Hay mañanas que muestran nuevos rumbos, eso era exactamente aquel día para Dalia, un camino de nuevas emociones, unas buenas de la mano de Paz y otras que la vida le presentaba como no tan agradables.
La rubia aún dormía plácidamente en el sillón de la sala cuándo un ligero olor a quemado invadió sus sentidos, esta vez no había fotos, pero si una mujer que hacía el mayor esfuerzo en lo que claramente no era uno de sus talentos...
- ¿Necesita ayuda doctora? - la abrazó por la espalda.
- Mi vida me asustaste - sonrió Paz, estresada - quería sorprenderte, pero ¡Qué difícil es esto!
- Las tostadas quemadas son mis favoritas.
- Dalia, no te burles.
- ¿Dalia?
- Reina de mi vida - la tomó de la cintura - pensé que seguía castigada
- Lo estás, pero solo por el esfuerzo mereces un beso, pequeñito - advirtió muy seria.
- ¿Pequeñito así? - la beso suave y rápido - ¿o tal vez así?
Las manos de Paz se enredaron en ese rubio cabello desordenado que tanto amaba y la besó tan intensamente que la enloqueció; olvidaron por completo que la última tostada aún estaba a altas temperaturas y lo inevitable sucedía.
- Creo que no te quedan más para intentar - sonrió Dalia divertida viendo el pequeño desastre.
- ¿Sabes qué? - la tomó por los hombros y le dio vuelta - a bañarse, te invito a desayunar fuera.
- Por cierto, van dos, la cafetera está apagada - burló
- Al baño doctora - negó apenada mientras le dejó una pequeña nalgada que las llenó de risa.
Adaptarse a la convivencia era a esa edad, sinónimo de diversión, de frescura; no habían poses ni medias tintas, se amaban con la madurez de saber lo que deseaban.
La mañana transcurrió sin mucho contratiempo; pero con pequeños detalles que podían cambiarlo todo.
Una nueva enfermera le fue asignada a Dalia, le ayudaría en todo; esa jovencita de ojos café y cabello oscuro que con una sonrisa contagiaba alegría, estaba atenta a cada paso de la Dra. Aguilera quién la recibió tan afectuosa y dulce como acostumbraba, para ella era una niña que iniciaba en el mundo de la salud.
El almuerzo, esa cita obligatoria dónde ambas se profesaban su amor a mitad del día, pero pasado los minutos la rubia no aparecía, Paz estaba algo confundida, no recibió aviso y aunque el enojo por los celos aún estaba algo presente, Dalia jamás la dejaría sola para comer; sin pensarlo dos veces fue por ella a su consultorio, pero nunca esperó que su demora se debía a algo mucho más grave que un berrinche.
- Doctora que gusto verla - saludó efusiva la joven enfermera.
- ¿Cómo le va Rodríguez? ¿Adaptada a su nuevo cargo?
- Si, la doctora Aguilera es un amor. Estoy muy contenta con ella.
- Me imagino - replicó muy seria - ¿ella está ocupada?
- Hace 15 minutos entró un paciente, pero es muy extraño que no me ha llamado para asistirla.
Tan extraño como fue aquel pequeño grito que se coló y estremeció a Paz; sin titubeos tocó la puerta pero ninguna respuesta, eso ya no era normal; una vez más los golpes a la madera no daban contestación y quitando cualquier duda la castaña abrió de imprevisto encontrándose con esa escena que la llenó de una incontrolable rabia: Antonio sentado en la camilla sin camisa, obligando a una muy asustada Dalia a atenderlo, esa hermosa rubia que solo derramaba lágrimas de temor y frustración.
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𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎𝐒 ♀♀
RomanceHay amores inesperados, de esos que creemos jamás llegarán. Pero cuándo pisan fuerte en nuestro camino no importará el tiempo ni la razón: solo sucederá. Con 50 primaveras en sus vidas, Paz y Dalia creen haberlo vivido todo; cada una a su manera fue...