CAPÍTULO 11: ANTES DEL VIAJE

37 9 2
                                    

Lamento la tardanza. Al llegar el 2021 me desconecté de todo lo que es wattpat xD y pues olvidé publicar esto.
Espero que los pocos que leen esto lo disfruten bastante.
Y perdonen los errores, esta historia la escribí un poco para reirme de lo lindo.

Al día siguiente los inadaptados (y Brat) se reunieron en el baño al final de clases para hacer un resumen de la situación actual.
—A ver si entiendo —dijo Roy—. ¿Asuntos secretos sabía que Kiwi tenía una bomba en el armario?
—¿De qué estás hablando? —protestó Tara—. No hubo nada de eso en lo que pasó esta semana.
—Es que fue tan aburrido que me inventé una historia alternativa —explicó el pecoso—. Tengo problemas de atención.
—Chicos, chicos. Hagamos un pequeño resumen —interrumpió Brat—: Tara, tú primero ¿Qué pasó con Tommy? ¿Es vampiro ahora?
—O sea… Técnicamente… no lo sé —explicó ella—. No le he hablado desde que ocurrió la mordida y él no ha movido un dedo para comunicarse conmigo.
—Sigue resistiendo, Tara —le aconsejó Roy—. Si de verdad le importas estoy seguro de que él te hablará primero a ti. Sigue ignorándolo.
—¿Tú crees, Roy?
—No, no hagas eso —aconsejó Kiwi—, necesitamos saber si es vampiro o no. De lo contrario la cosa se puede salir de las manos. Les recuerdo que no sabemos qué tipo de vampirismo tiene Tara. Si es como el que escribió Meyer, sus mordidas podrían ser contagiosas o venenosas… si por el contrario es como el vampirismo que escribió Anne Rice, solo se transmitiría si otro mortal bebiese su sangre... o algo por el estilo, la verdad aun no entiendo bien cómo funciona.  Ya vimos que Tara no se desintegra con el sol ni es vulnerable a artilugios religiosos, por lo que sus síntomas son completamente nuevos… Además… además…
—¿Estás bien, Kiwi? —le preguntó Brat, poniéndole una mano en el hombro.
—No, hablar me agota —respondió este último, sin aliento—. Además de que esta situación es demasiado crítica, no es una simple pelea de novios. 
—Bien, entonces sugiero que sea Tara quien vaya a hablar con Tom —propuso Brat—. Tara, debes pedirle perdón o algo así.
—¿Cómo se supone que le voy a explicar que lo mordí porque tenía hambre?
—Lo que le digas no importa. Lo importante es que veas cómo está antes de que vayamos con La Tortuga. No tiene sentido irnos de aquí y al volver encontrar que todos son vampiros menos tú. 
—¿Puedo explicarle que soy una chica vampiro?
—Siempre y cuando puedas controlar su reacción sí. Es tu secreto, tú decides. Pero sé consiente que no es algo que cualquiera se creería a la primera.
—Vale.
Roy no podía estar más en desacuerdo.
—Brat, ¿quién se murió y te puso a cargo? Para tu información yo estuve de líder todo el tiempo en que desapareciste.
—No, no fue así —dijeron Tara y Kiwi al mismo tiempo.
—La líder era yo —dijo Tara.
—Y Brat no se había ido a ninguna parte, era Hércules todo este tiempo —añadió Kiwi. 
A Roy eso le sabía a cuento chino.
—Esto de Brat-perro y La Tortuga me suena a fantasía ¿esperas que creamos que te puedes convertir en perro?
—Bueno… al principio fue un accidente pero…
—¿Pero? —Kiwi estaba intrigado con ese “pero”—. ¿Brat, hay algo más que no sepamos?
—Bueno pues…
—Chico, ya nos contaste sobre La Tortuga y el niño raro del sótano secreto —dijo Tara.
—Guarida Mágica —corrigió el deportista. 
—Lo que sea, Brok.
—Brat.
—Lo que sea, Hércules. Yo me lo creo. Digo, no tengo razón para dudar. Si hay algo más me gustaría que me lo… quiero decir, nos gustaría que lo dijeras. 
El deportista dio un profundo suspiro y miró al techo con hartazgo.
—Bien, pero manténganlo en secreto.
De pronto, bajo el cabello de Brat brotó mágicamente un par de orejas, OREJAS DE PERRO. Como las de Hércules para más grandes.
—¡OMG! ¿Tienes 4 orejas?
—¡Brat! Eres un fenómeno —rio Roy.
El chico se ruborizó al mostrar sus nuevas extremidades caninas. Kiwi, anonadado por la ternura, flotó varios centímetros del suelo y tiró ligeramente de las orejitas del deportista para asegurarse de que estuvieran pegadas a su cabeza… ¡eran reales! 
—Es precioso —murmuró Kiwi—. Y peludito…
—Y también tengo una cola —comentó el chico, al notar que Kiwi no lo encontraba repugnante sino cautivador, ello hizo que se emocionara y agitara una cola de unos 40 centímetros que brotó enérgicamente detrás de él—, es algo molesto.
—Eres cada día más fascinante —se sonrió Karman, Brat se relamió los labios.
—De modo que es cierto. Eres Hércules… ¿pero cómo puedes tener aún las orejas y la cola? —preguntó Roy. 
—Creo que son un efecto secundario. No sé si desaparecerán después o es de por vida. Por ahora solo aparecen cuando quiero… o cuando me emociono. Y con las orejas puedo escuchar mucho mejor.
—¡OMFG! —exclamó Tara—. ¡Eres como Jacob de Crepúsculo! Puedes transformarte en Hombre Loco.
—Querrás decir hombre lobo.
—Sé lo que dije —Tara de repente parecía muy interesada en Brat—. Olvidémonos de Tommy; El destino me dice que tú y yo estamos destinados… Bret.
—Brat.
—¡Lo que sea! 
—¡NOOO! Alto, Tara, no puedes ser la novia de Brat —protestó Roy indignado, apartando a la chica del deportista—. Es superficial, y su aliento huele a perro y tiene pulgas. 
—¡Oye! —protestó el deportista alzando las orejas—. No tengo pulgas. Además… ¡Qué asco! Jamás estaría contigo, Tara. 
—Venga ya, ¿por qué no? —insistió ella—, siempre quise un hombre lobo de novio.
En ese momento Kiwi flotó hasta interponerse entre ambos.
—Quieta ahí, morena —le dijo—. Este chico es mío.
—¿Tuyo? —dijo Tara con sorpresa.
—¿Tuyo? —repitió Roy.
—Mío —reafirmó Kiwi, flotando al lado de Brat y abrazándolo de costado.
—Es cierto. Soy suyo —certificó el deportista agitándolo la colita—. Para siempre. 
—Kiwi… ¿Vas a quitarme el novio? —dramatizó Tara.
—Tú y yo nunca fuimos nada, insecta —le recordó Brat. 
—Je, je, je… Brat. Esa boca —le reprochó gentilmente Kiwi, haciendo que su fiel compañero dejara caer las orejitas, solo para rascarle la cabeza y hacer que la colita se le agitara sin control—. Yo mismo lo llevé a casa, lo alimenté, lo bañé y cuidé. Me pertenece. 
—Vaya —dijo Roy justo después de silbar de sorpresa—. A eso llamo yo “amor de perros”
—No es gracioso —comentó Tara—. Está bien, te lo puedes quedar, Kiwi. Pero solo porque eres mi amigo y mi traductor… quiero decir, mi corrector de gramática.
—Qué generosa eres —opinó divertidamente el chico volador. Este día, Kiwi ya no traía su clásico suéter naranja, ese lo vestía Brat. En su lugar, el niño traía un suéter más a su medida que ya no le tapaba las manos—. Bueno, a lo que íbamos. Hoy nos encontraremos con Gregorio en el parque de primaria, vamos.
—Oigan, esperen chicos —interrumpió Roy—. Ya hablamos de ustedes, pero no hemos hablado de mí. ¿Qué no quieren escuchar lo que yo estuve haciendo?
—Depende, ¿es relevante de algún modo? —preguntó Brat, con suspicacia—. Quiero decir, relevante de verdad.
—Claro que sí —afirmó él.
—A ver, escupe.
—¡Ejem! Verán. Pasa y resulta que aprendí a mover objetos pesados con la mente.
Los tres oyentes se quedaron esperando por el resto de la información… pero no llegaba.
—¿Y qué más?
—Nada más. Ahora muevo sillas y muebles pesados. 
Tara fue la que habló después:
—Roy, ¿eso en qué sentido es relevante?
—En el sentido de que he crecido como persona —les dijo él, muy orgulloso. 
—Bu…. Bueno —dejó salir Kiwi con incomodidad—. Te… felicitamos… ¿verdad, chicos?
—Emmm… sí, seguro —dijo Brat, encogiéndose de hombros.
—Supongo —opinó Tara.
—Gracias —dijo Roy con petulancia.
—Bien pues… Brat, llevamos con el hombrecillo mágico —solicitó Kiwi, flotando hasta los hombros del deportista y quedándose ahí sentado por comodidad, al chico no parecía incomodarle— ¿o era un duende?
—Es un estudiante de la escuela —le recordó Brat—. Repartió los contratos para aumentar el negocio de La Tortuga. 
Los cuatros compañeros caminaron por el pasillo de forma heroica y despampanante mientras la canción “When can be Heros” de David Bowei sonaba de fondo para darle un tinte épico a su andar y hacerlos ver mucho más intrépidos y audaces. 
Cuando llegaron al parque infantil donde Gregorio los estaba esperando Kiwi dijo:
—Tara, ya puedes quitar la canción, llegar aquí fue más rápido de lo que pensé.
Tara pausó la melodía en su teléfono con premura.
—Tenía que darle ambiente al momento —comentó ella.
—¡Brat! Has traído a tus amigos —se contentó Gregorio al verlos a todos reunidos—. Me alegra ver que ya no eres un perro… lo siento, no sabía que eso podía pasar.
—Te creo —le comentó Brat sin apenas saludar—, pero dime una cosa, ¿esto tampoco lo esperabas? 
De repente le volvieron a brotar las orejas y la cola que hasta hacía un momento tenía escondidas.
—¡Qué guay! —exclamó Gregorio—. Eres un hombre perro ahora. Según las instrucciones del brazalete esa debería ser la fase final… encontré más información después que te fueras. 
—¿Hay un modo de quitarlas? Quiero decir, ya no soy un perro pero… para siempre me refiero.
—Pues técnicamente el brazalete debería aparecer en tu muñeca cada luna llena. Si te lo quitas deberías ser normal.
—Vaya por Dios ¿tengo que esperar a la luna llena?
—Ahora te puedes transformar a voluntad. No hay tanto lío. Solo ten cuidado.
—¿Vas a querer el brazalete de vuelta?
—La verdad no —confesó Gregorio—. Te lo puedes quedar. No me sirve de nada si tengo que ser un perro por una semana antes de usarlo. 
—O sea que me llevé la peor parte.
—No necesariamente —opinó Kiwi, frotando su orejitas y haciéndolo regodearse de un placer culposo que no estaba dispuesto a compartir allí mismo—. A mí me gustan tus orejitas. Deberías conservarlas.
—¿Cre-crees que me quedan bien?
—Totalmente —opinó el chico, flotando lejos de su espalda para ponerse de pie junto a él—. Te hacen más adorable. Me gustas así.
—Je, je… Bueno —se ruborizó el futbolista. 
—Gregorio ¿no? —dijo Kiwi—. Un gusto en conocerte. Esta es Tara, mi amiga vampiresa con mucho apetito. 
—Hola —dijo ella.
—Y este es Roy… Emm… Él tiene salud, más o menos.
—¡Y muevo objetos con la mente! —declaró el chico.
—Y mueve objetos con la mente —repitió cansadamente Kiwi—. Vinimos para conocerte… y porque eres el único que ha visto a La Tortuga.
—Bueno, si quieren verla pónganse en fila. Los puedo mandar a su mundo ya mismo —les explicó Gregorio con soltura.
Kiwi levantó la mano, para indicar que no había prisa.
—No justo ahora —explicó—: Primero debemos comprobar unan cosa antes de irnos. Después de que la comprobemos podrás montarnos allí.
—Oh… Si ustedes lo dicen. No tengo problema. Pero ¿Qué es eso tan importante?
—Verás, nuestra amiga es vampiro. Como sabrás lo pidió mediante los contratos. Dime ¿es posible que su vampirismo sea contagioso?
En primera instancia Gregorio no estaba seguro.
—Le verdad no lo sé —respondió—. Los regalos de La Tortuga no se pueden compartir de ese modo. A no ser que sean objetos concretos. Como no sé si el vampirismo es una maldición o una enfermedad realmente… pues no sabría decir. Creo que sería mal asunto negociar algo que se puede multiplicar igualmente en muchas partes. No es lógico a no ser que haya algún tipo de control. Por otra parte, la sed y el hambre que Brat me comentó sí son posibles. Ya que es algo que está padeciendo y puede afectar a los demás. Por eso los ayudo. Cuando repartí los contratos no pensé que la gente beneficiada podría lastimar sin querer a los otros que le rodean. Lógicamente cada quien hace lo que quiere con sus posiciones y puede ser castigo por sus acciones voluntarias, pero el hambre de Tara no es voluntario ¿o me equivoco?
—El otro día mordí a mi novio y no sé si se ha convertido —confesó ella.
—Entonces debes averiguarlo. Todo sea para apelar al juicio de La Tortuga. Seré honesto, sólo el caso de Tara a mis ojos es merecedor de una negociación o reembolso, el del resto no tanto.
—¡Yo perdí mi sentido del olfato! —se quejó Roy—. No sabía lo que iba a perder. No es justo. Y también perdí dientes.
—¿Perdiste dientes y el olfato al mismo tiempo?
—MM… No… Firmé dos contratos —admitió con vergüenza.
—Quiere decir que quedaste satisfecho con el primer negocio y lo repetiste a sabiendas de lo que pasaría ¿no?
—No, no es así. 
—¿Entonces por qué firmaste dos veces?
—Pues porque quería una segunda oportunidad o arreglar lo que había hecho. Dah’ —replicó el pecoso, como si ese pensamiento fuera lógico de algún modo.
—¿Quieres decir que intentaste recuperar el sentido del olfato en el segundo contrato?
—Mm… No… de hecho pedí algo completamente distinto en la segunda oportunidad pero…
—Tú caso tiene agujeros —le replicó Gregorio—. Chicos, el camino para ver a La Tortuga no se recorre en media hora. Así que les sugiero que vayan pensando en sus motivos para defender su caso si quieren un rembolso (al que ya renunciaron) o a una negociación (que no es obligatoria de cumplir).
—Habla muy burócrata para ser un niño —opinó ponzoñosamente Roy.
—Escuché eso —afirmó Gregorio, haciendo que Roy se sobresaltara—. La razón es porque en realidad soy algo mayor que ustedes aunque me vean joven. Hace unos años tuve una regresión de edad. 
—¿Cómo las personas víctimas del virus de la juventud? —preguntó Kiwi—. ¿Eres uno de ellos?
—Técnicamente no. Mi regresión de edad fue por motivos mágicos y no por el virus… Y fue antes de que de la pandemia y los experimentos en las cárceles del gobierno.
—Supongo que por la regresión es que estás usando pañales —volvió a opinar Roy—, ¿acaso te mojas sin darte cuenta. Gran bebote? —en el fondo el chico estaba ardido porque le dijeron que su caso no tenía sustento.
Brat le dio un pisotón a Roy para que se callara, si  ofendía al portero de la puerta podía no querer ayudarlos después.
—¡AY! ¿Qué haces idiota?
—Cierra el pico Roy.
—¿Qué? ¿Acaso es privado? Desde Plutón se nota que está usando pañales. No soy el único que los ve.
—Pero sí eres el único sin modales ni tacto —le recriminó Brat—. Su ropa interior es asunto suyo. Y aunque llevara pañales no es motivo de vergüenza.
Kiwi en ese momento tragó saliva, Brat lo estaba defendiendo indirectamente, y eso lo ponía contento.
—No estoy diciendo que sea malo… solo digo que con los pañales parece un gran y enorme bebé, es todo.
—¡Roy! —le espetó Brat.
—¿Cuál es el problema? ¿Te fastidia que le diga eso? ¿O acaso tú mojas tus pantalones sin darte cuenta y te sentiste aludido?
—¿Y si así fuera qué? —Brat bajó las orejas en amenaza y apretó los puños listo darle su merecido al bocazas—. ¿Te burlarías acaso?
Roy retrocedió un paso, intimidado por los ojos y el tono de voz del chico perro. No se metería en ese conflicto a sabiendas que iba a perder.
—No, yo no. Claro que no. Es… normal y natural tener accidentes —dejo finalmente, fingiendo demencia. 
—¡Ejem! —interrumpió Gregorio—. Pues sí. Es muy descortés de tu parte comentarlo y preguntar algo así. Pero para darles una respuesta, he de decirles que después de mi regresión la capacidad de… contenerme fue el precio a pagar por mis cosas mágicas. Un precio muy alto tal vez para algunos. ¿Me arrepiento? La verdad no. Hasta podría decir que es cómodo.
—Sí, cómodo… ¿verdad? —dijo finalmente Kiwi, con rubor en las mejillas—, y suave.
—Y esponjoso —añadió Gregorio, sonriente…
—Sí…
—¡Ejem! —interrumpió Tara esta vez—. De acuerdo. Voy a ir a buscar a Tommy hoy. Así que mañana viajaremos. Deséenme suerte; le contaré que soy un vampiro y tengo miedo a que me abandone… o me crea loca. 
—Buena suerte —le dijo Kiwi.
—Mucha mierda —añadió Roy disgustado a regañadientes. 
(nota del autor: La expresión “mucha muerda” Se decía de buena para los actores en la antigüedad. Porque significaba que venía tanta gente a ver su espectáculo que el campo se llenaba de mierda de caballos gracias a la gran cantidad de gente que veía y dejaba el lugar lleno de espectadores. Dicho de otra forma, “mucha mierda” es otra forma de decir “Casa llena”)
—Suerte —dijo Gregorio.
—Rompete una pierna —aconsejó Brat.
—¡Oh! Muy artísticas sus formas de desearme buena suerte —replicó Tara.
—¿Quién dijo que te deseo buena suerte? —protestó Brat, sacando un martillo de la mochila y entregándoselo a la chica en la mano—, dije que Te-rompas-una-pierna. Literalmente. De esa manera, cuando se regenere Tommy te creerá. 
—Un poco extremo… ¿no crees?
—¿Qué? ¿Acaso tu amor no es tan fuerte como para romper tus propios huesos? Si no es así es que no estás enamorada.
—¡Está bien! Lo entiendo. Dios, qué pesado que eres. 
Tara se fue corriendo a casa de Tommy. Cuando se hubo ido, Brat dijo:
—10 verdes a que rompe con ella.
Y luego Kiwi dijo:
—5 a que se convirtió en vampiro.
—10 a que no es vampiro —subió la apuesta Gregorio.
—20 a que ella rompe con él y se convierte en mi novia.
Los otros tres chicos miraron a Roy, poniéndole ceños fruncidos y malas caras. Esa apuesta les parecía de muy mal gusto.
—Oh, por favor ¿lo de ustedes sí pero lo mío no?
—Estás enfermo Roy —dijo Brat.
—Lo tuyo es grave —añadió Kiwi.
—Me das asco —expresó Gregorio con una sonrisita.
—¡Hipócritas! —les espetó el pecoso refunfuñando.

GENTE ROTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora