Cap. 5.- Los moradores de las sombras

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Shi QingXuan fue el primero en reaccionar colocándose frente a Shang QingHua en el momento que un látigo de hierro se acercaba a él. El extremo del arma fue atajado por el dios y jaló tratando de hallar el origen de éste.

El látigo se tensó pero ninguna de las dos partes cedió hasta que finalmente apareció una muchacha vestida de rojo con un rostro desencajado. La chica jaló recuperando su arma, mirando a su contrincante con furia.

— Apártate— dijo—. Esto no tiene que ver contigo.
— Temo que no puedo hacer eso— dijo Shi QingXuan.

Shen QingQiu frunció el ceño al ver a la muchacha, como si se le hiciera conocida de algún modo. Sin embargo no pudo observar más, pues en ese instante apareció un chico que lanzó varios dardos hacia ellos, con un aspaviento de la mano el líder de la cumbre Qing Jing sacó su abanico y creó una onda de energía que desvió los proyectiles.

— ¿Quién eres tú?— preguntó Shen QingQiu volteando de nuevo hacia la chica, que sonrió con una mezcla de satisfacción y burla.
— Mi nombre es Murong Si— dijo la chica.
— ¿Y qué es lo que quieres?— preguntó Liu QingGe.

La chica solo dijo una palabra:

— Destrucción.

Acto seguido, la mujer hizo un aspaviento con la mano soltando una energía de aura oscura que se transformó en cientos de hilos delgados dispuestos a atrapar a sus oponentes. Liu QingGe convocó a su espada, y en un santiamén Cheng Luan apareció barriendo con varios de esos hilos, Shen QingQiu y Shi QingXuan hicieron lo mismo y en un instante Xiu Ya y Shui ya habían atrapado gran parte de la energía resentida liberada.

Algo anda mal en esto. ¿Por qué esta energía se me hace familiar?

— ¡Ying ZhuiLing!— exclamó Murong Si—. ¡Los cables vinculantes!
— Enseguida— dijo el chico, que lanzó una maraña de cintas rojas envueltas al azar.

A mitad del camino la maraña de cintas se deshizo en una lluvia uniforme de cables vinculantes listos para atrapar a quien estuviera allí. He Xuan se adelantó enviando hileras de agua que desviaron el curso de los cables vinculantes. Para su sorpresa, Shang QingHua se acercó dándole un suave empujón con una espada en su mano, atajando un golpe que Ying ZhuiLing lanzó aprovechando su distracción. Como líder de la cumbre encargada de la logística de la secta Cang Qiong; las habilidades de pelea de Shang QingHua no eran muy buenas, de hecho era más correcto decir que tales habilidades eran nulas, pero aún así pudo dar unos cuantos golpes decentes antes que su espada saliera volando por los embates de Ying ZhuiLing. He Xuan se interpuso entre ambos combatientes en el momento que la espada de Ying ZhuiLing se dirigía a Shang QingHua con la intención de atravesarlo, la hoja del arma se incrustó en su cuerpo y el Supremo de las aguas se abalanzó sobre su contrincante tomando del cuello al joven.

Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, el látigo de Murong Si se enrolló en su brazo. He Xuan sintió un inexplicable ardor en la extremidad y se vio obligado a soltar a Ying ZhuiLing, quien se alejó de él tomando su espada. Murong Si estuvo a punto de lanzar otro ataque pero en ese momento Shi QingXuan se puso frente a ella tomando su muñeca, el dios frunció el ceño al notar la energía que emanaba de ella y su rostro reflejó su desconcierto.

— Tú...— dijo.
— ¡QingXuan!— exclamó He Xuan en un frío tono de advertencia.

Ying ZhuiLing lanzó un dardo en dirección a Shi QingXuan, quien retrocedió soltando a Murong Si para esquivarlo. La muchacha hizo un aspaviento con la mano y una serie de demonios magullados aparecieron, la mayoría no eran nada más que esqueletos descarnados con la capacidad de moverse, el grupo se apiñó en su pequeño espacio y los dos muchachos se escabulleron entre el montón de cadáveres andantes.

— ¿De dónde salen estas cosas?— soltó Shen QingQiu preparándose para atacar.
— Estas... cosas... ¡ya están muertas!— dijo Shang QingHua presa del pánico—. ¡Muertas y enterradas entre las ramas! ¡Todos son muertos andantes!

Muertos andantes... las palabras dieron vueltas en la mente de Shi QingXuan mientras recuperaba su espada y sacaba su abanico, desplegando el dispositivo en un solo movimiento.

— ¡Shang QingHua, cállate de una buena vez!— exclamó Liu QingGe llamando a su lado a Cheng Luan.
— ¡No puedo, Liu-shidi, el ruido los distrae!— gritó Shang QingHua señalando a los cadáveres.

Aquello era más falso que nada, pero el líder de la cumbre An Ding necesitaba una excusa para soltar su terror a gritos. El problema era que sus alaridos distraían a sus compañeros, hasta que He Xuan se puso frente a él con cara de pocos amigos y dijo:

— Cállate.

Shang QingHua cerró la boca, demasiado aterrorizado como para discutir al respecto. Ni siquiera Luo BingHe con su aura aterradora cuando toma vinagre era tan intimidante como un rey demonio que te mira con cara de querer devorarte el alma si no haces caso a lo que te pide, aún si lo que te pide es que te tires de un acantilado. Shi QingXuan sintió una oleada de lástima por Shang QingHua, la cual estaba mezclada con la simpatía, él sabía que a veces era mejor sacar el miedo de una forma escandalosa en lugar de guardarlo.

— No sean tan duros con el maestro Shang— dijo Shi QingXuan con una sonrisa—. No todos tenemos la oportunidad de ser geniales en situaciones de peligro.

Tras decir esto, Shi QingXuan lanzó a Shui al aire y usando su abanico creó un tornado que dirigió hacia los muertos andantes al tiempo que dirigió la espada al otro extremo de donde se encontraban para alejar a los monstruos más feroces. Acompañado por Xiu Ya y Cheng Luan, terminaron con la invasión de monstruos revividos.

— Esos cadáveres se movían con energía resentida muy fuerte— dijo Liu QingGe recuperando su espada, acto seguido miró a He Xuan con sospecha—. Una parecida a la tuya.
— Todos los Supremos comparten una firma energética— respondió He Xuan sin sentirse aludido por la acusación taimada del líder de la cumbre Bai Zhan.
— Espera un momento— dijo Shi QingXuan riendo nerviosamente—. ¿Me estás diciendo que nos tenemos que enfrentar a otro Supremo?
— No, pero sí a un arma dejada por él.

Tú estás jugando conmigo, ¿verdad?

— Hay algo allí— dijo Shang QingHua de repente señalando hacia arriba.
— Shang-shidi, deja de imaginar cosas— lo reprendió Shen QingQiu—. Allí no hay...

El líder de la cumbre Qing Jing se detuvo de golpe, obligando a los otros tres a voltear, mirando lo que el lider de la cumbre An Ding señalaba. A varios metros sobre el suelo, una mano delgada y pálida se asomaba colgando entre un montón de oscuras enredaderas.

Viento marcial (2/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora