— Cariño, por favor comprende, queremos lo mejor para ti y ahora que tu hermano no está… eres la única heredera… — su padre suplicó.
La chica de intenso cabello rojo bufó, molesta con su padre y su madrastra, que la miraban con insistencia.
— Claro, ahora que él está muerto me quieren dar la herencia, ¿no es así? Nunca me tuvieron en cuenta hasta ahora… ahora que soy su única salida.
Su padre elevó la mirada hasta el techo blanco, cansado de pelear con su hija menor y la mantuvo allí, encontrando las irregularidades de pronto sumamente interesantes.
La rubia teñida de rubia la miró, profundamente molesta.
— Sandra, sabes que tu padre no podrá firmar con esta empresa si no tienen clara a dónde irá la herencia y que trabajarás con ellos… hazlo por él que sea.
Entonces la chica explotó.
— ¡No quiero! ¡No quiero esa estúpida herencia ni un contrato que me amarre a ese horrible lugar de por vida! ¡Quiero pintar y ser una artista y salir adelante por mis propios medios! ¡No quiero que el mundo me vea como la chica rica a la que todo se le da fácil! — gritó, roja de rabia y con los ojos celeste echando llamas.
Su madrastra entonces lanzó un grito al cielo, enormemente molesta con esa chiquilla estúpida, y salió del salón directo a su habitación a tomar un baño para calmarse.
Sandra bufó nuevamente y observó a su padre, esperando una reacción.
Él hombre se levantó lentamente y suspiró.
— Sabes que no podré darte nada después de esto si no aceptas ahora mismo, ¿no es así? — preguntó, completamente serio, mirando a su hija.
Ella asintió con seguridad.
Él volvió a suspirar.
— Está bien… solo quiero que sepas que me has decepcionado mucho Sandra — dijo con una frialdad demoledora para la chica, antes de pasar de ella y subir a su habitación para hablar con su mujer.
Sandra de pronto sintió enormes ganas de llorar y se dejó caer sobre el enorme sofá de color crema.
Odiaba eso, odiaba sentirse utilizada para fines económicos de esa forma y sobre todo odiaba que su padre le dijera eso sólo para que ella lo repensara.
Pero no lo haría, ya había tomado su decisión.
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¡No la quiero!
RastgeleSandra de Vitta, la legítima heredera de la gran fortuna de su padre, un importante terrateniente florentino. Marco Mervide, el séptimo hermano de una familia que se ha criado en los suburbios de la peor Florencia. Aunque para ella no fue siempre...