¿Alguna vez han experimentado lo que es estar enamorado de una persona y tener que actuar como si no importara?
¿Saber tus sentimientos y que tu mente les de significados día y noche pero aún así, tus labios no los vuelven reales y tu cuerpo no los...
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"El mal es, sobre todas las cosas, seductor."
Jisoo no podía permitirse amarla, no cuando sabía que la otra chica acabaría con el corazón hecho añicos. Pero era inevitable, aquella sonrisa le derretía las entrañas en un mínimo vistazo.
—Lisa.—Le llamó.
—¿Si, Chu?—Caminaban con los brazos entrelazados, sintiendo la manera en la que el viento removía sus oscuras hebras en el aire.—¡Oh! Ya hice el trabajo que me pediste, se me había olvidado comentarte.
Jisoo se mostró en blanco por unos segundos, para terminar con una mirada orgullosa, pasando su brazo derecho por los hombros de la más alta para atraerla hacia ella.
—Eso es bueno.—Asintió.—¿Fue muy difícil?
Lisa pensó por unos segundos.—Mm, realmente no. No te preocupes, ya pasé la copia a tu correo.—Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa a labios cerrados.
—Eres de lo único que me enorgullezco tanto, Lili.—Mientras Jisoo enunciaba cada vocal, el corazón de Lisa daba volteretas y hacía toda una presentación. Ese sentimiento de que alguien estuviera feliz de lo buena que era haciendo lo que le gustaba se asentaba como una manta cálida sobre sus hombros.
—Gracias, Unnie.—Jisoo no podía notarlo entre tantas señalizaciones de neón, pero la menor estaba sonrojada a más no poder.
Sonrió.
—Cuando me reuní con Rosé, me comentó que quería ser más cercana a nosotras. Está pensando en una reunión, las cuatro.—La tailandesa la observó alegre ampliando los ojos, asintiendo rápidamente.
—¡Eso es genial! Yo puedo avisarle a Jennie, sin problema.—Sugirió, al detenerse justo en frente de un pequeño cafetín de luces naranjas que daban un tibio resplandor al asfalto que pisaban, Lisa tenía su mirada gacha sobre sus zapatillas, al mismo tiempo que se balanceaba sobre ellas y jugaba con sus labios al mirar de un punto a otro. La otra pelinegra le dedicó una mueca pícara.
—Estoy segura de ello, Lili.—Pausó.—Ahora, ¿Se te antoja un helado?—La más alta sonrió ante la propuesta.
Ella realmente conocía su corazón de adentro hacia fuera.
—Creo que ya sabes la respuesta, Chu.
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