecho, con aquella camisa y pantalones, lejos de recordarle al viejo Jack Conway... le recordaba a él. No podía dejar de mirarle sin pensar en él. Aquella mañana había amanecido tristón, pero tras revivir sus recuerdos, el ánimo sí que se le había desplomado.
No supo muy bien de qué iba la reunión. No podía prestar atención. No quería mirar a Collins, no quería que su imagen le recordase tan fuertemente a él; era doloroso. Permaneció con la mirada clavada en el suelo o mirando de vez en cuando a Miller. Esperaba no ser demasiado evidente; la vida le había enseñado que, a ojo quién mirase, mostrar sus sentimientos era una debilidad. Para él eran una muestra de humanidad, para otros un defecto. Recordó la muerte de Torrente, a Volkov llorando mientras miraba el horizonte, la infinidad del mar. Recordó su abrazo, lo desamparado que había percibido al ruso entre sus brazos. Soy una persona prácticamente de hielo. Sí, claro, pensó al recordar aquel discurso en el despacho.
Abandonaron la sala de reuniones, dando el encuentro por finalizado. Miller pidió a Ford sacar un raptor mientras él reorganizaba la malla. Se quedó en la entrada de comisaría, viendo cómo el mundo avanzaba, sintiéndose totalmente fuera de este.
—Hey... —la rasposa voz de Collins le distrajo.
—Lo siento. ¿Le importa si paso un momento al lavabo? —quería lavarse el rostro.
—Claro. Sabes dónde está, ¿no?
—Sí, ya me lo han enseñado antes.
—Pues adelante.
Salpicó el agua contra su rostro, con fuerza, esperando así poder despertar, alejar aquellos pensamientos tan melancólicos. Secó su rostro con papel higiénico y retocó su maquillaje. Volvió a la sala de reuniones, donde otra vez se encontró con el rubio, esta vez tecleando en el ordenador. Demonios, suspiró. ¿Por qué Collins tenía que vestir de aquella forma? Era imposible no recordar al comisario Volkov cada vez que le veía. Tomó asiento e intentó controlar su respiración. Extrañaba al ruso, desde hacía demasiado tiempo, al igual que a su hermano Gustabo y a Conway, el que alguna vez pudo ser un padre para él.
—¿Estás bien? —Collins se acercó.
Respondió con una sonrisa nerviosa, poco convencida. —No mucho, la verdad...
Se mordió los labios. Sentía que estaba a punto de llorar. No quería. No quería llorar. No quería recordar al ruso. Revivió aquel día en el despacho; la camisa en azul marino, los pantalones negro, la misma placa, pero con CNP escrito en dorado. Las lágrimas se agolparon en sus ojos.
El sheriff tomó asiento junto al moreno, se cruzó de brazos y estiró las largas piernas.
—Me recuerdas a alguien con esa ropa, ¿sabes?
—¿Recordarte a alguien? —repitió confundido.
—Sí. Me recuerda un montón a... —hizo una pausa, como si estuviese decidiendo qué decir. —A nadie... —guardó silencio— Pero sí, ¿sabes? No puedo decirte su nombre...
—Si es de algún caso, —dijo con tono asertivo. —no hay problema.
—No. No lo es... Tan solo se trataba de una persona especial para mí... Alguien a quien terminé por... lastimar. —su voz se quebró en la última palabra. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas en completo silencio. Aún no lo superaba, probablemente jamás lo haría.
De no ser porque el rubio le estaba mirando atento, no habría notado que el agente federal lloraba.
Silencio.
Un profundo suspiro de parte del sheriff. Descruzó los brazos y posó su mano sobre la cabeza de Horacio. Le despeinó el cabello, dándole una cautelosa caricia, como si cuidase la cercanía que tenía con el federal. Entonces notó que las lágrimas del moreno se convertían en sollozos, en un llanto silencioso en medio de una habitación vacía que compartían tan solo ellos dos. Movió su silla, acercándose al federal, y guio la cabeza de este hacia su hombro. Volvió a acariciarle el cabello.
No hacían falta palabras. La respiración tranquila de Collins y los sollozos de Horacio eran suficiente para entenderse.
Poco a poco, gracias a la mano que le acariciaba el cabello y a la respiración tranquilizadora de su compañero, el llanto fue calmándose hasta terminar en un largo y profundo suspiro. Se levantó del hombro de Collins y se enjuagó los ojos con el dorso de la mano. Dio un vistazo avergonzado al sheriff. Reclinado en el asiento, con una mano sobre el pecho y la otra colgando hacia atrás de las sillas, el rubio la devolvió la mirada.
—Disculpe. —susurró tras limpiarse la nariz.
—Qué va...
Silencio. Collins se dispuso a ponerse de pie y marcharse a patrullar, como siempre.
—Fue hace muchos años ya. —la voz sincera del federal le detuvo. Horacio también se ponía de pie, empuñando su capucha. — Fue algo complicado. Creo que la culpa la tuve yo, por apresurarme y ser... demasiado directo, ¿sabes? Era mi superior y aunque en algún momento me pareció que recibía bien mis bromas no tan bromas... Ah, joder... —dijo con una sonrisa nerviosa. —No sé por qué le cuento estas cosas.
—Horacio, yo-
—¡No me malinterprete! —le interrumpió apresurado. —De verdad, no sé por qué le he contado esto. Disculpe la... la escena.
—No te preocupes. Si ya estás mejor, me voy a patrullar. Si pasa algo te avisaremos por radio o al móvil, ¿vale?
—Diez-cuatro.
—Y si necesitas algo, —agregó abriendo la puerta— ya sabes dónde encontrarme.
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Oneshots Volkacio
FanfictionMini oneshots o sketches volkacio. La mayoría son parte de mi head canon. Ninguna escena tiene directa relación entre sí. Habrán algunos que no sean directamente volkacio, pero que indirectamente estaré llorando por volkacio :'C (Los sketches +18 s...