CAPÍTULO 4: MARTILLOS

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Al día siguiente Tara fue a clases con normalidad. Todavía no entendía qué había cambiado en su vida ahora que era vampiro; no parecía ser muy diferente a ser una humana común y silvestre. Esa noche comió como de costumbre la cena que le plantaron en la mesa y, pese a no poder soñar con nada por ser una criatura nocturna, cerró los ojos acostada en la cama y procuró fingir que dormía... sin darse cuenta se durmió de verdad. ¿Entonces era un vampiro real o solo se lo estaba imaginando? ¿Estaría realmente loca o solo serían patrañas que decía la gente a su alrededor? Porque una cosa era verídica: había perdido los pezones y eso significaba que había ganado algo a cambio. ¿Era su premio tener colmillos más largos y la piel paliducha? Ni si quiera se veía tan sexy siendo enfermizamente blanca cómo ella pensaba que sería. Ya no podía notar mucho las bajas temperaturas, el calor por otro lado se le antojaba irritante. El tacto de sus dedos era, definitivamente el de un muerto, tal lo demostró al darle un abrazo a su madre a la mañana siguiente "Tara, querida. No deberías abusar del aire acondicionado, te vas a resfriar. Mira nada más lo fría que estás. Es como si no te corriera la sangre por el cuerpo".

Otra cosa que notó que es no sentía hambre en lo absoluto. Comía para aparentar normalidad aunque que su estómago no le exigiera alimentarse.

Hoy estaba en clase de castellano y la profesora Sivil llamaba a uno por uno para que recitara su informe a todos los presentes. Era un trabajo libre, así que ellos podían escoger el tema y desarrollarlo a su antojo. Sorprendentemente Tara sí hizo la tarea esta vez. Tenía mucha más energía desde que se había convertido, y estaba particularmente animada a no ser un rotundo fracaso y una molestia para sus padres. Un nuevo capítulo de su vida fue abierto para encaminar su existencia a ser una estudiante modelo y recatada... o al menos a no ser una mediocre como lo venía siendo desde que empezó el curso.

—Tara Hills —anunció la Profesara Sivil.

Todos vieron como la chica gótica —que hoy iba vestida con un vestido negro ceñido al cuerpo, unas medias largas hasta los muslos, un reloj de bolsillo guindado de su cuello y una cantidad casi criminal y mal aplicada de sombra de ojos y lápiz labial negro— ir al frente de la clase en con su informe entre las manos. Debía hacer su mejor esfuerzo para salir bien en esta materia y tener algo que presumirle a su padre después.

Empezó a leer de forma fluida, haciendo pausas dramáticas y captando la atención de todos en el lugar:

—Cómo ya sabrán. Mi padre es ginecólogo y mi familia tiene mucho dinero. Por lo tanto me tomé la libertad de entrevistar a mi padre sobre el proceso del alumbramiento de un ser humano y, esto fue lo que me contestó:

"El momento del alumbramiento es un proceso horrible, absolutamente horrible fascinante. Traumático tanto para la madre, para el bebé como para el médico. Lleno de líquido amniótico, sangre y otros fluidos extraños y mórbidos que, no en balde, recubren la existencia del ser que vendrá a arrastrarse por este mundo hostil"

Todos se quedaron anonadados con el informe de Tara y le aplaudieron fuerte y estridentemente. La profesora Sivil se veía particularmente orgullosa y proclamó:

—¡Bien hecho Tara! Tendrás puntos positivos por el resto del año. Chicos. Por favor felicidad más a Tara por su impecable e intachable manuscrito ¡bravo!

Todos volvieron aplaudir. Un chicos del montó fue corriendo hasta Tara para postrarse ante ella de rodillas y besarle suculentamente la mano.

­—¡TARA HILLS! —dijo este con urgencia—. Siempre he estado enamorado de ti en secreto y nunca había tenido el valor para contártelo pero, después de que leyeras tan maravilloso informe me he armado del coraje para proclamarte mi amor eterno y devoción a ti, mi Diosa de pelo teñido.

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