C10 "Me muero"

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Un amor incontrolable, un amor que te hace vibrar el alma con un ligero roce; un sentimiento tan puro y tan inalcanzable.

Los días transcurrían lentos, solo quedaba encontrar en la mirada de la otra la plenitud de lo que parecía imposible. Cada vez era más difícil ocultar los sentimientos pero luchaban contra sí misma por hacerlo, a costa de su sufrimiento buscaban sostener algo que ya se había derrumbado hace tiempo: una familia.

- Paz ¿puedo pasar? - se asomó Dalia sigilosa desde la puerta de la oficina

- Claro, sabes que la pregunta está de más - pausó su trabajo y la miró llena de amor

- Es que no sé si voy esta noche a la fiesta y quería avisarte.

- ¿Por qué? Pensé que te emocionaba.

- ¿Tu esposa va? - cuestionó ansiosa la rubia

- Si - bajó un poco la mirada ante la incómoda respuesta - odia aquello de los disfraces pero siempre me acompaña.

Dalia sólo sonrió falsamente, en el fondo esperaba un gran "No", deseaba compartir aquella celebración que se perdió durante tantos años solamente con Paz, pero la realidad era así.

Lo pensó mucho y al fin decidió que si iría, con el ánimo del Dr. Ramos que en esos días aunque no perdía oportunidad de coquetear le ofreció una linda amistad, esa que había sido en silencio soporte en varias ocaciones dónde sentía desfallecer.

La noche llegó, aquel sábado se vestía de colores, la fiesta anual de egresados; el tema escogido: disfraces culturales.

Paz lucia una radiante vestimenta hindú que contrastaba perfecto con su mirada clara, unos ojos que no pudieron perderse en esa rubia que ingresó de jeans vaqueros, bufanda colorida y ese sombrero negro que la hacía ver magnífica.

- Estás tan hermosa - susurró Paz hipnotizada al verla con ese atuendo.

- No más que tú Paz, estás bellísima - la miró de arriba a abajo sintiendo su corazón palpitar irreverente.

- Doctoras - interrumpió el apuesto caballero de ojos café - si este fuera un concurso: ya ganaron - saludó a cada una

- Que gusto verte Pérez, tan galán como siempre.

- El gusto es mío hermosa jefa, ese puesto te tiene alejada de las amistades; las extrañamos a Irene y a ti en el Congreso.

- ¿Irene? - negó confundida ante aquello - pero si ella asistió.

El hombre la observó negando, no era la primera vez que alguien le decía que su esposa fue la gran ausente del evento.

Las dudas en Paz se hacían cada vez más grandes pero era cuestión de minutos para que todo saliera a flote. Luego de algunas anécdotas decidió buscar a Irene y enfrentarla, recorrió minuciosa con su vista el lugar y no había ni rastros de aquella pelinegra vestida de gitana, muy fácil de identificar.

Varios cuestionamientos después al fin entró al baño del lugar hallando lo que su corazón le gritaba y ella jamás aceptó.

- ¿Qué carajos te pasa Irene? - alzó la voz repleta de frustración.

Aquella alta dama se separó de los labios de una mujer hasta ahora desconocida para Paz, la misma a la que tanto defendió para que ingresara a la clínica, la misma con la que tantas veces sonrió en esas raras llamadas, la misma con la que escapó los días que debía asistir al Congreso: Gisella.

𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎𝐒 ♀♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora