Cap. 13.- El conflicto con los remanentes

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Usando sus afiladas uñas como única arma, Sha Hualing se enfrentaba a Murong Si evitando los constantes latigazos de ésta última, Ying ZhuiLing y Shen QingQiu peleaban cruzando espadas y lanzando hechizos uno al otro y Shang QingHua intentaba abrir las únicas celdas que se encontraban cerradas. En un inesperado y escabroso dejá vu, Shi QingXuan vio a Liu QingGe pelear a brazo partido contra cientos de esqueletos que emanaban energía resentida al por mayor.

Sin duda esto es obra del sello de Tigre Estigio

No sabía si reír o llorar. No sabía cómo actuar ahora y eso lo hizo sentirse peor, ¿que clase de dios marcial se queda sin saber qué hacer en medio de un conflicto? Bueno, sí sabía qué hacer: entrar en pánico, pero se controló dado que eso no resolvería nada; de modo que solo respiró hondo y comenzó a pensar en serio cuál debía ser el paso que debía dar. Vio a Shang QingHua, moviéndose de un lado a otro y justo encima de él comenzaron a aparecer demonios serpiente listos para atacarlo, Shi QingXuan se dirigió hacia él y lanzó una brisa que alejó a las serpientes para después auxiliar a Liu QingGe con los esqueletos y para su sorpresa le fue sencillo destruir estos cadáveres, los cuales se disolvían con sus ataques y recordó las palabras de Xiè Lian.

"Lo más probable es que pueda reconocer tu energía como la perteneciente a la que destruyó a su maestro, por lo tanto, solo tú podrías destruirlo"

— Entonces Su Alteza tenía razón— susurró.

Si podía deshacerse de cuerpos esqueléticos reanimados con el sello, podría destruir este también. Una lógica sencilla. El problema era que todo el sitio estaba lleno de la energía resentida proveniente del sello y era difícil rastrear su origen. A menos que...

— ¡He-xiong!— exclamó—. ¿Crees que puedas rastrear el origen de la energía que rodea el lugar?
— Estoy en ello— dijo He Xuan evitando las trampas y talismanes puestos en el sitio.
— Tiene que estar por aquí— musitó Shang QingHua revisando una pared.

Murong Si esquivó un zarpazo de Sha Hualing y juntó las dos manos como si fuera a hacer un saludo para después golpear el piso con fuerza levantando fragmentos de tierra, las cuales conectó con hilos de energía creando una red y la lanzó a la santa demonio; quien fue rodeada por ésta. Después se dirigió hacia Shang QingHua para evitar que abriera las celdas pero Shi QingXuan se interpuso en su camino; el dios la miró con infinita pena y dijo:

— Maestra Murong, debe detener esto. Aún no ha causado un gran daño.
— ¿Tú qué sabes?— increpó Murong Si.
— No es esto lo que quiso desde un principio. Todavía pueden volver atrás.

Murong Si se echó a reír amargamente, negando con la cabeza antes de lanzar un golpe con su látigo que Shi QingXuan atajó usando la espada Shui y contraatacó lanzando una ola de energía con el abanico, Murong Si hizo girar el látigo creando un escudo que bloqueó la oleada energética y lanzó otro golpe soltando energía resentida que Shi QingXuan dispersó con una brisa de viento. La antigua maestra del palacio Huan Hua chasqueó la lengua, haciendo un deslizamiento hacia adelante, sustituyendo el látigo por una cimitarra delgada y arremetió contra el dios lanzando una estocada que fue bloqueada con celeridad.

En ese momento se escuchó un grito espectral que atrajo la atención de los presentes, y todos presenciaron cómo los esqueletos andantes se disolvían entre mareas de agua salidas de la nada. Murong Si y Ying ZhuiLing se acercaron uno al otro, lanzando talismanes demoníacos en un intento de recuperar algunos de sus soldados fallecidos, Liu QingGe soltó un golpe con Cheng Luan que rompió los talismanes y Sha Hualing, que se había librado del último ataque de Murong Si, aprovechó el breve instante de distracción de sus enemigos para atacar usando cables vinculantes con lo que ambos quedaron inmovilizados. La santa estuvo a punto de lanzar un ataque a ambos pero fue detenida por Shi QingXuan, que se colocó enfrente de los prisioneros con los brazos extendidos.

— No hay forma en que pueda dejar que los lastimes— dijo.
— ¿Vas a defenderlos?— preguntó Sha Hualing—. ¡Merecen un castigo por lo que han hecho!
— No puedo creer que diga esto, pero tiene razón— intervino Shen QingQiu—. Atentaron contra la paz de los reinos y deben ser castigados por eso.
— Tal vez, pero ninguno de ustedes debe decidir esto— dijo Shi QingXuan—. Yo me encargaré de ellos.

Ying ZhuiLing soltó una risa entre dientes.

— No pierda el tiempo, maestro del Viento— dijo—. Nadie va a oírnos.
— No lo hicieron antes y tampoco lo van a hacer ahora— dijo Murong Si—. Nadie va a hablar por nosotros.
— Yo lo haré— dijo Shi QingXuan, lo que sorprendió a los dos muchachos.

Hubo un breve silencio y después éste se rompió con la alegre exclamación de Shang QingHua.

— ¡Lo encontré!

El señor de la cumbre An Ding había logrado abrir las puertas de las celdas en el lugar, y para sorpresa de todos Murong Si rompió a reír soltando enfermizas carcajadas. Todos voltearon a verla, y He Xuan frunció el ceño mirando el fondo de la prisión con una expresión que poco a poco denotaba una genuina sorpresa.

— ¡Señor de cumbre Shang, aléjese de allí cuanto antes!— exclamó.
— ¿Qué pasa?— preguntó Shi QingXuan mientras Shang QingHua se alejaba del sitio.
— ¡Allí está! QingXuan, ese es el origen de la energía.

Shi QingXuan palideció. Eso quería decir que el sello de Tigre Estigio estaba en ese sitio, pero antes de que pudiera acercarse fue detenido por He Xuan, que lo sujetó del brazo y negó con la cabeza.

— No es necesario que vayas —dijo—. Vendrá a ti.
— ¿De qué estás hablando?— preguntó Shi QingXuan.

Una sombra apareció arrastrando algo, saliendo de su prisión con lentitud.

— Señor del Viento, ¿seguirá dispuesto a hablar por nosotros después de esto?— preguntó Murong Si con una sonrisa.

Shen QingQiu dejó salir una exclamación ahogada al reconocer aquella sombra. Era un joven vestido de negro que sostenía una espada rebosante de energía resentida. Su semblante abatido se centró en el señor de la cumbre Qing Jing y sus ojos brillaron con furia al exclamar levantando la espada en alto:

— ¿¡Cómo te atreves a hacerte pasar por mi Shizun!?

Era Luo BingHe, el soberano del Reino Demoníaco.

Viento marcial (2/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora