Capítulo 18

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Se colocó bien la corbata verde y plateada para que resaltase sobre el negro del uniforme y colocó el escudo de su familia sobre su pecho, al lado del de la casa. Sentaba bien no decepcionar a la familia, tener un sofá calentito junto a la chimenea y tener amigos que se preocupaban tanto como Severus. El joven Snape se había acercado a él por deseo propio, y no por pena, como sin duda habían hecho los amigos de su hermano. Se imaginaba cómo habría ido por los vagones de uno en uno buscando traidores a la sangre y mestizos, descartando a las buenas familias, y cómo se habría arrodillado frente a Potter y Lupin para que se juntasen con él. Incluso lo veía capaz de haberle rogado a ese chiquillo que iba siempre a su lado mordisqueándose el labio con nerviosismo y mirando a su alrededor. 

¡Cómo temblaba esa ratita cuando veía a Severus caminar tranquilamente por los pasillos! Su madre se estremecería de felicidad al verlo, más incluso que cuando se lo había contado. Sus poros se abrirían para llenarse del poder que su nuevo amigo rebosaba. «Invítalo a comer a casa estas Navidades», había dicho, «quiero conocer a ese muchacho». Y luego lo había felicitado por juntarse con tan poderosas personas mientras su hermano entraba refunfuñando por la puerta.

«Y tú, holgazán malagradecido, como no te juntes con gente de provecho terminarás con la cabeza en la chimenea» había regañado a Sirius, seguido de un «Kreacher, sirve la sopa».

De vez en cuando, a través de la ventanilla se podían ver las puntas de las torres más altas de Hogwarts sobresaliendo entre los árboles del bosque. ¿Dónde estaría Severus? Le había prometido encontrarse antes de bajar del tren, y aún no había aparecido por el vagón. Hasta su prima Narcisa había vuelto del baño.

—¿Dónde está ese amigo tuyo, Regulus?—había preguntado al llegar, arrastrando las palabras. Regulus se preguntó cuántas manías más de ese Malfoy se le habrían pegado a la joven. Nunca le había gustado que su prima saliese con Lucius, su cara le daría algo similar al miedo si tener miedo no fuese de débiles, pero claro, tampoco nadie había pedido su opinión, y él sí sabía quedarse callado. Él no era como Sirius—. Espero que no tarde mucho, o nos iremos sin él.

En ese momento, Severus llamó a la puerta con tres golpes secos e introdujo su nariz ganchuda por ella en cuanto la abrieron.

—¡Severus!—intentó contener su entusiasmo el joven Black. Por un momento había pensado que le daría plantón.

—Buenas tardes—respondió él, frío como siempre, y dirigiéndose más a Narcisa que a Regulus, algo a lo que ya estaba acostumbrado.


Remus caminaba intranquilo por el tren, evitando cruzarse con sus amigos mientras repasaba mentalmente la guía para identificar a un hombre lobo. Él cumplía todos los requisitos, es más, le sorprendía que nadie se hubiese dado cuenta antes. Estaba seguro de que los padres de Sirius le habrían hablado miles de veces sobre ellos y como, pese a carecer repulsivamente de magia, eran fieles aliados de lo que ellos llamaban "el único bando". Según les había contado su amigo, si no pertenecías a ese selecto grupo merecías la muerte, al menos según quienes así lo habían bautizado, de modo que sólo había una opción, puesto que antes de poder elegir la segunda ya te habían calcinado. 

Se imaginaba qué pensaría James de él, una criatura repulsiva. «No deberían dejarlos entrar en el colegio, son peligrosos para el resto de estudiantes» había dicho sobre los Slytherin. ¿Qué pasaría cuando descubriese que él era aún peor? Y Peter seguro que le tendría miedo, normal, imagina dormir al lado de un monstruo. Pero lo que más le asustaba era ver la cara de Sirius e imaginarla teñida de horror por saber que su amigo era un asesino, que habían dormido en el mismo cuarto, que había compartido banco en clase, que habían sido amigos. En pasado, porque después de aquel año ya no le quedaría ninguno.

Por eso intentaba con todas sus fuerzas que sus amigos no lo vieran, si es que podían llamarse así a los que había hecho bajo una mentira. «Soy Remus Lupin», qué conveniente que se le hubiese olvidado añadir que era una bestia capaz de comérselos mientras dormían. Sus padres de había asustado cuando les contó que en Hogwarts dormía en una habitación con otra gente, pensaban que Dumbledore le habría dado una para él sólo. Había obviado que tenía amigos hasta el momento, total, sólo le iban a durar unos meses más.

—¡Rómpele la nariz a Malfoy a lo muggle!—oyó que gritaba Marlene, siendo respondida por Sirius.

Iba a dar media vuelta cuando Peter se volvió y lo saludó con la mano, ajeno a lo que acababa de hacer. 

—¡Remus, te estábamos buscando!—saludó James. Si supiesen quién era se alejarían de él.

—Y yo a vosotros—mintió—. ¿Cuál es nuestro vagón?


Los fantasmas de las casas volaban por todo el gran comedor asustando a los alumnos de primer año, especialmente a los nacidos de muggles, y entreteniendo a los mayores. Sir Nicolas había empezado ya a despedirse de los de séptimo, como haría en todas las ocasiones especiales: «Ah, vuestro último primer banquete», o «la última fiesta de Halloween», o bien «la última cena de Navidad», para finalizar con «la verdadera despedida». Todos los alumnos que se graduarían aquel año saludaban al fantasma con entusiasmo, queriendo disfrutar del curso lo máximo posible. Cómo sería salir de Hogwarts y dejar atrás aquel maravilloso colegio, pensaba Lily a veces. Vivir fuera del castillo, envejecer en el mundo mágico... le costaba creer que fuese a vivir todo aquello.

En la mesa de Ravenclaw distinguió a la niña que habían conocido en el tren, Emma Dunn, que en ese momento estaba hablando con Pandora Panson de quién sabe qué. En la mesa de Slytherin estaba Severus, con quien no había hablado desde el día anterior. En el extremo apuesto al suyo, en la mesa de Gryffindor, estaban James Potter y sus amigos hablando casi a gritos para hacerse entender en medio de aquel barullo. Remus Lupin estaba más triste que de costumbre, Sirius Black parecía querer llamar la atención más que nunca y Peter Pettigrew hacerse cada vez más pequeño. 

Dorcas y Marlene estaban hablando alegremente la una con la otra mientras cenaban, y Alice se había sentado cerca de Frank Longbottom para mantener una interesante conversación sobre lo que parecía ser la pelea entre una hormiga gigante y una ballena humanoide, a juzgar por sus expresiones y movimientos. Se habían hecho amigos el año anterior, cuando se habían encontrado con que ambos querían tomar prestado el mismo ejemplar de la biblioteca al mismo tiempo. En palabras de Alice, nadie había cogido ese libro nunca, es más, dudaba si quiera que la señora Pince lo hubiese leído alguna vez, ya que iba sobre antiguas técnicas de lucha de un pueblo del Himalaya, y a nadie le interesaban esas cosas. Excepto a ella y a Frank, y desde entonces se pasaban el día hablando de aquello.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2022 ⏰

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Jily, Años de ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora