¿Guardián?

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Bueno. Lloremos, parte 1/??

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Después de largos minutos acompañados de un silencioso sollozo, finalmente, pudo tranquilizarse. Le dolía el pecho en una mezcla de tristeza e ira, pero Kovacs tenía razón, en esos momentos debía quedarse con el ruso. Hacía años había sido incapaz de entrar y verle agonizante en la camilla. Ahora era una persona diferente, se decía. Ahora era más fuerte, se convencía a sí mismo.

«Él te necesita», le había dicho Kovacs mientras le llevaba de regreso a la ciudad. Los sheriffs acudieron a la alerta de disparos en mercado central y, tras serles imposible controlar a Horacio, acudió al sitio la LSPD. «Ahora es tiempo para quedarte con él, Horacio. Buscaremos a los responsables. Las cámaras del mercado central están allí, nadie las tocará. Te prometo que buscaremos a los hijos de puta que le han hecho esto a Volkov

Atento a cualquier mínimo movimiento del ruso, Horacio se mantenía con la cabeza reclinada por el costado de la camilla. Sujetaba su mano, sin apresarle, tan solo acariciándole de vez en cuando. Se sentía tan cálida y vulnerable entre sus dedos. Verle así, en ese estado, revivía en su mente aquellos recuerdos tan dolorosos. Por fortuna, esta vez solo se trataba de una sonda de suero conectada a su mano derecha. Le veía y la culpa volvía a carcomerle por dentro. Se sentía culpable, inmensamente culpable. Culpable por llamarle, por exponerle, por creer que podía protegerlo, por no haber estado allí para él en el momento preciso. Culpable por sus sentimientos hacia él, por aquella maldición que parecía recaer sobre sus hombros. ¿Acaso estaba realmente destinado a quedarse solo en el mundo? ¿Acaso no era digno de querer a nadie?

Entre sueños, Volkov soltó un quejido. Horacio levantó la cabeza y le miró atento. El ruso le cogía por la mano, fruncía el ceño y apretaba los dientes. ¿Una pesadilla?

—Viktor... —susurró con temor.

—Я не собираюсь отказываться от Horacio. —mascullaba dormido. —Mamá... Alexandra...

Pese a la penumbra de la habitación, pudo notar que, por las blancas mejillas del ruso, unas luminosas lágrimas comenzaban a descender. La escasa luz que entraba por la ventana era suficiente para realzar las sutiles gotas que se deslizaban por su piel. La respiración se le agitaba y volvía a quejarse dormido.

—No seré como mi padre. —masculló con ira. —No... seré... mi padre...

—Estoy aquí. No hay peligro ya. —susurró, intentando no despertar el ruso de su descanso. Volkov le cogía la mano con fuerza. —Todo estará bien. Estoy aquí...

No durmió. No pegó ni una sola pestañada durante toda la noche. Se quedó atento al ruso, escuchando sus alucinaciones dormido, intentando tranquilizarlo cada vez que se acongojaba. Esta vez, se dijo, estaría allí para Volkov, pasase lo que pasase.

Entrada la mañana, los ojos celestes del ruso se asomaron bajo la delgada cortina de pestañas casi blancas. El rostro luminoso a la vez que preocupado de Horacio le recibió. Le dolía la cabeza, el cuerpo.

—¿Horacio? —susurró confundido.

—Soy yo, Volkov. —una triste sonrisa se asomaba en los labios del moreno.

Miró atento las paredes blancas, el techo blanco y las luces blancas. Notó su mano derecha ligeramente más fría, la aguja que entraba por su vena y el suero que caía por la sonda y le helaba su extremidad. Estaba hospitalizado. No podía recordar muy bien el cómo o el porqué, pero la horrible sensación de ser un borracho como su padre era lo único que podía ocupar su mente.

—¿Cómo te sientes?

—No muy bien... —murmuró, aún intentando ordenar sus pensamientos. —¿Has pasado la noche aquí? —el moreno asentía. —Joder... Sí que la he liado. —y notó que, su mano izquierda, más cálida que la derecha, era sostenida por Horacio. Le observó algo confundido, algo sorprendido. Notó que Horacio no había dormido; el moreno había velado su sueño toda la noche. —Gracias, Horacio.

El moreno negó con la cabeza y, con total naturalidad, dejó caer un suave beso sobre la mano del ruso.

Oneshots VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora