La chaqueta militar me cubría vagamente del frío mientras avanzábamos entre las estrechas calles y Marco parecía correr unos metros más adelante con sus kilométricas piernas. Anoté mentalmente el no olvidar jamás ese detalle al salir a caminar con él mientras seguía avanzando y mi aliento se convertía en bruma frente a mí.
No sabía cuánto llevábamos caminando exactamente, sólo tenía claro que había el tiempo como para estar a bastante distancia de mi, ya lejano, apartamento.
Suspiré mientras continuaba corriendo tras el hombre cuando él se detuvo y yo tuve la suerte de no chocar con su espalda gracias a mi medianamente buena capacidad de reacción. Observé el lugar en el que nos encontrábamos y no era nada del otro mundo. Un simple edificio de ladrillos con ventanas que dejaban poco que ver y tres escalones con una puerta abierta de madera algo vieja, desde donde colgaba un pequeño cartelito que rezaba “Aperto” (1). Sobre la misma, un cartel de plástico con luces neón indicaba que era una tienda de música.
Mi ceño se frunció levemente ante tal visión y volteé los ojos para mirar a Marco, que tenía una casi imperceptible sonrisa pintada en la cara que rebosaba cariño y nostalgia. Alcé una ceja y volví mi vista hacia el edificio, intentando identificar que era lo que lo hacía sonreír de esa forma.
— No entiendo — comuniqué, sin mirar al hombre a mi lado.
Escuché como reía entre dientes antes de que sus dedos índice y pulgar tomaran mi codo con suavidad y me guiaran hasta la entrada.
Una vez dentro no pude evitar abrir los ojos al ver el interior de la tienda.
En dos palabras: era enorme.
Las filas de CDs, vinilos y casetes de música se extendían a lo largo y ancho de todo el lugar, mientras que había escaleras de hierro en forma de caracol que llevaban a pisos superiores, donde las estanterías estaban tan atestadas de música como el primer piso. A simple vista logré contar cinco pisos, incluyendo donde ambos nos encontrábamos, pero no tenía claro si había más escondidos en alguna parte.
Sonreí sin poder evitarlo y observé a Marco con los ojos algo brillantes, que me dedicó una rápida sonrisa ladeada que parecía ser su favorita.
— Esto es increíble — susurré antes de comenzar a desplazarme por la tienda mientras intentaba dejar de sonreír.
Sentí a Marco caminando justo detrás de mí.
— Cuando no logro hacer nada productivo vengo aquí. El dueño de la tienda era amigo de mi padre y me deja escuchar tanta música como quiera. Tal vez no creas lo que te digo pero la música es la mejor cura para cuando no tienes inspiración — agregó.
Asentí lentamente antes de repasar otra vez el lugar y volverme a verlo.
— ¿Vienes seguido?
— Tan seguido como aparece la necesidad de abstraerme del mundo.
Lo miré. Sabía que entendía una mínima parte de él, pero un deseo irracional surgió dentro de mí de querer conocerlo por completo.
Marco pareció adivinar que estaba pensando porque sus ojos se volvieron tristes y me dejó helada con sus siguientes palabras.
— Jamás lograrás conocerme Sandra.
No dije nada mientras mi vista se enfocaba en un casete bajo mi mano izquierda, que tenía apoyada en un estante bajo.
Era de un grupo desconocido y estaba catalogado en la sección de “Clásicos” por lo que lo tomé. Me gustaba la carátula.
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¡No la quiero!
De TodoSandra de Vitta, la legítima heredera de la gran fortuna de su padre, un importante terrateniente florentino. Marco Mervide, el séptimo hermano de una familia que se ha criado en los suburbios de la peor Florencia. Aunque para ella no fue siempre...