Cap. 1.- Montaña en jaque

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Durante años, la Montaña Cang Qiong había sido la secta número uno del mundo, aquella en la que más se confiaba y cuyo auxilio siempre se pedía en problemas grandes. Su reputación había caído un poco desde la relación entre dos de sus miembros y dos señores demoníacos, pero aún así no había sido un golpe muy duro y de nuevo se habían posicionado como la secta número uno del mundo, la confiable secta a la que cualquiera podía pedir ayuda y sería escuchado.

Por eso, que los fuegos de auxilio en el cielo provinieran de la montaña Cang Qiong erizó el vello de muchos, mientras otros entraban en pánico y algunos observaban sorprendidos, todos preguntándose lo mismo: ¿qué amenaza había causado tanto daño en la montaña como para que tuvieran que pedir ayuda? El temor mantuvo alejados a los curiosos, si incluso los poderosos inmortales estaban en problemas a la gente común como ellos no les esperaba nada mejor.

Dentro de la montaña, un discípulo corría de un lado a otro buscando a alguien, abriéndose paso en la batalla a punta de esquivas y golpes. Vio a su maestro junto a varios otros señores de pico defendiendo a los demás y siguió su camino hasta vislumbrar una pequeña construcción en el camino.

— Claro— susurró—. Como no lo pensé.

Ming Fan salió disparado hacia allá atacando y esquivando demonios que se cruzaran en su camino. El edificio era pequeño, del tamaño de una casa de bambú, y había sido erigido cerca de un año atrás, cuando la gran alianza había sido sellada. Era un sitio seguro, el único del que disponían en ese momento.

Ella tenía que estar ahí.

Al llegar, tal como lo supuso, vio a una muchacha de rodillas frente a un sencillo altar. No había estatua, pero si una pintura del dios venerado en ese santuario y algunas barras de incienso habían sido encendidas. Ming Fan suspiró aliviado antes de acercarse y exclamó:

— ¡Ning YingYing! ¡Tenemos que irnos! Aún hay muchos afuera.

Ning YingYing se levantó y se acercó a Ming Fang con emoción.

— He rezado al señor del Viento marcial. ¡Él vendrá a salvarnos!— exclamó.

Ming Fan chasqueó la lengua pero no dijo nada. Tomó a Ning YingYing del brazo y ambos corrieron fuera de allí, pero justo cuando dieron un paso hacia afuera un demonio se cruzó en su camino. El muchacho alzó su espada para enfrentarse a él pero fue embestido por el demonio, quien usó el garrote que portaba para golpearlo, Ming Fan salió volando dejando a Ning YingYing desamparada. Siendo ella la más joven de la cumbre Qing Jing y la única shimei, había sido sobreprotegida y sus habilidades de batalla no eran muy buenas, por lo que fue cuestión de unos cuantos golpes para dejarla indefensa contra el demonio. La chica gritó y cerró los ojos en cuanto su oponente alzó su garrote, esperando el golpe que daría fin a su vida.

En ese momento una figura de blanco se interpuso entre los dos, usando una espada para bloquear el golpe.

Ning YingYing abrió los ojos observando a su salvador. Era un joven de largo cabello castaño, con ropas blancas que tenían patrones de nubes en ellas y una cinta blanca sujeta a su frente. La muchacha abrió la boca soltando una leve exclamación de sorpresa y admiración y sus ojos brillaron reflejando su inmensa emoción al darse cuenta de que su plegaria había sido escuchada. 

¡El Señor del Viento Marcial estaba aquí!

Shi QingXuan dio un empujón al demonio con su espada y con su mano libre sacó un abanico con el cual conjuró al viento atrapando a su oponente en un tornado que lo mandó lejos, después guardó ambas armas y se acercó a la niña extendiendo una mano.

— Ven, te llevaré a un lugar seguro— dijo.

Ning YingYing tomó su mano, poniéndose de pie, y señaló hacia dónde estaba su compañero.

— Señor del Viento, Ming Fan fue herido— dijo.

Shi QingXuan jaló suavemente a Ning YingYing y ambos se dirigieron al sitio donde el joven había caído. El dios se arrodilló junto a él revisándolo y luego se lo cargó a la espalda corriendo junto con la niña.

— Quédate junto a mí— indicó, bajando un poco la voz al añadir hacia el muchacho—. Agárrate con fuerza.

Con Ming Fan a sus espaldas y Ning YingYing en sus brazos, Shi QingXuan salió corriendo. En ese momento su prioridad era alejarlos del peligro; estaba tranquilo a pesar de lo apremiante de la situación porque sabía que la ayuda vendría en camino. Finalmente encontró un refugio: la copa de un árbol frondoso de gruesas ramas, allí los niños estarían a salvo, Shi QingXuan dio un salto alto hasta allá y recargó a los dos jóvenes en la rama más gruesa que encontró.

— Quédense aquí. Me aseguraré de que vengan a buscarlos cuando esto termine.

Justo en ese momento un hombre apareció bajo el árbol y miró hacia arriba.

— ¡Ming Fan! ¡Ning YingYing!— exclamó.
— ¡Shizun!— gritaron ambos con alegría. 

Shi QingXuan aterrizó en el suelo y se inclinó ante Shen QingQiu en un saludo.

— Señor de la cumbre Qing Jing— dijo.
— Señor del Viento— respondió Shen QingQiu apresuradamente—. ¿Dónde están los demás?
— No tardan en llegar. 

Shi QingXuan había llegado primero porque había escuchado la plegaria de Ning YingYing. Tras explicar la naturaleza de ésta a Lan XiChen él trató de ponerse en contacto con la montaña Cang Qiong y fue cuando vio las señales de auxilio. En ese momento, mientras QingXuan se iba, XiChen había avisado a Qinghe y Yunmeng al tiempo que envío a un discípulo al pico SiSheng para dar el aviso.

Shen QingQiu tomó un puñado de hojas y luego de traspasarles energía espiritual las arrojó a sus enemigos logrando alejarlos. Shi QingXuan sacó su abanico y creó un tornado que atrapó a varios otros. Un resplandor plateado se hizo presente: Yue QingYuan había desenvainado su espada y un solo golpe había bastado para desintegrar al líder de aquel ataque. El dios abrió la boca genuinamente sorprendido.

Es el golpe más poderoso que he visto en mi vida.

El líder de secta envainó su espada y al poco tiempo se recargó en ella como si ese único ataque lo hubiera agotado. Los demonios restantes se juntaron dispuestos a dar una ofensiva desesperada para arrasar con todo lo que tuvieran a su alcance y en ese momento una marejada de espadas se dirigieron hacia ellos al tiempo que barreras espirituales comenzaban a sellar la montaña dejando fuera a los invasores.

¡La ayuda había llegado!

— ¡Maestro Yue!— exclamó Lan XiChen acercándose a él, sujetándolo con gentileza.
— Estoy bien— dijo Yue QingYuan con una sonrisa—. No hay nada de qué preocuparse.

Dispersar a los demonios fue más sencillo con los otros líderes de secta haciéndose cargo, y la montaña fue sellada. Después, todos se reunieron en la sala de reuniones de la montaña para poner en orden lo sucedido.

Viento marcial (2/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora