CAPÍTULO 6: DERECHO DE PROPIEDAD

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En el baño de chicos Karman esperó pacientemente a que los demás llegaran.

Primero llegó Roy.

­—¿Encontraste algo? —Le preguntó Kiwi.

—Nada de nada —respondió el otro—. El director me regañó y amenazó con llamar a mi madre por teléfono.

—¿Y lo hizo?

—Emm... No. Logré convencerlo —respondió, mirando a otro lado, procurando no hacer contacto visual.

—¿Cómo?

—Pues... tú sabes. Tengo mis métodos.

La verdad es que cuando Roy fue pillado husmeando en la oficina del director Marujillo fue tal que así:

—¿Y tú qué estás haciendo aquí, niñato? —le había gritado director mientras se ajustaba una bufanda al cuello. No porque tuviera frío, simplemente tenía alto sentido de la moda—. No pintas nada aquí.

—¡¿Yo?! Eh... eh... bueno. Estaba... estaba... limpiando su oficina señor. Es que está muy sucia.

—¿Dices que mi oficina está mugrienta? ¡¿Cómo te atreves?!

Si el comité de representantes no anduviera tras su cabeza, los tiempos que corrían fueran otros y además esta fuese una escuela pública Marujillo ya se hubiera quitado el zapato impunemente para blandirlo contra el invasor de sus dominios.

—¡No! No quise decir eso director Marujillo. Yo... quise decir que se podría verse mejor.

—¿Insinúas que no sé nada de decoración de interiores ni Feng Shui?

El director se cruzó de brazos con suficiencia, expectante de la contestación.

—¡No! A ver. No me mal entienda. Verá usted...

—Verá un pepino. Ahora mismo me dices qué hacías aquí o llamo a tus representantes para que ellos me lo expliquen, señorito... señorito...

—Brat. Brat Hammon —mintió Roy.

—Señorito Brat. Más te vale que la explicación sea decente o haré que tus padres deseen no haberte engendrado.

—¡No por favor! Señor director. No los llame, mis adinerados padres no deben enterarse, se lo pido.

—Pues si tanto les temes entonces dime de una vez qué deseas, niño afeminado.­

—¿Afeminado? —se ofendió Roy—. ¿Qué le hace pensar que soy homosexual?

El director escrutó a Roy con la mirada.

—Yo dije AFEMINADO, no homosexual. Son dos cosas distintas. ­—Marujillo se sentó en su escritorio y se sirvió una taza de té, dio un sonoro sorbo con el meñique levantado y prosiguió—. Aunque ahora que lo mencionas es sospechoso que te ofendas por eso.

—¿Yo? ¿O-ofendido? No... ¿Cómo se le ocurre? Je... Je, Je, je, je, je. Quiero decir. 40% de la población mundial es gay. Lo muestran las estadísticas ¿Cómo podría estar ofendido? Ni que me hubiera dicho nazi o cristiano.

—¿Tienes algo encontrar de los cristianos? Porque si es así... En escuela no hay lugar para los intolerantes no creyentes.

A Roy se le cayó el alma al suelo. Parecía que cada cosa que decía lo enterraba otro tramo en su tumba.

—N-no... no lo tengo. Lo siento. ¡Olvide que he abierto la boca, señor!

—Yo nunca olvido lo que oigo, niño. Nunca olvido. Vas a recibir un castigo ejemplar por irrumpir en mi oficina y ofender una religión en peligro de extinción. Y por hacer comentarios sospechosamente homófonos.

GENTE ROTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora