[+18] Fantasía y deseos

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Volkacio. Al fin. Me dio penita. Me voy a llorar a un rincón.

Espero no hayan errores de tipeo demasiado grandes porque me da pena releer para corregir cosas ;;;;;;;; perdón


~*~*~*~

El movimiento entre sus brazos le despertó. Se apegó mucho más a él, apoyándole su mejilla sobre la espalda. El aroma de su colonia era dulzón, le gustaba. Se quejaba dormido, parecía ser que quería acomodarse, pero el agarrase de sus brazos se lo impedía. Aflojó un poco y el chico se acomodó. Un profundo suspiro.

Le gustaban todas y cada una de las mañanas en las que despertaba con Horacio entre sus brazos. Había veces en las que el hormigueo le recorría hasta la punta del dedo por la pobre circulación de sangre, pero no le importaba. Le besó el hombro. Horacio le cogió la mano y se la acarició. Estaba despierto, pero en silencio. Había veces en las que el cresta dejaba que el exquisito silencio se mantuviera así, suspendido, permitiéndoles oír sus respiraciones, el ruido de la ciudad, el roce de las sábanas.

—Te quiero, Volkov.

No podía responder, aún después de tanto tiempo, no podía responder con soltura a aquellas palabras. Se limitó a besar de nuevo el hombro de Horacio y le abrazó con más fuerza. El cresta sonreía mientras le acariciaba la mano. Él entendía, siempre comprendía, y aquello le tranquilizaba.

—¿Puedo pedirte algo...?

—Ahá... —respondió mientras le besa el cuello.

—Hace cosquillas. —se quejó con entre risas. —Volkov, —agregó a la vez que alcanzaba el rostro del platinado, acariciándole la barbilla. —¿cuándo me hablarás de "tú"?

—¿"Tú"? —repitió confundido.

—Sip. "Tú". —silencio. —Llevamos un tiempo ya, ¿no? Siempre me hablas de "usted" y... no lo sé, me haría ilusión que me hables más... casual.

—¿Le molesta?

—No, pero me haría ilusión un trato más... cercano, ¿sabes? —tras un pequeño silencio, el comisario volvió a abrazarle con fuerza y respondió:

—De acuerdo.

—Te quiero. —dijo llevándose el dorso de la mano de Volkov a sus labios, besándole. —¿Qué quieres desayunar... —la voz del cresta se perdió entre sus pensamientos.

Llevaba un tiempo pensándolo, pero no se atrevía a hacer aquella petición. Quizás ahora era el momento adecuado. Con la voz de Horacio de fondo, tomó aire y se concentró, aún dudando si acaso era el momento para hacerlo.

—Horacio, —le interrumpió. —hay algo que quiero decirle. Decirte. —se corrigió al instante.

—¿Si, dime?

—¿Por qué no... —se cortó a medio camino. Ya había comenzado, no podía echar marcha atrás, se dijo. —¿Por qué no vivimos juntos?

Silencio.

Horacio se levantó para tomar asiento y ver directamente el rostro del ruso. Tenía los ojos brillantes, los labios apretados; su expresión era incrédula. No pudo evitar soltar una sonrisa.

—¿Cómo... cómo has dicho?

—Que... vivamos juntos. —repitió. El rostro de Horacio se destensó ligeramente. Arqueó las cejas hacia abajo con un puchero, cerró los ojos y tomó una bocanada de aire. Se abalanzó sobre el comisario, cogiéndole por el cuello. Por supuesto, él le agarró por la cintura, rodeándole.

—¡Sí que quiero! —dijo mientras le llenaba de besos la mejilla.

Ambos reían abrazados, felices. Horacio siempre tan efusivo; aunque en principio le parecía ligeramente irritante, con el tiempo aprendió a que aquella transparencia en los sentimientos y emociones era justamente lo que le faltaba. Horacio era sincero con las cosas que sentía, sincero y demostrativo, al contrario de él mismo. Aquella transparencia en su corazón fue lo que, sin darse cuenta, le animó a volverse más abierto consigo mismo, con el chico, y con el resto de personas.

Oneshots VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora