Capítulo 1

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Un gruñido escapó de mis labios en esa tarde lluviosa. La ciudad de Florencia se veía realmente maravillosa mientras me encaminaba hacia mi departamento barato en el centro, con una gran carpeta bajo el brazo, donde tenía los diseños de mis próximas obras, y una bolsa de plástico en la mano, con materiales para pintar, ya que todavía no conseguía ningún taller para trabajar como artista.

Mi cabello ya estaba empapado e intuía como quedaría al secarse en casa si no hacía algo pronto, pero no me quedaban más manos para llevar el paragua sin que todo cayera al suelo y se estropeara con el agua que corría por las veredas de las estrechas calles.

Mis pasos se apresuraron cuando la lluvia se hizo más intensa y suspiré con alivio cuando finalmente entré al portal

Sujetando la carpeta de forma incómoda, para que no cayera al suelo, presioné el botón para llamar al ascensor y una vez frente al número dorado de mi apartamento, me las arreglé para sacar la fina llave de color plateado y abrir la puerta.

Sonreí al ver mi pequeño piso de dos ambientes y dejé los dos paquetes sobre la mesa en la que usualmente desayunaba y cenaba. Luego caminé hasta la habitación en la que dormía y me dejé caer sobre la cama, agotada y con el cabello hecho un desastre, aunque no me importaba. Mi madre hubiera estado bastante decepcionada con eso.

Sólo tenía tiempo para dormir por una hora antes de tener que levantarme y alistarme para mi cita. Bufé internamente.

Gabriello, el chico con el que compartía oficina en la editorial en la que trabajaba para pagar el alquiler del departamento, me había insistido tanto que finalmente había acabado aceptando, aunque sabía que no iba a llegar a nada con él debido a su fama de mujeriego rompecorazones. A pesar de ello había accedido y él pasaría a buscarme a las ocho y media.

No tardé en dormirme luego de programar la alarma que me despertara luego.

***

Una de mis canciones favoritas sonó mientras yo alargaba el brazo y presionaba la pantalla táctil del iPhone, regalo de cumpleaños de mi madre, y me ponía de pie para entrar a la ducha del baño anexo a la habitación. Diez minutos después y con el cabello escurriendo agua, busqué el vestido ajustado negro que tenía desde hacía tiempo y, aún así, usaba bastante seguido.

Luego de lograr encontrarlo y calzarme unos viejos tacones rojo sangre, me acerqué al espejo para maquillarme rápidamente y ponerme las argollas doradas a juego con un brazalete.

Una vez lista observé con una mueca mi cabello.

Dios, parecía un nido de pájaros y apenas tenía diez minutos para dejarlo aceptable.

Luego de debatir internamente, decidí usar una crema que sabía que lo dejaría algo ondulado, pero sin el horrible frizz del que era característico.

Sonreí cuando el timbre sonó justo a tiempo y, tomando una cartera a juego con los zapatos, y el abrigo, abrí la puerta, encontrándome con un guapo Gabriello de traje y corbata.

Él me ofreció el brazo de forma galante, luego de besar mi mano con cierto exceso de devoción.

—     Te ves hermosa Sandra, ¿nos vamos? — preguntó, regalando una sonrisa.

Sonreí también, aunque no me esperaba una gran noche.

—     Claro.

***

El bar al que asistíamos esa noche era una clásico en la zona, con un toque vintage, bastante agradable a mi parecer.

¡No la quiero!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora