CAPÍTULO 10: ASUNTOS DE PAREJA

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Tara escondió la hielera en un lugar donde sus padres jamás lo encontrarían: en el garaje, detrás de caja de herramientas. Cada vez que su madre le pedía a su padre que reparara algo en la casa él siempre decía que lo haría eventualmente... y nunca lo hacía, por lo que su madre se acababa cansando del asunto y lo arreglaba ella misma o contrata a un tercero que traía sus propias herramientas. Era un plan perfecto en el corto plazo para consumir su dotación de sangre antes de levantar sospechas. Después se desharía de la hielera en una forma elegante y descrita: En otras palabras; tirándola desde un rascacielos para que se destruyera en el proceso. No existían fallas en el plan.

El tiempo pasó, la chica al comienzo dejó de tener la imperiosa necesidad de morder a su novio con morboso ímpetu cada vez que estaban juntos, por lo menos los primeros dos días...

Una tarde, estando él recostado sobre el regazo de ella, cómodamente mientras veían el último capítulo de Gantz, las ansias retornaron cuando la chica bajó la mirada hasta el pálido cuello de su otaku preferido, podía escuchar desde allí el latido del corazón de Tommy y el sutil movimiento de expansión de sus arterias sobre la piel; o puede que fuera su imaginación.

Le acarició el cuello, pensando lejanamente que desde que estaban juntos Tommy no había intentado sobrepasarse con ella más allá de simples besos, no es que ella se quejara, pero juraba que una relación debía tener contenido tripe X con bastante frecuencia. Quizá las relaciones eran más complicadas de lo que había supuesto. Eso también estaba bien, se divertía mucho.

Ese día sin embargo, su mundo color rosa e inocente se vio manchado por un deseo impuro, uno no humano, sino animalesco. Sus fauces filosas añoraban el dulce néctar del asesinato, un deseo que solo podía ser saciado con la sangre de Tommy. Intentaba no verlo como comida, sino como su novio, mas las ansias repentinas propiciaban una distorsión en su mente perturbada. ¿Había consumido sangre esa mañana? Sí, lo había hecho. Aun así la sensación de sed destacaba por su presencia. ¿Eran pues, sus impulsos comandados por la necesitad de alimentarse o era simple gula? Gula... el pecado de la Gula del cual ya no estaba interesada en lo que a comida mundana se refería. El tipo de gula que sentía era... Sanguinolenta.

—Esto no está bien —se quejó Tommy irritado—. Este final es muy apresurado, no han contado suficiente del manga original, ni siquiera la cuarta parte. Quedan como otras 7 misiones que no cuelan ¿Qué pasó con la regla de poder revivir a sus compañeros?

Tara lo ignoró para inclinarse lentamente sobre su cuello... y darle un besito.

Tommy sonrió, lo tomó como un acto de consolación para con su enojo injustificado. Pero luego sintió un lengüetazo... y luego un mordisquito ¿Qué estaba pasando? ¿Sería posible que su waifu estuviera dispuesta a cruzar límites perversos? Tommy lo sospechaba, pero estaba errado. Los límites que ella iba a cruzar eran otros.

—Delicioso... —susurró ella—. Sabes delicioso...

El chico se sonrojó como un tomate, encogiéndose de la sorpresa, no sabía reaccionar ante ese comentario. Tara era la primera novia que tenía y no se sentía listo.

—T-Tara... yo...

—Tan... delicioso... —la voz de la chica se tornaba suave, acaramelada, embriagada de deseo—. Y suculento...

—Tara... yo... yo...

Tommy dejó escapar un resoplido cuando ella le volvió a dar otra lamida... y dio un jadeo sorpresivo cuando sintió unos dientes muy filosos enterrársele en el cuello. Su espalda se curvó y todo el cuerpo se le tensó en medio de la confusión. Comprendió que la chica lo estaba mordiendo; como un león que le hinca las fauces de una cebra, excepto que la cebra estaba tan asustada en este caso que no pudo moverse. Tara le posó una mano por la cabeza y le acarició el cabello, tranquilizándolo instintivamente mientras empezaba a succionar su vida. A Tommy el corazón se le aceleró y amenazó con salírsele del pecho. Aquella tarde se sintió indefenso y vulnerable... No fue hasta unos lentos segundos después que se dio cuenta que no era el cuello lo que le estaban mordiendo sino el hombro. No se estaba desangrando hasta la muerte, o al menos no lo sentía así.

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