La zanahoria y el zapallo naranjo picados cayeron dentro de la olla, donde el agua hervía y se notaban las motas de aceite sobre la superficie líquida. Sin embargo, mi mente no estaba prestando demasiada atención a lo que estaba cocinando.
Dentro de nada sería la cena con mi padre y, aunque ya tenía elegido el atuendo, estaba sumamente nerviosa. Un vestido corto y azul, junto con unos zapatos con bastante tacón de color mármol blanco habían sido elegidos, combinados con unos aros del mismo color que los zapatos y un bolso rojo sangre.
Sí, toda una bandera americana.
Sin embargo los nervios me carcomían, no porque el hubiera encontrado mi ubicación, sabía que tardaría poco, si no porque temía lo que era capaz de llegar a hacer con tal de hacerme su heredera.
Pero yo estaba demasiado cansada de sentirme entre barrotes decorados con diamantes.
Eso, sumado a todo el asunto de mi retrato, mantenían mi mente alejada de lo que mis manos hacían. Y estaba en esas cuando mi celular comenzó a emitir una antigua melodía clásica desde algún lugar del salón.
Tardé poco en encontrar el dichoso aparato y cuando le eché una rápida mirada al nombre de la persona que me llamaba, antes de deslizar el dedo para contestar sobre la pantalla, el alma se me fue a los suelos.
“Marco”
— ¿Hola? — mi voz sonó levemente temblorosa.
— ¿Sandra? Suenas algo débil. Quería que comentarte que con Leo vamos a comprar unas cosas para almorzar en tu casa.
Suspiré, Leo era tan típico.
— Yo no se si sea buena id… — me vi interrumpida rápidamente por su voz.
— Sabes que no aceptaremos un no por respuesta Coniglietto. Espero que tengas cerveza porque no tenemos espacio para llevar.
— Somos sólo tres personas…
— No nos subestimes pequeña, llegamos en media hora.
Y cortó. Se me estaba haciendo bastante común tener a esos dos en mi apartamento.
Me preguntaba si ellos tendrían casa, nunca me habían invitado.
***
La cena transcurrió tranquila, la sopa que estaba haciendo antes de recibir la llamada quedó dentro de la nevera olvidada y suplantada por unas alitas de pollo con salsa algo picante y cervezas para los tres.
Como Marco me advirtió, no tenía que subestimarlos. No tardaron mucho en ir por la tercera botella sin dar signos de estar ebrios. Me sorprendieron bastante.
Mi relación con Marco no parecía haber cambiado. Me sentía algo nerviosa mientras me movía a su alrededor, pero noté que él me trataba igual que siempre y eso, de alguna forma extraña, me calmó mucho.
Estábamos en eso cuando Leo se volvió hacia mí y me preguntó que tenía por hacer el sábado.
Seguramente mi rostro empalideció, porque mi amigo frunció el ceño y Marco alzó una ceja desde donde estaba, echado sobre mi sofá de tres plazas con las botas militares sobre la mesa de centro y la botella de cerveza en la mano derecha.
— Yo… este… iré a almorzar a la casa de mi padre.
— No te ves muy emocionada al respecto — indicó Marco, su voz algo afilada por la desconfianza.
Alcé la mirada al cielo y suspiré lentamente. Ambos parecieron acomodarse en sus lugares, esperando mis palabras con ansias.
— Mi padre es el famoso terrateniente Stephano de Vitta. Mi hermano murió hace un tiempo y como la herencia no podía ir para él, Stephano intentó amarrarme a su empresa y que la herencia fuese para mí — me detuve para analizar sus rostros, ambos concentrados escuchándome hablar —. Pero me negué y escapé hasta llegar aquí. Ayer el hombre con el que discutía era el secretario de Stephano y al llegar a casa me encontré con una invitación para mañana… tengo miedo de que intente retenerme por la fuerza.
ESTÁS LEYENDO
¡No la quiero!
RandomSandra de Vitta, la legítima heredera de la gran fortuna de su padre, un importante terrateniente florentino. Marco Mervide, el séptimo hermano de una familia que se ha criado en los suburbios de la peor Florencia. Aunque para ella no fue siempre...