8. Cobardía y culpa.

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Para poder indagar dentro de los recuerdos de aquella mujer perturbada por viejas memorias, había un precio alto y era el de traer de vuelta el infierno a su vida, acabando con todo rastro de felicidad, sembrando dolor y culpa

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Para poder indagar dentro de los recuerdos de aquella mujer perturbada por viejas memorias, había un precio alto y era el de traer de vuelta el infierno a su vida, acabando con todo rastro de felicidad, sembrando dolor y culpa.

— Eirene, ¿qué sucede? —Eren le apartó las manos del rostro para que pudiera verlo, pero ella se giró de inmediato, escapando de su mirada llena de curiosidad. Sin embargo, su renuencia solo aumentaba la intriga del hombre—. Por favor, Eirene, mírame. Sabes que puedes decirme lo que sea y no te juzgaré.

— No puedo. —susurró, dejando que sus labios se abrieran para soltar más sollozos fuertes—. No puedo decirte lo que me sucede porque me odiarás.

— ¡Yo jamás podría odiarte! —replicó, ejerciendo mayor fuerza en el agarre para obligarla a mirarlo a los ojos. Su mirada estaba cargada de preocupación—. Yo estuve a punto de hacer cosas peores, de no ser por ti mi vida hubiera perdido el rumbo para siempre.

— No lo entiendes. Soy igual que los marleanos, tenías razón. Todos somos iguales y yo no soy la excepción. —a pesar de mantener el contacto visual, Eirene sentía asco de sí misma. Le repudiaba la persona que había sido en el pasado, tan tonta y fácil de manipular—. Toda mi vida ha sido una prisión, las desiciones que tomé no fueron más que error tras error. Fui demasiado cobarde y arrastre conmigo a personas inocentes. No merezco ser llamada un ángel de paz. Tampoco merezco que me mires con esos ojos de esperanza y amor.

— No me importa lo que hayas hecho. —le acarició la cara con sus pulgares, limpiando el rastro de lágrimas—. Tú misma lo has dicho, fuiste manipulada. En tus ojos hay demasiada bondad y arrepentimiento. No deberías cargar con los crímenes de otras personas.

— Sentencié a un niño inocente a tener una vida llena de tormento, dejé que el peso de una nación cayera sobre sus hombros solo porque me negué a ser partícipe de un crimen mayor. —dejó que las palabras salieran de su boca y comenzó a relatar su historia—. Yo soy igual que todos los demás allá afuera. Puede que no los señale ni los excluya, pero fui causante de la muerte de muchos.

» Tenía diez años cuando mi padre dijo que debía hacerme cargo de una gran e importante responsabilidad. Decía que solo los demonios debían ser titanes, pero que si tal vez uno de nosotros fuera capaz de tomar las riendas y dominar ese poder significaría esperanza para el país, traería tranquilidad a sus corazones y la confianza de aplastar a nuestros enemigos sin piedad.
» Ofreció a su hija para el experimento. Fui llevada a un campo de entrenamiento donde no descanse hasta pulir cada una de mis habilidades. Por un tiempo mi vida fue una farsa, no podía seguir adelante si no recibía órdenes, hasta que él apareció. Para ese entonces tenía catorce años, comenzaba a ser consciente de las acciones que llevaba a cabo y me sentía asqueada por no poner un límite. Me había convertido en un monstruo, perdí mi convicción y dejé que me arrebataran mi sueño de luchar por la paz y la libertad del mundo, me odie y repudié. Sin embargo, él se acercó a mi confesando que también odiaba las guerras y le causaba amargura pelear en una. Claro que en aquel momento sentía que alguien me comprendía y que por fin no estaba sola en ese infierno.
»Poco a poco nos hicimos cercanos hasta que en una accidente descubrí la gran farsa. Un grupo de eldianos se rebelaron contra las fuerzas de Marley y atacaron el cuartel donde nosotros estábamos. Me dieron una orden y fue en ese momento que aborrecí mi vida por completo. "Mata a todos esos demonios, esos bastardos despreciables deberían extinguirse, acábalos" dijo mi padre soltando mi correa como si fuese un animal de salvaje, como si fuera una cacería sangrienta. Yo no quería hacerlo, pero tampoco quería perder la vida. Aún puedo recordar su mirada de miedo, la sangre en mi rostro y el olor del cañón del arma cada que disparaba contra esos inocentes que solo luchaban por su libertad. Fui partícipe de una guerra que parecía más una masacre.
» Después de esa misión dieron a conocer a los elegidos para poseer a los titanes. Mi nombre aparecía en la lista, yo tendría que tomar las riendas del titán acorazado. Había sido elegida para embarcarme en un plan de ataque contra la Isla Paradise, para invadir y destruir el hogar de miles de inocentes, para masacrarlos y traer al titán fundador. Me di cuenta de lo ambiciosos e inhumanos que éramos. Mentíamos y nos escudábamos en una vieja historia donde ellos nos hicieron daño y por eso habían sido llamados demonios.
» Claro que yo no quería hacer nada de eso. No tenía las agallas suficientes, ni siquiera quería estar en una guerra. Yo solo quería que hubiera paz y libertad, que todos pudiéramos vivir en el mismo lugar sin matarnos. Él se parecía a mi, así que acudí a él y le dije sobre mis sentimientos de haber sido elegida como acreedora del titán acorazado, tenía mucho miedo de que no fuera a dar los resultados esperados, yo no era de la gente de Ymir. Claro que en ese momento me comprendió y dio el apoyo que yo necesitaba, me abrazó consolándome. Sin embargo, me traicionó y le contó a mi padre sobre mi sentir y pensar.
» Jamás vi a mi padre tan molesto como aquel día. Quiso volver a llenarme la cabeza de ideas absurdas hacia los Eldianos. Me arrastró a casa y me enseñó aquellos libros donde contaban sobre Ymir, la mujer que conspiró con el demonio para acabar con la humanidad. Le grite "Si nosotros le arrebatamos todo a ellos, ellos nos regresaran el golpe". Fue demasiado imprudente de mi parte.
» Cuando llegó el día de que me inyectaran el suero de titán, miré hacia el horizonte y pensé en mi madre. Tomé fuerzas de lugares desconocidos y corté mi brazo derecho, me las ingenié para hacer lo mismo con el otro. No quería ser un titán que inspirara temor en los corazones agenos.
» Aquel ser despreciable se acercó a mi con total descaro y me miró tendida en el suelo, mi padre estaba junto a él, no tenía preocupación alguna en su rostro, solo amargura y decepción. Zeke Jaeger, mi primer amor de la infancia, en quien confié, dijo aquellas palabras que marcaron mi vida "No tiene caso desperdiciar el suero de titán, solo es una cobarde y patética niña con aspiraciones irreales, sería un error darle una responsabilidad que no está a su altura. Jamás podrá hacer algo bueno por el mundo, solo avergüenza a su nación".
» Perdí toda esperanza de confrontar al mundo, a pesar de que mi padre hiciera lo posible para que volviera a tener dos brazos, me rechazó y dijo que yo era su más grande vergüenza. Estaba muy decepcionado de mi.
» Arrastré a Reiner a que viviera la miseria que yo no pude, lo condené a tomar la responsabilidad de un monstruo. Fui tan cobarde y la culpa no me deja vivir tranquila. No soy una diosa, solo me refugié aquí intentando que mis pecados no me atormentaran.

— Eirene. —pronunció su nombre con un hilo de voz. La historia que le había contado logró abrirle los ojos, ella no era tan distinta a él—. No tienes de nada que arrepentirte.

Ella alzó la mirada, no podía comprender cómo después de contarle aquella historia él seguía mirándola con un brillo especial.

— No condenaste a nadie, él también pudo oponerse, si él no deseaba convertirse en un monstruo también pudo negarse como tú lo hiciste, pero no lo quiso. —apretó su mandíbula recordando la traición del rubio—. Prefirió arrebatarle la vida y la tranquilidad a esas personas. Tú elegiste dejar de mancharte las manos de sangre inocente y él eligió la aprobación de una nación que ni siquiera se importaba por él. Ellos son quienes deberían sentirse culpables, no tú. Tú solo luchaste por tu libertad, pudiste decidir sobre tu vida aún si eso te costaba la muerte, fuiste muy valiente. Eres demasiado fuerte. —sonrió y le quitó los mechones que impedían apreciar su hermoso rostro—. Creo que ahora te amo más.

— ¿Por qué no nos conocimos antes? —formuló aquella pregunta con amago de tristeza—. Ojalá hubiésemos nacido lejos del odio de esta gente. Solo así seríamos felices. Pero nos toca ser los héroes y entregar nuestras vidas. —sorbió su nariz y le acarició la mejilla a Eren—. Tú luchas por la libertad y yo lucho por la paz. Espero que alguno de los dos pueda ganar esta batalla.

— Haré todo lo posible para que así sea. —susurró, aferrándose a esa cálida mano que lo sacaba de su oscuridad.

— Entonces hagámoslo. —colocó sus manos en las mejillas de él—. Usemos esa última carta y arriesguemos lo que tenemos para salvar al mundo. No todo está perdido, yo estoy aquí, mientras yo viva tú siempre tendrás un lugar al cual acudir para refugiarte y regocijarte.

Eren no podía esperar otro segundo más sin hacerlo, sin sentir sus rosados y suaves labios. Se acercó hasta unirlos con los suyos, moviéndose con delicadeza, disfrutando del sabor y la calidez de aquel beso.

Eso era el amor. Después de todo no era monstruo, él también tenía sentimientos y podía reivindicarse gracias a ese ángel que lo estaba salvando, dándole esperanza de ser feliz a su lado.

 Después de todo no era monstruo, él también tenía sentimientos y podía reivindicarse gracias a ese ángel que lo estaba salvando, dándole esperanza de ser feliz a su lado

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B R O K E N ¦ EREN JAEGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora