xiii. SIN RETROCEDER

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—Mataste a dos soldados de tu raza. Murieron creyendo que era mejor huir qué escuchar órdenes por tu estúpida aspiración a correr como una sucia rata. —los dientes crujieron, su voz grave, siempre que hablaba lo reconocía por el tono más pesado y oscuro entre los hombres. — ¿Creías estar acaso encima de otros? ¡¿Crees que puedes dejar tu mierda en nuestras narices...?!

—General Magath. —cortó Zeke Jaeger las blasfemias que el sargento Schwer escupía en mi dirección. — Permita que está situación se maneje en privado, por favor.

—¡¿Qué diablos estás hablando, Jaeger?! ¡Está situación también concierne al resto de los mandos, en este caso yo los representó!

—Sargento, usted no se encuentra en la misma posición que el general Magath con referente a nosotros, usted está por debajo. —respondió Zeke con un tono calmó pero sus expresiones eran nulas y frías.

—¡¿Ah?! ¡Te atreves a mucho, Jaeger! Así que ser el hijo del milagro se te ha subido a la cabeza. —lo fulminó con esos ojos pardos enrrojecidos. — Maldito infeliz...

—Suficiente. —habló finalmente Magath, despidiendo a unos soldados que recibieron órdenes de antaño para decidir el siguiente curso en medio de la nada donde nos encontramos. — Precisamente no necesitó que me recuerden lo que debo hacer, Sargento Schwer, esté acto será tratado con la severidad que requiere y el castigó.

Mis ojos fatigados cayeron hacia las botas cafés que cubrían mis pies, mis manos envueltas en la otra por un intentó sutil para no temblar seguían firmes sobre mi vientre y recta en una postura, aprendida desde mis primeros años, que no combinaba con mi expresión desolada y nerviosa. Pasé saliva por quinta vez con dificultad, mi boca continuaba seca y el corazón en mi pecho era delator de todos mis miedos.

—Infringir el órden de Marley merece la mismísima muerte, Magath, lo sabes.

—El castigó lo decidiré yo, Schwer. —contestó sin devolverle la mirada persistente al otro hombre.

—Tch... ¿En qué estás pensando tanto? —Schwer regresó a insistir por una respuesta clara, sus ojos resbalaron desde mis pies a mi rostro y en unas zancadas estuvo cerca de mi. — ¿Acaso le puedes ver un propósito? ¡Está perra no nos sirve de nada!

Sus dedos iban a extenderse hacia mí tras señalarme con desdén, pero el señor Jaeger continuaba junto a mi y un pasó de su parte hacia el sargento fue suficiente para detener sus intenciones. Las miradas afiladas del sargento no cesaron, sin embargo lo omití y detallé el actuar del señor Zeke cómo un apoyó el cuál sentía una parte de mi no merecer, no había escuchado sus palabras antes y por mi estaba enfrentando una situación de problemas cuando él podría tener otras obligaciones. Más si quería intentar sobrevivir en estás tierras no debería ocultarme tras las espaldas de terceros, realmente ni siquiera comprendía porqué podía llegar a creer en alguien aquí.

Me aleje de la sombra de Zeke Jaeger y únicamente observé al general Magath.

—S-si el sacrificio en masa le parece d-de u-utilidad para librar sus batallas, e-entonces no lo entiendo. Sinceramente n-no voy a justificar mis acciones y tampoco d-disculparme.

Hablé, lo hice sin tapujos pero con los nervios haciendo horrendos estragos en mi interior. Hablé y me sentencie a ser vista como un real objetó envuelto en cadenas para ser usado sin más pretextos. El general Magath ordenó que acompañaría a los guerreros al siguiente objetivo. Descubrieron la dirección por la que las Fuerzas Aliadas del Medio Oriente arribaron hacia nosotros y esa misma dirección sería el blanco a perseguir para dar con lo que tanto llevaban buscando. El fuerte enemigo.

Eso suponiendo que no fuese una trampa y en todo caso, al general Magath le dio completamente igual aumentar mis expectativas por vivir a su siguiente órden. El señor Zeke apenas pudo protestar para que yo pudiese regresar con los demás soldados a Riggan, a duras penas, porque al final no quedó otra opción más que aceptar lo inevitable. Juraría que todavía podía aferrarme a la promesa de Zeke Jaeger, que de salir viva volvería a ver a mi familia. Era lo único que me quedaba realmente, aferrarme a la ilusión, aunque está temblaba y punzaba en mi pecho en cuánto el señor Jaeger se apartó de mi lado para llevarnos hacia la camioneta que recorrería la búsqueda con nosotros dentro.

Reiner Braun tomó asiento delante de mi, lo observé de reojo pero no me desvíe de admirar mis manos presionadas en mi regazo, conteniendo el ardor en mis ojos y el terror creciente. No podía respirar tranquilamente, estaba haciendo demasiado ruido y casi jadeando para conseguir oxígeno en unos pulmones que solo parecían cerrarse.

El titán cuadrúpedo se perdió en mi campo de visión al segundo que abandonamos el antiguo terreno de barricadas. Reparé en la media sonrisa vulgar del sargento Schwer antes de montarme en la camioneta.

—Estarás bien.

La afirmación peculiar de Braun interrumpiendo el silencio del ambiente me despertó y abandoné la mirada de mis manos para ver su rostro, pálido.

—¿C-cómo puedes decir eso? —susurré, tan bajó y quizás no pudo oírme, pero él volvió hablar.

—Te cuidaré. —dijo y mi extrañeza no se borraba de mi rostro junto a las lágrimas contenidas. — El señor Zeke así lo quiere, así que cálmate un poco. —retrucó analizando mi perdido estado, el rubio se encorvo como si quisiera hacer de está conversación más privada, más todavía nos separaba un metro. — Yo voy... a cuidarte.

—¿Por qué...?

Reiner cambió su expresión neutral, sus ojos se abrieron más ligeramente en tanto yo lo veía y vaciló unos segundos.

—El señor Jaeger es nuestro jefe de guerra. Es lo que él me ha pedido y...

—Entonces, ¿Vas a pretender que no fuiste el imbécil de antes que perdió la cordura?

Los dos intercambiamos miradas sorpresivas en cuánto una tercera voz habló tajantemente. Giré a mi derecha y casi en el extremo del incómodo asiento observando el caminó que dejábamos atrás, Galliard se encontraba y volteó serio hacia el interior para esperar una respuesta de Reiner.

El momento dónde capturó mi brazo con una tenaz fuerza, casi al punto que parecía querer torcerlo, ese momento se repitió en mi mente y lo entendí encogiéndome en mi lugar.

—Yo no... no quise que pasará. —contestó débil el rubio frunciendo las cejas hacia arriba. — Lo lamentó, Angelika, no era mi intención. En verdad lo siento.

El soldado esperó que le devolviera la mirada, apesadumbrado.

—No importa. —suspiré con una voz débil, en verdad no importaba. Los pasos que debía continuar tomando eran decisivos y la promesa de regresar a casa era lo único que oprimía mi pecho. Me hacía sentir que aún vivía sobre este infierno y debía seguir así, entonces recuperé breve el aliento para soltar las siguientes palabras. — N-no p-puedo retroceder... N-no esperaré cubrirme trás u-una espalda. Necesitó seguir.

El silencio volvió a predominar en el ambiente, Galliard rechisto con la lengua y una mirada más intimidante hacia Reiner, como si lo viera culpable de todo lo que sucedía antes de girarse otra vez a mirar el horizonte.


𝐁𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍  ━━𝐩𝐨𝐫𝐜𝐨 𝐠𝐚𝐥𝐥𝐢𝐚𝐫𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora