Cap. 15.- El derrumbe de la prisión

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Shen QingQiu corrió al lado de Luo BingHe y lo sacudió levemente tratando de despertarlo.

— ¡BingHe!— gritó, pasando de la angustia al terror en un instante.

No podía perderlo, no ahora que lo acababa de encontrar. ¿Esto era lo que su amado había sentido cuando se autodestruyó enfrente suyo? La devastación era demasiada.

— Este maestro lo siente— susurró abrazando a Luo BingHe—. De verdad, lo siento por aquella vez. Pero no me dejes.

Luo BingHe parpadeó levemente, abriendo los ojos con lentitud, desorientado. Lo primero que vio fue a Shen QingQiu y de inmediato extendió una mano tocando su mejilla levemente para asegurarse que no estaba soñando.

— Shizun— dijo con los ojos llenos de lágrimas—. Estás aquí.
— ¿No te dije que iría contigo a donde fueras?— inquirió Shen QingQiu.
— ¡Shizun!

Luo BingHe lloró a lágrima tendida aferrándose a Shen QingQiu, quien por una vez se olvidó de las formalidades y le dio un beso largo mientras se aferraba a él.

"Mira, qué bonito", dijo Shi QingXuan en la matriz espiritual.
"Cállate", replicó He Xuan con acritud.

De repente, se escuchó un crujido proveniente del techo y el grupo miró hacia allá. Cientos de grietas plateadas surcaron el oscuro techo del recinto y pequeñas piezas comenzaron a caer hacia abajo chocando con el suelo, como una gotera trabajando pacientemente por desbordarse con cada gota. Aquello significaba una sola cosa: la prisión milenaria, que había estado allí desde los albores del mundo, iba a caerse en pedazos en ese momento.

— Bueno, hora de irse— dijo Shi QingXuan sacando su abanico.

Su plan inicial era crear un torbellino que los sacara a todos por el techo, pan comido. Pero He Xuan sujetó su muñeca antes de que pudiera convocar una mísera ráfaga de aire y dijo:

— Esto no es Mansión Paraíso para que hagas volar el techo. Si lo haces, toneladas de tierra nos caerán encima.
— La prisión se sella cuando las celdas se abren— dijo Shang QingHua—. Lo bueno de esto es que los recintos se fusionan en uno solo...
— ¿¡Qué tiene eso de bueno!?— increpó Shen QingQiu.
— Se puede abrir un camino recto para salir.
— ¿Y cómo vamos a hacer eso?
— Con un túnel de agua.

Todas las miradas se dirigieron a Shi QingXuan, quien a su vez miró a He Xuan y a Mobei-Jun con una sonrisa y dijo:

— Mis señores, necesitaremos su ayuda.

Ambos asintieron sin decir nada más. El rey demonio se acercó a la abertura por donde habían entrado y extendió la mano creando un círculo de agua que giraba varias veces sobre sí mismo, con un aspaviento de la mano el círculo se expandió hasta convertirse en un largo túnel que atravesó la prisión entera; acto seguido el demonio de hielo tocó un extremo convirtiendo el agua en hielo sólido, creando así una vía de escape.

El suelo tembló violentamente y el techo comenzó a caerse en pedazos, hilillos de tierra se filtraron entre las grietas y al mismo tiempo las paredes comenzaron a agrietarse como si no resistieran el peso que hasta hacía poco tiempo habían logrado sostener. Shi QingXuan hizo un gesto con la mano apresurando a los demás.

— ¡Vamos, vamos!— exclamó—. ¡Salgan pronto!

Shen QingQiu montó a Xiu Ya y Luo BingHe se aferró a él, Liu QingGe rodó los ojos y montó a Cheng Luan, mientras que Shang QingHua hizo lo propio llevando a Mobei-Jun. Cada uno entró por el túnel con celeridad; He Xuan estuvo a punto de entrar pero se detuvo al ver a Shi QingXuan alejarse.

— ¿A dónde vas?— le preguntó—. ¡Tenemos que salir!
— Adelántate con la señorita Hualing— dijo Shi QingXuan—. Tengo que sacar a Murong Si y a Ying ZhuiLing.
— ¿Por qué se preocupa por ellos?— preguntó Sha Hualing—. ¡Esto ha pasado por causa suya!

Shi QingXuan volteó hacia Sha Hualing sin cambiar su expresión alegre. Sus palabras, sin embargo, eran de una seriedad aplastante.

— Mi deber como dios es preocuparme por la gente común. Incluso los que han cometido errores merecen tener misericordia.
— QingXuan...— dijo He Xuan, siendo interrumpido por el dios.
— ¡Salgan antes de que esto colapse!

He Xuan sujetó del brazo a Sha Hualing y ambos entraron al túnel. Shi QingXuan se dirigió a los muchachos inmovilizados y retiró los cables vinculantes que sujetaban a Murong Si y Ying ZhuiLing, entregando a la mujer su espada. Ambos estaban tan sorprendidos que en un principio no supieron cómo reaccionar hasta que finalmente Ying ZhuiLing preguntó:

— ¿Por qué?
— Les dije que hablaría por ustedes— dijo Shi QingXuan—. Todos deben tener la oportunidad de defenderse.
— Es posible...— dijo Murong Si, interrumpiéndose, con el ceño fruncido.

La muchacha negó con la cabeza y tomó del brazo a su compañero, subiendo a la espada y ambos enfilaron hacia el túnel. Shi QingXuan se encogió de hombros y, subiendo a Shui, finalmente ingresó al túnel. El dios desplegó su abanico y con un giro de muñeca conjuró una brisa helada que mantuvo estable el túnel, el cual se iba fragmentando conforme la prisión colapsaba lentamente; Shi QingXuan se detuvo, manteniéndose en equilibrio sobre la espada, y lanzó un hechizo que estabilizó el túnel el tiempo suficiente para que los demás pudieran salir, sin embargo su propia energía se desestabilizaba cada tanto impidiendo mantenerse a flote.

Aún soy nuevo en estas cosas

Va a entrenar más después de esto. Si es que sale con vida de esto, estaba completamente seguro de que aunque era un dios no iba a sobrevivir a toneladas de tierra cayéndole encima de golpe. Hubo un nuevo temblor y esta vez Shi QingXuan cayó de la espada, cerró los ojos esperando chocar con el hielo, pero lo que sucedió fue que alguien lo sujetó, al abrir los ojos se encontró siendo sujetado por He Xuan mientras que Sha Hualing había atrapado su espada.

— ¿Qué hacen aquí?— preguntó Shi QingXuan—. No es que no lo agradezca, pero...
— Mi señor, tardaba mucho en salir— dijo Sha Hualing—. Temí que no lograra salir a tiempo.

He Xuan no dijo nada, solamente dio media vuelta y los tres salieron del túnel. Para sorpresa de Shi QingXuan, vio a los tres cultivadores y a los dos demonios rodeando a los causantes de todo esto, por su parte, Murong Si y YingZhuiLing estaban tranquilos, sin ninguna disposición de pelea, esperando a que quienes los rodeaban decidieran su destino. He Xuan soltó a Shi QingXuan y al verlo los dos chicos se acercaron a él.

— Señor del Viento, estamos a su merced— dijeron ambos al unísono para sorpresa de los demás.
— ¿Por qué?— preguntó Shi QingXuan, sorprendido.
— Nadie nos había mostrado buena voluntad antes— dijo Murong Si—. No sería justo pagar su amabilidad con traición.
— Así que nos ponemos a sus pies— dijo Ying ZhuiLing—. Sea cual sea nuestro destino ahora, lo dejamos en sus manos.

Shi QingXuan se sintió bastante conmovido, y luego asintió a sus compañeros. Era hora de volver.

Viento marcial (2/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora