CAPÍTULO 3: EL CLUB DE LOS INADAPTADOS

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A la mañana siguiente Tara estaba escondida en el baño de los chicos. Se metió ahí para buscar una nueva hoja de contrato y así obtener su mortalidad de vuelta ¡Ser una vampiresa no era cool como ella pensaba!

Esa mañana al despertar el brillo del sol le irritó la piel pálida. No la quemó y ni la mató como pensó que pasaría pero sí le incomodó mucho. Y ni siquiera había demasiada luz, era solo la luz mañanera que traspasaba se filtraba por las cortinas y le tocaba la piel.

Su padre entró a su habitación sin avisar y la encontró sin camisón, se enfadó con ella, irritado por la impuntualidad de su hija.

—Tara ­—le dijo con enojo—. Vas a llegar tarde a clases hija. Si sigues faltando te van a suspender. Anda. Ponte la ropa rara esa que te compramos y vámonos de una vez. No hay tiempo para desayunar.

Tara se incorporó y se aferró muy arrepentida de sus actos a su padre.

—¡Papá! He hecho alto terrible. Papá, tienes que ayudarme.

—¿Ahora qué tienes, Tara? Te advierto que no importa qué drama me montes. No vas a faltar a clases hoy también.

—Pero papá, mírame. Estoy pálida como una hoja de papel.

—Hija, siempre estás pálida.

­—Pero papá, mira mis colmillos, son más grandes.

—El dentista dijo que todavía no te terminaban de salir, pronto te pondremos ortodoncia, tranquila.

—¡Papá, no lo entiendes! Soy un vampiro. Estoy medio muerta.

—Sí hija, ya sé que te gusta jugar a eso ahora. ¿Adivina qué? Yo soy un hombre lobo —Bromeó el señor Freddy, no sin olvidar la premura que traía—. Es el secreto ancestral de mi familia ¿no notas lo peludo que tengo el pecho, los brazos y las piernas? Es mi pelaje natural.

—¡PAAAAAA! Esto es serio. Firmé un contrato con Lucifer y ahora soy inmortal. ¡Pero he perdido mis tetas! Papá, estaré plana para siempre. Siempre estaré así.

Su padre suspiró, y en lugar de ver los pezones de su hija (que ella tanto le insistió en que viera) él se dio la vuelta y he hizo ademán de que se apurara, no sin antes decirle:

—Tú mamá ya te lo dijo Tara, las mujeres de la familia no son muy dotaras. Debes quererte a ti misma tal y como eres.

—¡Pero papá! Voy a ser una tabla por toda la eternidad. Esto es horrible.

—Tara, no todo el en la vida son senos. A los hombres nos gustan otras partes de las mujeres, Cuando crezcas y salgas con chicos lo verás.

—Pa'. Yo nunca voy a crecer. Voy a quedarme así para siempre. ¿Qué es lo que no entiendes?

—Cariño. Para mí siempre serás mi niñita. Pero todo el mundo crece. Aunque yo en tu lugar no tendría prisa. Disfruta ahora que no te ha bajado la regla. Serán los días más dulces de tu vida hasta que llegue la menopausia. Puedes creer en lo que digo, soy ginecólogo.

­—Pero...

—¡A vestirse, jovencita! —ordenó su padre con firmeza al final. Cuando Tara se ponía cabezota había que ser estricto o no se ubicaba.

La niña no tuvo otra opción más que obedecer, Al llegar al umbral de la puerta se dio cuenta que allá afuera había demasiado sol Y QUE ESO LA MATARÍA.

Se aferró al umbral con todas sus fuerzas para no salir de casa. Ya su padre se estaba exasperando. Tiró de ella en un intento por sacarla de la casa.

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