Capítulo 18

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Al abrir los ojos miré a mí alrededor, observando la habitación de Aaron un poco desconcertada.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, sentí como Aaron apretaba mi costado aun con los ojos cerrados y yo sonreí y me acomodé más. Sin querer despertarlo, me fijé en el ventanal que dejaba ver todo el exterior del jardín y, a su derecha un gran mueble donde Aaron tenía colocadas algunas de sus cosas.

Pero lo que más me llamó la atención un libro que tenía sobre la mesita de noche del lado de su cama. No sabía que Aaron fuese lector, ni mucho menos que fuese fan de Stephen King.

-¿A qué se debe ese ceño tan fruncido? – Su voz ronca hizo que mi piel se erizara.

Lo miré y vi como, de nuevo, debía de haber vuelto a cerrar los ojos.

-¿Desde cuando lees tu a Stephen King? – Su sonrisa se ensanchó y apretó su mano en mi cintura. – Bueno, mejor dicho, ¿desde cuándo lees?

Su risa me llenó por dentro. Nunca había visto a Aaron tan relajado y, muchísimo menos, había escuchado aquella risa tan despreocupada y sincera.

-Siempre me ha gustado leer, pero no contarlo. – Abrió uno de sus ojos tras ver mi silencio y, se encontró con mi cara de póker ante su confesión. Volvió a reírse y me pasó una mano por la cara. – No seas tonta, ¿qué lector no es fan de Stephen King?

-No tengo palabras. – Me encantaba conocer aquello de Aaron, tan suyo y tan sorprendente, pero me gustaba más aun oírle reír, así que decidí seguir hurgando. - ¿Tú hermana es consciente de esto?-

-¡No! – Me miró con los ojos como platos pero sin dejar atrás aquella sonrisa. – Y no serás tú quien se lo diga.

Me amenazó con los ojos y no pude evitar soltar una carcajada.

-¡Algo tan grande no puedo guardármelo para mí!

-Jane. – Volvió a lanzarme aquella mirada y estallé de nuevo.

Se lanzó sobre mí, como la noche anterior y me tacó con incesantes cosquillar que me estaban matando.

Pero, sin ninguna duda, lo que me seguía matando era aquella risa. No sabía si el motivo era por ser la primera vez que la escuchaba, o porque era precioso escucharlo, pero cada carcajada iba enamorándome más, si cabía.

Aproximadamente, a las dos horas, después de haber compartido un par de momentos íntimos y haberme duchado y vestido, nos encontrábamos en el jardín desayunando.

-Entonces, ¿lo pasaste bien anoche? – Me preguntó Aaron mientras daba un sorbo a su zumo.

Cuando lo depositó de nuevo en la mesa, alcé el brazo y le acaricié la cara tiernamente.

-Más que bien. – Sonrió. – Fue una noche perfecta.

Acercó su boca a la mía y depositó un beso en mis labios.

La puerta sonó entonces, seguida por unos apresurados pasos.

-¡Holaaaaaaaa! – La voz de Meg se escuchó desde la cocina.- ¿Podemos pasar?

Me reí mientras Aaron negaba con la cabeza intentando no hacerlo. Suponía que Meg no quería volver a cometer el error de la otra vez y prefirió preguntar antes.

-¡Sí! – Le dije aun riéndome. – Estamos en el jardín.

En milésimas de segundo Meg apareció tirando de la mano de Nate, que se reía por la actitud de su novia.

-¿Qué tal la cena? – Nos preguntó Meg una vez que hubieron cogido sitio.

-Espectacular. – Le dije emocionada. - ¡Fuimos a Spyce!

Dímelo de nuevo (Solo tienes que decírmelo 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora