Una noche para volver a casa en el Expreso de Hogwarts. Una semana para la luna llena. Algo más de dos meses para volver. Un año menos de estadío en el colegio. Un año más de dolor y sufrimiento.
Remus sabía que pronto les tendría que decir a sus amigos que era un hombre lobo, pero quería mantenerlo en secreto el mayor tiempo posible. Quería mantener aquella amistad para siempre, aunque sabía que en cuanto se enterasen de su condición le rechazarían. ¿Qué había hecho él para soportar aquello? ¿Por qué la vida tenía que ser tan injusta? Él no había hecho nada. Sólo había dormido en su cama aquella noche. Sólo había sido el hijo de su padre. Sólo había cerrado los ojos para dormir como cualquier otro niño de cuatro años. Sólo quería ser como los demás porque, por muy aburrido que pudiera resultar, siempre era mejor que transformarse una vez al mes sintiendo como tus huesos menguan o se expanden en cuestión de minutos y como tu conciencia pasa a un segundo o tercer plano para dejar que tu parte salvaje domine tu cuerpo. Un cuerpo que ya no es tuyo, que ya no pertenece a esa buena persona que eras. Sabiendo que puedes matar a alguien sin darte cuenta.
Tendría que volver con su padre y su madre. ¡Y le dolía, Merlín! ¡Claro que le dolía! Iba a pasar dos meses con la mirada de arrepentimiento y pena de su progenitor contra su nuca y oír los sollozos de su madre por las noches. Esa era otra de las cosas que odiaba de ser hombre lobo: el sufrimiento de su familia, su mirada de dolor, el saber que sufrían por su culpa gracias a sus más desarrollados sentidos. Se imaginaba qué pasaría cuando sus amigos descubrieran lo que era.
¿Qué era? Era un humano diferente.
¿Qué pensaba que era? Un monstruo que se había apoderado de la vida de un niño. Una maldición que se escondía y acechaba los más oscuros rincones del alma. Una aguja que se clavaba en el corazón de alguien. Él era la diferencia entre una buena vida y la repudiación. Él se lo creía y, por lo tanto, lo era. No en físico, no en espíritu, sólo en mentalidad, pero hay veces en las que la mentalidad importa más que cualquier otra cosa. Aquella era una de esas veces.
Iba a volver a casa, con su padre, su madre y Petunia. ¡Petunia, cuánto la echaba de menos! Por mucho que sus cartas fueran hirientes, que su sarcasmo premeditado dejara cortes en su corazón, que las lágrimas que soltaba al recibir una noticia suya no fueran de alegría, ella la quería. La quería con su alma. Porque era su hermana. Era esa persona que le había enseñado a leer aunque sus profesores se atribuyeran ese mérito; que le había prestado sus entretenidos libros; que le había enseñado cosas muy avanzadas para su edad para que estuviese preparada; que besaba su frente, nariz y párpados todas las noches. Sí, seguía siendo su hermana. Una hermana cascarrabias, malhumorada e irascible, pero su hermana al fin y al cabo.
Lo que Lily no podía saber era que Petunia también estaba deseando verla, aunque lo ocultara de todas las maneras posibles.
James Potter quería ser amigo de todo el mundo. Sí, de todo el mundo, o al menos de los de su curso y casa, y dentro de ese mundo estaba Lily Evans. James quería hacerse amigo de sus ojos esmeralda, de su preciosísima sonrisa que a su vez era uno de los mayores complejos de la chica, en su pelo pelirrojo que caía como en cascada por su espalda. De su risa entrecortada, su pelo que se engrasaba constantemente por la pubertad, sus ojos verdes que normalmente estaban fijos en un libro... Le encantaba verla leer desde la distancia, ver cómo arrugaba la frente cuando no comprendía algo, cómo sonreía cada vez que le gustaba el libro, su expresión de «ahora lo comprendo todo» cuando se aclaraba lo que no entendía, cómo arrugaba su naricita respingona, los grititos que contenía cuando llegaba a la mejor parte del libro, cómo lo cerraba cuidadosamente cuando terminaba de leer y cómo abría otro casi acariciándolo. James Potter quería ser amigo de Lily, sí, de Lily y del resto de la sala común, pero de Lily también.
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Jily, Años de Conquista
FanficTodos sabemos que Lily empezó a salir con James en 7º, que Frank y Alice estaban muy acaramelados, que Remus siempre temió al amor y que Sirius era un alma libre. Pero no sabemos qué mil locuras hizo James por amor, ni qué pasó antes de que Alice y...