CAPÍTULO 13: PUROS DE CORAZÓN

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Tara cayó desde las alturas. Un aire fresco con olor a incienso rozó cada parte de su piel descubierta. Finalmente se precipitó al suelo estridentemente.

—¡AH! —exhaló al caer de cara sobre el pasto—. ¿No hacen portales más cómodos con magia?

—¿Por qué tardaste tanto? —le preguntó Roy, de pie y con impaciencia—. El portal casi se cierra.

—Me distraje —se excusó ella.

—Tardaste tanto que el portal empezó a subir al cielo y cerrarse. Menos mal que eres resistente —le dijo Kiwi.

—Una lástima que no te hayas roto algo. Me hubiera gustado verlo —sentenció un decepcionado Brat—. Creo que hay un acantilado por allá ¿Qué tal si te tiras y nos das una demostración de tus poderes? Es más, te desafío.

—No vinimos a jugar, Brat —le recordó gentilmente Kiwi—. Luego jugamos ¿sí?

Tara se levantó de la grama y se sacudió el pantalón. Una pequeña parte de ella empezó a pensar con resentimiento que Gregorio había propiciado su tardanza por alguna extraña razón que escapaba a su conocimiento.

—El que pueda sobrevivir no quiero decir que no me duela siempre.

—Mejor aún —se encogió de hombros Brat, como si el dolor de la vampiresa le trajera sin cuidado.

La chica miró a su alrededor. Estaban en un gran claro de hierba amarillenta y seca. Al Norte se veía un lago de agua cristalina y al sur se encontraba el linde de un bosque con árboles tan inmensos que superaban los 50 metros con facilidad. El cielo estaba semi nublado y parecía estar a punto de llover. El aire olía a consultorio de masajista y a la distancia se podía oír el fluir de un río.

—¿Este es el mundo mágico de La Tortuga? —preguntó despectivamente Roy—. No se ve muy mágico. Ni muy tortugesco

—¿Qué esperabas? —le preguntó Brat—. ¿Árboles que hablan, hadas y caminos de caramelo?

—No tienes que hacerme parecer un idiota, Brat. ¡Por supuesto que no esperaba eso! Creo...

—Yo no te he dicho idiota —se excusó el jugador de futbol—. Solo te hago una pregunta sincera. Sentirte tonto es tu elección.

—Ahora estás poniendo en duda mi inteligencia —afirmó el pecoso.

—Roy, calma. Acabamos de llegar —le aconsejó Kiwi—, nadie aquí está poniendo a prueba tu dudosa inteligencia.

—No intentes razonar con él, Kiwi —aconsejó Brat—. Es obvio que no tomó su sueño de belleza.

—¡¿Cómo te atreves?! ¿Quién te dijo que tomo sueños de belleza? —bramó irritado Roy.

—Tú. Tú lo dijiste —le recordó Brat—. Cielos, en la cafetería ¿recuerdas?

—Ah... sí. Lo hice... lo siento. Je, je...

—Puedo escuchar un rió cerca de aquí —comentó Tara, ajena a la discusión—, por alguna parte.

Brat, acto seguido, desplegó sus orejitas de perro bien erguidas para comprobarlo.

—Tienes razón —afirmó—. Es por ahí. Vamos.

Con el deportista a la cabeza Tara fue tras él. Seguida de Kiwi que decidió flotar para evitar el relieve dispar de la tierra; y al final de la excursión iba Roy con cara de disgusto y escepticismo.

"¿Es este en verdad un mundo mágico donde vive una tortuga que hace contratos? Me siento estafado ¿Dónde está el brillo, la escarcha, los bichos raros y Lana del Rey? No sabía que los mundos mágicos fueran tan aburridos, supongo que por eso nunca me gustó Harry Potter" pensó mientras caminaba y se detenía para observar el rio.

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