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Todo el mundo había escuchado aquella historia.

No había oídos vírgenes en aquel internado, pues los alumnos la difundían por las noches, intentando asustar a los novatos. Megumi nunca había creído en ella.

Hasta que pudo escucharlo.

Fue aquella noche de tormenta, con los truenos haciendo temblar las ventanas; aquella noche en la que no podía pegar ojo, porque era un cobarde con los relámpagos y metía la cabeza debajo de la almohada, para no ver el resplandor. Incluso su propia habitación le asustaba.

Estaba acostumbrado a los sonidos extraños, a cosas que, sencillamente, no tenían explicación alguna. El lugar era antiguo —y una mierda, había que ser sinceros— y las paredes parecían hechas de papel. Podía saber lo que estaba pasando en la habitación de al lado, en la del fondo del pasillo, incluso en la capilla de fuera.

Pero, en aquellas tinieblas, mientras trataba de calmarse y no recordar lo bien que se sentía cuando estaba en su hogar, pudo oírlo a la perfección. Y se había estremecido, aquello lo continuaría viviendo en sus propias carnes durante las noches siguientes.

El sonido de las cadenas arrastrándose en el piso superior, los pasos lentos y pesados, como si eso llevara plomo atado a los pies. Los eslabones deslizándose sobre el suelo de madera, con el eco metálico que opacaba todo lo demás.

El corazón se le había desbocado en mil latidos desordenados y se había cubierto la cabeza con las sábanas, rezando todo lo que le habían enseñado, en voz baja.

Aquella noche no pudo conciliar el sueño, no hasta que pudo ver la luz del Sol, que amanecía en el horizonte. Sólo entonces el sonido de las cadenas había desaparecido.

Scarlet || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora