C23 "Castigo"

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Hay sensaciones que no conocen edad, descubrimientos a cada paso del camino, ese despertar que te demuestra que una parte de ti no está muerta o carece de sentimientos; al contrario, emociones invaden sin darte cuenta.

Dentro de aquel nuevo hogar se gestaba todo un operativo para borrar cualquier rastro de un pasado que ya no existe, y que si una vez se vivió hoy no debería quedar nada de él.

Paz llegaba llena de emoción a su nueva vida, era la primera tarde que luego de un intenso día de trabajo sería recibida por ese amor que siempre esperó, sí, por esa que podía dar grandes sorpresas.

- Amor - sonrió mientras abría la puerta

Ninguna respuesta de esa dama que juró la esperaría con el abrazo más grande, Paz cerró la puerta con cuidado, dejó su cartera y aquella hermosa sonrisa se transformó en un gesto de confusión al sentir un fuerte olor a quemado, de prisa corrió a la cocina pensando erróneamente que tal vez su bella novia se descuidó y algún alimento sufría con el fuego, pero no fue así... Allí estaba, la rubia tenía una pequeña hoguera donde era visible el paso de algunos papeles y ¿fotos?

- Mi vida ¿Qué haces?

- Hola - miró de reojo - desechar algunas cosas que por supuesto ya no sirven ¿o sí? - agitó en su mano la postal con la dedicatoria de aquella que les quitaba la tranquilidad.

- ¿De dónde sacaste eso?

- ¡Ah! Perdone usted doctora, traté de arreglar sus cosas para que no tuvieras que hacerlo y me topé con "pequeñas muestras de afecto de Lizzy" - dijo sarcástica.

- Amor - trató de no soltar la risa ante la pequeña pataleta de aquella madura y bella mujer - eso no tiene importancia para mí, es más, dámela...

Paz tomó la foto en sus manos, la rompió y tal como lo estaba haciendo Dalia, arrojó los pedazos al fuego; nada, absolutamente nada empañaría su relación, mucho menos un pasado sin importancia.

- ¿Mejor?

- La cena está en el horno "Monty"

La rubia limpió sus manos de las cenizas que aún tenía, dejó una pequeña palmada en el hombro a Paz y salió directo a la habitación.

Haciendo gala de su calmada personalidad, la castaña fue directo al baño, una rápida ducha, mucho perfume y esa bata de seda que dibujaba un hermoso y sensual cuerpo; Dalia la miraba de reojo embobada, aunque los celos aún hacían de las suyas, simplemente no podía negar cuánto le gustaba su mujer; esa dama que sirvió la cena para ambas, una pequeña mesa de madera fue el transporte perfecto para tener una extraña comida juntas.

- No tengo hambre - negó Dalia sentada en la cama sin despegar la vista de su libro.

- Muy bien - se sentó a su lado - pues yo me muero por probar todo lo que venga de ti.

- No te pases Paz - sentenció

- Hablo de la comida Dra. Aguilera, de la comida - sonrió pícara al ver las mejillas rojas de Dalia - te quedó maravilloso, es una lástima que no quieras.

Paz siguió comiendo despacio mientras sentía esos ojos clavados en ella de forma disimulada; tomó un pequeño bocado en el tenedor y con movimientos divertidos lo llevó hasta la boca de la rubia quién al sentirse tan mimada luchó para no sonreír en medio del enojo, recibió la comida sin decir una palabra y esto hizo que el acto se repitiera, tal como lo planificó Paz: ambas cenaron.

𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎𝐒 ♀♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora