La tibia arena fue el escenario perfecto de una carrera desesperada, se hacía una pista de lamentos y arrepentimientos; ese corazón arrugado que solo necesitaba una cosa: amor.
Los ánimos se calmaron en aquel lugar de esparcimiento; luego de ayudar a Liz a salir del agua Paz tenía solo una cosa en mente, correr a buscar a la única mujer que le podía perdonar todo, incluso aquel gran berrinche de niña celosa.
Desesperada recorrió casi todo el hotel y nada, preguntó a varios turistas dando la descripción de Dalia, algunos le dijeron que sí, habían visto a esa hermosa rubia inundada en llanto correr hacia la playa; con el alma impaciente Paz siguió el camino, miraba de un lado al otro, pero era como si la tarde se la llevara consigo, empezaba a oscurecer y la angustia tomaba terreno hasta que la luz llegó al verla ahí: sentada abrazando sus rodillas, justo al lado de una enorme palmera.
Se fue acercando tan sigilosa como pudo, los pequeños sollozos lograban percibirse haciéndola estremecer de nostalgia al verla tan indefensa pero ese pequeño escrito en la arena donde se leía un "Paz Alejandra Te Amo" fue todo lo que necesitaba para morir de ternura y confirmar que esa mujer era el amor de su vida.
- No más de lo que yo te amo a ti mi cielo - susurró a su espalda.
- ¿Amor? - giró asustada - nada me sale bien.
Un llanto desconsolado la acorraló, sentía culpa y coraje, esos sentimientos que mezclado con los tragos de más, desataron a toda una pequeña y hermosa dramática.
- No llores que se me parte el alma - la abrazó tan fuerte como pudo
- ¿Se ahogó? - preguntó entre sollozos
- ¿Cómo te parece que no? - soltó una pequeña carcajada ante aquella extraña pregunta - pero se le salió el relleno del traje baño y creo que se dobló un tobillo al salir.
- Eso le pasa por falsa - suspiró para calmarse - ¿por qué te ríes? ¿no estás enojada?
- ¿Enojada por esos celos o por que no conocía a esa Dalia?
- Estás decepcionada ¿verdad? Te juro que yo no quería, bueno si, pero no así; no quería lastimar a nadie.
- Mi amor mírame - se sentó frente a ella y la tomó del rostro - ¿sabes que hemos aprendido? A nuestra edad podemos seguir descubriéndonos.
- ¿y si no te gusta lo que descubres de mí?
- Entonces lo conversaremos y llegaremos a un acuerdo porque escúchame bien, Dalia, jamás me voy a separar de ti.
- ¿Me lo juras? - susurró en un sollozo
- Te lo juré una vez y podría hacerlo mil veces, pero nada se compara con hacértelo saber, así que vamos que me muero por besarte.
Paz intentó tomarla de la mano para al fin ir de vuelta a la habitación, pero en un rápido movimiento y para su sorpresa Dalia la atrajo hacía ella, la tomó de la cintura y le dio un beso tan intenso que la dejó sin aliento.
- ¿Me acaba de besar en público doctora? - murmuró con voz cortada por falta de aire
- Tu misma lo dijiste - sonrió entre lágrimas - estoy descubriéndome y hacerle saber al mundo que te amo me encanta, es más...
Un pequeño torbellino se levantó entre tropiezos de la arena ante la atenta mirada y los muchos cuidados de Paz quien no sabía exactamente cuál era el siguiente movimiento de esa dama que hoy amaba más que nunca, esa que podía ser tan niña y tan mujer, esa picardía que en medio de la arena y sin importar quién iba pasando gritó un "Te Amo Paz".
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𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎𝐒 ♀♀
RomanceHay amores inesperados, de esos que creemos jamás llegarán. Pero cuándo pisan fuerte en nuestro camino no importará el tiempo ni la razón: solo sucederá. Con 50 primaveras en sus vidas, Paz y Dalia creen haberlo vivido todo; cada una a su manera fue...