— Tu… no eres de aquí, ¿verdad? — mi voz se esparció en el espacio que quedaba entre nosotras y Noemí sonrió levemente.
— No, mi padre es italiano y mi madre estadounidense. Nací en Estados Unidos y vivo en Florencia hace un par de años — y sonrió con alegría, como lo hacía todo el tiempo.
Asentí mientras revolvía el té negro con la cucharilla plateada.
— Pero tú tampoco pareces muy italiana… — comentó entonces, dejando las palabras sueltas en el aire.
Sonreí de lado.
— Mi madre tiene sangre italiana, aunque mis colores son del lado de mi padre. Él es de sangre rusa por el lado de mi abuela. Mi abuelo era italiano y realmente es una lástima que haya muerto cuando mi padre era pequeño porque ahora él es un ruso muy estúpido — fruncí el ceño.
Ella ladeó la cabeza mientras daba un sorbo a su chocolate caliente. Otra de mi equipo a la que no le agradaba mucho el café, a pesar de que era solo porque le caía muy mal.
— ¿Tiene que ver con tu mal día?
La miré directamente a los ojos y luego bajé la vista antes de dar un seco asentimiento de cabeza.
Parecía dispuesta a preguntarme sobre ello, sin embargo no lo hizo. En cambio cambió el tema de forma abrupta.
— No te conté qué era exactamente lo que me pasaba cuando casi te arrollo en la calle. Yo… tengo una hermana mayor de veintiséis.
Ladeé la cabeza mientras la escuchaba y mis manos ahuecaron la taza blanca con motivos azules, en busca de más calor.
— Ella… nunca fue la hija modelo. Sacaba malas notas en el colegio, peleaba con mis padres… la clase de hija de la que unos padres no se sienten especialmente orgullosos. El punto es que cuando cumplió quince comenzó a salir con hombres de veinte que tampoco eran el mejor material para novios. Pero ella era despampanante como mujer y ellos caían.
Suspiró mientras su vista se clavaba en la taza que también sostenía entre las manos.
— Nunca aprendió la lección luego de que cada uno de ellos la dejara por otra, la engañara, la tratara mal… hoy… estaba con el hombre que tiene por novio desde hace unas dos semanas andando en moto por Alemania… chocaron. Él murió y ella está internada en el hospital… me llamó mi madre — las lágrimas se asomaron para caer desde sus ojos, por sus mejillas.
Dejé el tazón sobre la mesa y me puse de pie. Rodeé la estructura de madera y me senté junto a ella para abrazarla.
Ella apoyó la cabeza sobre mi hombro.
— No sé qué hacer Sandra, ella no aprende… el día de mañana ella va a morir en vez del hombre de turno y nos dejará a todos destrozados… ¿qué hago?
Bajé los ojos hasta los suyos, que me miraban suplicantes.
— No lo sé Noemi… ella ya es una adulta y toma sus propias decisiones… creo que deberías comentarle todo lo que me acabas de decir, tal vez la haga recapacitar que su propia hermana menor este preocupada por su salud.
Asintió y se separó de mí para enfocarse en su taza.
— ¿Sabes? Mi hermano mayor murió hace algún tiempo… era un rematado idiota que también ponía en riesgo su salud. No es que saliera con chicos peligrosos — la sentí reír a mi lado mientras mi vista estaba clavada en el infinito — pero aunque era el hijo perfecto en muchos otros aspectos, amaba los autos de carreras.
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¡No la quiero!
RandomSandra de Vitta, la legítima heredera de la gran fortuna de su padre, un importante terrateniente florentino. Marco Mervide, el séptimo hermano de una familia que se ha criado en los suburbios de la peor Florencia. Aunque para ella no fue siempre...