Day 7: Good ending

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Fue a tomar asiento donde siempre, en su asiento: al ala derecha, los primeros de la fila, el de la ventana. Pero esta vez no podía coger el asiento de la ventana, como siempre hacía, alguien se lo había arrebatado. Esperaba, con todas sus fuerzas, que la persona no llegase a ocupar su lugar, así al menos podría seguir viendo por la ventanilla, pensó mientras recorría el pasillo del avión. Pero para su desgracia, antes de llegar, vio el cabello que sobresalía de la cabecera. Definitivamente ese no era su día; desde que se despertó por la madrugada y se resbaló en el baño, hasta que hace unos minutos atrás se le resbaló el paquete de golosinas que llevaba para el viaje.

—Buenas. —dijo a penas se asomó, ofreciendo su mejor sonrisa. Ser una persona famosa tenía sus costos, y mantener siempre la buena educación con una imagen agradable era uno de ellos.

Privet. —le contestó una voz opaca.

Excelente, un compañero de lo más agradable. Usurpa mi lugar y encima es super majo, pensó. Dios, si estás allí, solo pido que no se caiga el avión.

Tomó asiento. De su bolso de mano sacó un espejo y revisó que todo el maquillaje estuviese en el lugar correcto; el calor le sentaba fatal y su maquillaje era el primero en sufrir las consecuencias. Se detuvo en las cicatrices de su rostro. La piel rosa y sin textura, como si fuese un trozo de plástico puesto allí, recorriendo desde la oreja hasta el puente de la nariz, y desde el pómulo hasta la frente, extendiéndose por su sien hacia atrás. El pelo ya no crecía en aquella piel. La mano con la que sostenía el pequeño espejo de mano también tenía el mismo tipo de cicatriz. Ya no se apenaba por lucir así, por el contrario, aquellas marcas le hacían especial, único; otro Horacio como él jamás existiría. Su cuerpo se había transformado, y en su forma única, seguía siendo hermoso, pensaba. No había sido un camino fácil, pero en cuanto comprendió que no había nada malo en su nuevo yo, tomó inmediatamente la decisión. En cuestión de meses lo logró: era portada de algunas revistas de moda, luego en otras y otras y otras. Sus cicatrices le hicieron destacar, pero su talento y gusto por la moda fueron la base para volverse un modelo de buen nombre.

Cerró el espejito aliviado de que todo siguiese en orden. Quedaban unos cuantos minutos antes de que el avión comenzase el vuelo. Suspiró. Al menos había llegado a tiempo, pensó con la vista clavada en el techo. El avión no se caería, dijo para sí.

Mientras buscaba algo en lo que entretener su mente inquieta, notó que su vecino llevaba un bastón. Estaba apoyado contra la pared del avión, en un lugar discreto y desde el cual no molestaría. Se sintió ligeramente menos molesto porque aquel hombre le robase el sitio. Notó que la empuñadura era muy elegante. Probablemente aquel hombre fuese rico, pero ¿por qué viajaba en una línea común y corriente? La madera era oscura, lustrosa, dando todo el pego a la empuñadura de bastón.

Cuando el vuelo ya había comenzado, se inclinó hacia adelante, fingiendo que miraba por la ventanilla, para así identificar el rostro de aquel hombre. Sus ojos eran claros, ¿grises? ¿celestes? No podía decirlo con precisión. El cabello de un rubio platinado, casi blanco, al igual que su piel. Parecía hecho de nieve, pensó. Pero su cabeza parecía un poco pequeña para lo grande que era. Aunque no era increíblemente corpulento, si era lo suficiente para decir que tenía un cuerpo más bien atlético. ¿Qué haría un sujeto como él con un bastón así? ¿Acaso era de él o era un regalo para alguien más?

El hombre se giró. Encontraron miradas.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, desde los pies hasta la punta del cabello. Un fuerte dolor se apoderó de su pecho. Era una sensación inexplicable, comparable solamente a ese día que conoció a Michelle Evans.

Intentó volver a tomar asiento con normalidad, pero le fue imposible. No solo se sentía incómodo junto al platinado porque habían cruzado miradas, ni porque le habían descubierto mirándole, sino porque estar cerca de él le provocaba una tremenda angustia. Intentó ver una película, escuchar música, pero nada le fue de ayuda, y llevaban a penas un cuarto de lo que duraría el viaje.

—Disculpe. —se inclinó ligeramente hacia él. —Le molesto para salir...

—Claro. —dijo mientras se apartaba para que el hombre, con su bastón, avanzase.

Un momento de paz, pensó. Cerró los ojos y respiró profundo. Michelle fue la primera persona que estuvo allí cuando despertó en el hospital, jamás la olvidaría. Colorina, piel blanca, muy pocas pecas para lo anaranjado que era su cabello. Era una mujer seria, hablaba con firmeza, totalmente dueña de sí y del mundo, pero con él, solo con él, se permitía hablar de un modo mucho más cálido. Jamás le dijo el tipo de relación que tenía anteriormente con él, jamás. Preguntó a los médicos quién era Michelle Evans, pero nadie pudo o quiso darle una respuesta. Una vez obtuvo el alta buscó información de ella por cielo, mar y tierra, pero nada halló, ni de ella ni de él mismo. La única pista que tenía era que ella le conocía desde antes de su muy fortuito accidente. ¿Qué tantas probabilidades tenías de ir por la calle y que una explosión de gas te alcanzase? Pues él había estado allí, en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto.

Las luces blancas de un techo blanco. El pitido de las máquinas clínicas. El fuerte dolor que abrazaba su cuerpo. Oscuridad. Las luces blancas. La camilla. Otra vez el pitido. Había alguien más en la cama de al lado. Oscuridad. Aquellos recuerdos venían cada cierto tiempo, agolpándose en su mente, reviviendo un dolor que jamás podría olvidar. Horacio... recordaba haber oído a Michelle. Él también está luchando por su vida. Tienes que ser fuerte, Horacio...

—Disculpe.

Sus ojos eran redondos, su mentón más bien fino, dándole una forma más bien almendrada a su cabeza, notó. Era sumamente alto, probablemente estaría cerca de los dos metros, pesó. Una camisa roja vino, sin corbata, pantalones negros y zapatos de vestir. Lucía elegante, pero apagado, como su voz.

—Disculpe. —repitió.

—Ah, sí. Lo siento... —balbuceó mientras le dejaba pasar. Quién sabría las razones por las cuales menudo sujeto terminó andando con un bastón de apoyo.

Dejó andando sus playlist, cerró los ojos y se dispuso a dormir, a ver si así pasaban más rápidas las horas para llegar a su destino.

Después de muchísimo tiempo, volvió a soñar con él. No sabía quién demonios era, ni por qué le era tan doloroso soñar con él. Debió ser una persona importante para él, y es que cuando despertó del coma inducido, no hacía más que soñar cada noche con él. Algunas veces eran solo risas, tan solo él y aquel hombre haciendo payasadas, pero otras veces era increíblemente doloroso. El sentimiento de traición y una profunda pena le embargaban a tal punto que su pecho dolía. Esta vez había un tercero. Sonidos de disparos, llantos, traición; no solo le habían traicionado, sino que él mismo también había traicionado a una persona sumamente especial para él.

Despertó con la respiración agitada y ligeramente sudado. Mientras dormía, se había inclinado sobre el hombro de su compañero de asiento. Volvió a su lugar sonrojado, balbuceando unas disculpas.

—No se preocupe. —sostenía un libro. —¿Está bien? Parece que acaba de tener una pesadilla. Estaba preguntándome si debía despertarle o no.

—Gracias... —balbuceó. Seguía adormilado. —Disculpe, es un poco vergonzoso.

—No se preocupe.

Silencio.

Se frotaba los ojos con cuidado, intentando no arruinar su maquillaje, deseando despertar.

De los auriculares que habían caído de sus orejas oyó, en medio del incómodo silencio, una melodía inconfundible, y en seguida, la letra clara de la canción: Puede que el tiempo nos aleje otra vez, sin saber dónde estés, pero el amor es más fuerte. Te esperaré porque el amor es más fuerte.

Contuvo la respiración.

...


EDIT. porque soy weona y olvidé ponerlo al momento de publicar equisdé

Nota de la autora:  Hice trampa. Pal último día puse la mitad del primer cap del final alternativo que estuve haciendo, pero que no logré terminar antes de que iniciase infames jeje A ver si lo termino y publico.

Oneshots VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora