—¡¡No!! ¡No sé nada! —Chillaba, intentando empujarle en vano. —¡No lo conozco, joder! ¡¡Suéltame!!
Satoru agarraba sus finas manos, notando la piel suave, el ardor de la marca contra su palma. Las apresó por encima de la cabeza del chico, apretando con fuerza sus muñecas.
—Mientes. —Dijo, con el tono de voz completamente serio, normal. Sabía que aquello lo pondría de los nervios y lo pudo ver en aquellos iris de mar, en cómo temblaban y en las lágrimas que salían a borbotones de ellos. —Eres tan mentiroso.
—¡¡No!! —Gritó, mostrándole los dientes, como si fuera un animal salvaje. —¡Por favor, suéltame! ¡No sé nada, lo juro!
Megumi sollozó, bajando la cabeza en señal de rendición. Dejó de revolverse e intentó detener aquellos latidos que querían salir de su pecho. Cerró los ojos, negando una y otra vez, sorbiendo patéticamente por la nariz.
Y, precisamente, Sukuna le había pedido que escondiera la marca, que la ocultara, en especial del exorcista. Había sido un imprudente de mierda, un idiota que se había quedado embobado mirándola, acariciándola durante la clase que había tenido. Pero, le gustaba tanto, era como tener dos anillos en un mismo dedo, que ardían y propagaban su calor por todo su cuerpo. Un quejido lastimero se escapó de sus labios húmedos y salados.
—¿Y se puede saber cómo apareció esto? —El hombre ladeó la cabeza, soltando el agarre. Vio las marcas rojizas que habían dejado sus dedos sobre las muñecas del menor y sonrió con malicia. —Un niñato de mierda, no eres más que eso. —Vio que temblaba, encogido sobre sí mismo, completamente indefenso. El pelo azabache tenía motas de polvo. —Contesta.
—Pues... —Tenía que pensar rápido, dar alguna excusa, pero la falta de una respuesta inmediata acabó con Gojō tomándole del cuello del uniforme. Sus pies se alzaron en el aire, mientras se agarraba a sus hombros. Entró en pánico. —¡¡La pinté con un rotulador!! ¡La pinté, joder, me aburría en clase!
Pataleó con fuerza, pero no consiguió nada. Creía ahogarse, morir allí mismo en las manos de aquel estúpido tipo. Lo odiaba, su rostro se tornaba rojizo de dolor y rabia, las lágrimas fluían, iracundas, por sus mejillas y calaban su piel. Estaba cansado, agotado, no podía moverse. No podía dejar entrar todo el aire que quería a sus pulmones.
—Mientes. —El albino lo soltó de golpe, viendo cómo caía al suelo con fuerza. Fushiguro se hizo un ovillo, como si así pudiera evitar lo que estaba por ocurrir. —Mentiroso de mierda. —Se agachó frente a él y retiró los mechones de su frente. —¿No sabes quién era ese chico? ¿De verdad? No me lo creo, Megumi. Vas a tener que suplicar más.
El exorcista tiró de uno de los tobillos del muchacho, que trataba de arrastrarse por el suelo. Abrió sus piernas con violencia, escuchando un hueso estallar por el repentino movimiento, sus sollozos y quejidos. Se subió a horcajadas sobre su abdomen, apretando su cintura con las largas piernas.
—¿¡Qué vas a hacer!? ¡Suéltame, hijo de puta! —Intentaba dar manotazos a su rostro, pero no llegaba. El peso le hacía daño en las costillas, reventaba sus pensamientos. Ni siquiera tocaba sus pulmones, pero comenzó a hiperventilar. —Por favor...
Observó detenidamente las bonitas facciones cubiertas en desolación, la nariz respingada, rosada. Los débiles brazos trataban de desplazarle, sin conseguir absolutamente nada. Se agarraba a sí mismo del cuello, como si no pudiera respirar, como si se estuviera ahogando, arqueaba la espalda. Frunció el ceño, aquel chico era tan exagerado.
Se llevó una mano a los pantalones, sacando una preciosa daga de filo negro y reluciente. Pudo ver el terror tiñendo los preciosos ojos de mar, cómo sus movimientos se volvían más desesperados, sus gritos más fuertes.

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Scarlet || SukuFushi
FanfictionY decían que la mayoría de noches podía escucharse el sonido de las cadenas arrastrándose por el suelo. Creía oírlas cuando intentaba dormir, acosando sus sueños. ©Los personajes no me pertenecen, créditos a Gege Akutami •Universo alternativo »Come...