La conversación era fluida mientras Leo y Noemi conversaban, ambos habían congeniado tanto que no había tardado en pensar que de ahí podría salir una pareja.
Marco por su parte se encontraba callado, observando como ellos dos charlaban con una leve sonrisa ladeada pintada en los labios. Sonreí inconscientemente al verlo así y cuando sus ojos se clavaron en los míos le sonreí de forma aún más amplia.
El amplio un poco su sonrisa también antes de que Leo se volviese hacia mí. No me gustó la forma en que me miraba.
— A que no adivinas qué descubrí.
Ladeé levemente la cabeza mientras Noemi tomaba un trago de su cerveza a mi lado.
— Soy muy mala con las adivinanzas Leo.
Él suspiró, claramente derrotado con mi respuesta, para luego sonreír de forma entusiasta.
— Estaba buscando buenas pinturas en internet cuando di con una página muy interesante…
Asentí lentamente, comenzando a impacientarme por el ritmo con el que estaba llevando la conversación, no era muy amiga de las sorpresas.
— Vale… ¿y que tenía esa página?
Él sonrió cual gato de Alicia en el País de las Maravillas (1).
— Hay cinco becas disponibles en la carrera de pintura y dibujo de Yale, Connecticut. Hay que mandar currículum y tres obras de menos de tres meses de antigüedad. Lo único que tendrías que pagar sería un apartamento porque la residencia de la universidad está hasta el tope.
Mis ojos se abrieron al máximo mientras mis cejas se disparaban hacia arriba y mis labios se abrían ligeramente. Sentí la boca seca, haciendo un esfuerzo enorme por tragar saliva mientras procesaba la información.
Yale era la universidad con el mayor prestigio en la carrera de pintura y dibujo, algo para unos ciento cincuenta alumnos extremadamente privilegiados.
— ¿Por qué me lo cuentas a mí? — pregunté entonces con el ceño fruncido.
Él suspiró.
— Sé que estás confundida porque yo también pinto, pero creo que es una oportunidad muchísimo mejor para ti que para mí. Yo ya me conozco y tengo un estilo propio, por lo que sé que si voy a esa universidad cualquier cosa que me enseñen entrará a oídos sordos. Tu, pequeña Carota, eres un diamante en bruto que si va a ese lugar, explotará sus cualidades a tal punto de hacerse irresistible para todos los amantes de artes — declaró de corrido, en algún momento se había puesto de pie, con la vista fija en mí.
Bajé los ojos hacia mis manos, que apretaban fuertemente la botella medio llena donde se encontraba el líquido dorado.
— No me parece justo Leo — murmuré.
Alcé la vista para mirar como él fruncía el ceño y su mandíbula se tensaba.
— Pues a mi no me importa eso Sandra — noté enseguida lo mal que pintaba el asunto cuando me llamó por mi nombre — Quiero que llenes ese formulario, me da igual lo que pienses al respecto porque sé que está dentro de tus grandes sueños y punto.
Alcé ambas cejas y luego ambas manos en gesto de derrota.
— Vale, cálmate. Lo siento, no quería ofenderte Leo, es solo que no me va el cuento de que tu hayas encontrado esa increíble oportunidad y me la cedas a mí…
Él entonces avanzó unos pasos, se inclinó hasta que nuestros rostros quedaron a la misma altura y sonrió.
— Es un regalo Zucca, agradece y sonríe.
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¡No la quiero!
RandomSandra de Vitta, la legítima heredera de la gran fortuna de su padre, un importante terrateniente florentino. Marco Mervide, el séptimo hermano de una familia que se ha criado en los suburbios de la peor Florencia. Aunque para ella no fue siempre...