Capítulo 13

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Capítulo 13

Maybe someday

You'll be somewhere

Talking to me

As if you knew me

Saying I'll be home for next year, darling

I'll be home for next year

                      Nate llevaba alrededor de dos horas intentando estudiar, pero todo lo que obtenía era usar su laptop y sus libros para distraerse; estaba pensativo y no lograba concentrarse por más que quisiera. Pronto tendría que regresar a Oxford a terminar con su carrera, y sí no repasaba aunque sea el poco material pendiente, los profesores iban a patearle el culo

                      —Mierda —dijo suspirando mientras apagaba la computadora y se cubría la cara con ambas manos.

                      Su cabeza estaba en Marte, lejos del planeta Tierra, pero a la vez, muy cerca de Viviana; de su rostro, de sus ojos, de sus labios.

                      Esa chica tenía que estar maldita, era la única explicación que podía ocurrírsele, porque no encontraba forma de sacarla de sus pensamientos. Se estaba volviendo adicto a ella, adicto sin tener ningún contacto físico o simplemente cualquier tipo de contacto.

                      Resultaba ilógico.

                      Una persona no podía obsesionarse tanto con otra sólo con el simple hecho de observarla, a menos que fuera un psicópata.

                      Y Nate no era un psicópata.

                       Dándose por vencido, se levantó del escritorio, se quitó la camiseta y entró al baño, estaba seguro de que una ducha con agua caliente podía ser capaz de despejarle por unos minutos sus absurdos pensamientos, dado que si pronto no los controlaba definitivo, iban a pasar a algo mayor: acciones. Y es no le convendría para nada.

                      Cuando acabó el baño de salvación, cerró el grifó de la regadera y se envolvió en una toalla  de cintura para abajo, no pudo evitar observarse en el espejo que estaba colgado justo encima del lavamanos.

                      Su cabello rojo estaba desordenado y muy mojado, las gotas de agua corrían por su pecho y terminaban el recorrido donde empezaba la toalla. No podía negarlo, su cuerpo estaba bastante formado, había pasado horas y horas en el gimnasio para tener aquél cuerpo.

                      Entrando a la Universidad descubrió que tener un aspecto como aquél le ahorraría muchos problemas, además de que la impresión de que era un hombre de acero le facilitaba las cosas con las mujeres, incluyendo sus más amargadas profesoras, las cuales caían rendidas al ver a un chico guapo pero inteligente. Pero no toda su apariencia trasmitía fuerza, si alguien era capaz de detallarlo profundamente, iba a ser capaz de notar que lo más débil de él eran sus ojos color ámbar, la puerta de su alma, la única parte de él que le costaba como un demonio endurecer.

                      Nate seguía mirándose en el espejo cuando un rugido resonó en su estómago, había subido a su habitación sin cenar, había pasado la cena alto ya que en realidad no hubo cena como tal, cada quien se preparó lo que quería comer y ahí murió la noche, o eso creía. Las cosas en su casa desde que trajeron a Alec esa misma tarde habían estado demasiado tranquilas, todos se sentían más alivididos por el simple hecho de sentir cerca a su hermano, eso los reconfortaba.

Por si mañana no estoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora