En parte, sentía que le había engañado.
—No se la muestres a nadie. —Lo había avisado. —Y mucho menos al exorcista.
Ver sus ilusionados ojitos de mar, su cuerpo desnudo envuelto en seda escarlata. Todo ello le resultaba extrañamente precioso, Megumi era bonito y alteraba todos sus sentidos.
No, no le había engañado, le había ocultado la verdad. La marca no era nada que proyectara un compromiso, sino un permiso. Gracias a ello, podía volver a pasearse libremente y sin ataduras. Podía estar en la habitación del chico sin llamar la atención del molesto poste de pelo blanco, con su enorme energía oscura.
Aquellos trazos negros dividían la energía para hacerla casi imperceptible. Parecía que seguía condenado a una vida —si es que se le podía llamar de tal manera— en el torreón, pero ahí estaba, tumbado entre las sábanas de Fushiguro.
—La marca hace que puedas tocarme sin... Causar lo de la otra vez. —Explicó, inquieto por aquella cabeza que se apoyaba en su pecho, abriendo el hueco de la tela de su túnica. Aquello era verdad. —No repele mi instinto natural, pero lo hace soportable durante bastante tiempo. De cualquier manera, te avisaré cuando haya problemas.
Dos días habían pasado, un fin de semana entre pequeños besos robados y tardes enteras en su cama. Le había mostrado sus proyectos para clases y había estudiado mientras él se dedicaba a observar sus delicadas manos escribiendo, el despeinado pelo azabache.
—Pero, ¿estamos comprometidos o no? —Cuestionó, mirando hacia arriba con un rubor en las mejillas.
—¿Por qué querrías comprometerte con alguien como yo? —Sukuna alzó una ceja, acariciando su espalda, pegándole más hacia él. —Incluso si quisieras hacerlo, dentro de unos años morirás. Continuaré aquí incluso después de que te hayas ido, ni siquiera somos lo mismo...
De repente Megumi se incorporó, sin molestarse en agarrar seda que lo envolvía, y lo encaró. Apoyó las manos a ambos lados de su cabeza, atrapándolo con su cuerpo.
—¡Cállate! —Pidió, tal vez en un tono demasiado alto. Podía ver lágrimas asomando a aquellos ojos de mar. —¡Me quedaré contigo! ¡Pase lo que pase! ¿No hay alguna forma de...?
Lo tomó del rostro, frustrado por aquella explosión. Lo miró, serio, preocupado. Vio cómo se mordía el labio inferior, intentando tragarse las palabras, ahogar sus sollozos. La seda cayó de sus hombros, dejando al descubierto su torso.
—No. —Quería ser autoritario, pero unos cálidos labios se posaron sobre los suyos en un efímero roce. Dejó que se desplomara sobre su pecho, agarrado a la túnica, separándola un poco para llegar a apoyarse sobre su piel. —Crecerás, saldrás de aquí y encontrarás a otros. Hasta entonces, yo estaré aquí, contigo.
—Pero, estoy enamorado de ti. —Su cuerpo temblaba, aferrándose a él como si, en cualquier momento, fuera a desvanecerse. —Eres lo único que me hace feliz. —Sorbió ruidosamente por la nariz, estaba hecho un pequeño desastre. —Quiero estar a tu lado para siempre.
Ryomen suspiró, abrazándolo, callado. No quería decir nada y no iba a hacerlo. Cerró los ojos, notando la calidez del pecho de Megumi contra el suyo, el roce de la tela escarlata por debajo de las sábanas.
Nunca le había ocurrido aquello, nunca había sabido lo que era estar enamorado. Lo último que necesitaba era hacerle daño, de nuevo.
—¿Tienes un Infierno? —Susurró el otro, cortando sus pensamientos. —Quiero sentarme a tu lado y ser tu príncipe.
—Ya lo eres, chiquitín.
Se escuchó una ligera risa y el sonido de varios besos sobre el pelo negro oscuridad.
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Scarlet || SukuFushi
FanficY decían que la mayoría de noches podía escucharse el sonido de las cadenas arrastrándose por el suelo. Creía oírlas cuando intentaba dormir, acosando sus sueños. ©Los personajes no me pertenecen, créditos a Gege Akutami •Universo alternativo »Come...