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Jackson
Many entrelazo su cálida mano con mía, recargué mi cabeza sobre la suya y cerré los ojos relajándome por el silencio. No dijimos nada durante el trayecto.
Debía ser una broma retorcida que estemos nuevamente juntos después de esta asquerosa semana de confrontaciones e incomodidad por compartir el mismo espacio. De antemano iba a hacer último intento por enmendar mi error, pero esto me ha robado las palabras, no esperaba que viniera hasta la escuela de boxeo a estas horas, agitada y descalza, con el único motivo de darme su apoyo (como lo hecho durante todo este tiempo). La visita de esa mujer me hizo dar cuenta que estaba sumergido en el mar de la depresión al perder la única persona que me quiere y ha estado a mi lado en todo momento.
Ya estábamos en la esquina del complejo, Many fue la que pago el taxi, dado a que yo había dejado mi billetera en casa. Lo primero que hice en cuanto llegue fue hacer una reverencia y disculparme con la señora Kim por todos los inconvenientes y molestias que le ocasione, me sorprendí bastante cuando Many imito mi acción. Ella se disculpó por la forma tan grosera con la que le habló.
Para nuestra sorpresa la señora Kim acepto con tranquilidad nuestras disculpas y sin tomar represalias. Nos dijo que también había tenido nuestra edad y sabía lo que eran las peleas de adolescentes en especial de los mejores amigos. Mire a Many de reojo y me percate de que estaba tensa, además menciono que nos estimaba desde que llegamos al apartamento hace unos dos años. Me dijo que no debía preocuparme por la policía, aseguro que se las había ingeniado para poder calmar a los otros inquilinos que estaban dispuestos a llamar a la policía si volvía hacer un escándalo.
Le prometimos no causar más problemas y nos dirigimos al elevador.
— ¿Que le dijiste a la señora Kim? —pregunte con curiosidad. Many quien estaba cruzada de brazos con mirada desentendida, tamborileando sus largos dedos, dejo su acción de lado para mirarme con culpabilidad.
—Cuando llegué la señora me abordo en el elevador y me contó que estabas fuera de control. —me quedó en silencio mirando a la nada, me da vergüenza escuchar eso— Me dijo que varios vecinos estaban por llamar a la policía, pero no lo hicieron porque ella los convenció que yo podría hacerte entrar en razón. Cuando me lo dijo yo en pocas palabras les dije que no era mi problema y que ya no éramos amigos.
Un sabor amargo se desliza en mi boca, le doy un asentimiento pretendiendo que eso no me hizo sentir mal y que no me siento incómodo.