El inicio

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*POV Yongsun*

Lunes, genial... Amo los lunes: El día más aburrido de todos, cuando tengo clase de gimnasia, cuando generalmente llueve en esta pequeña ciudad, y cuando tengo más materias que el resto de los días. ¡Amo los lunes!
Por eso, justo ahora, corriendo a toda velocidad por el pasillo, mojada, sudando y sin ganas de volverme a retrasar, estoy maldiciendo a la persona que pensó que los fines de semana debían terminar para darle paso al peor día del universo, un maldito Lunes.
Llegué a la puerta de mi salón, y después de todos los esfuerzos casi inhumanos que hice, alcancé a entrar justo antes de que el maestro lo haga. Me refundí en mi asiento, casi sin poder respirar, jadeando, y con los ojos cerrados.
- Buenos días, bonita.
La voz suave y dulce de mi mejor amiga me sacó de ese estado intranquilo en el que estaba.
Sodam había llegado al instituto hace tres años, y jamás había visto que dejara de sonreír, incluso en los peores días. Siempre era amable con todo el mundo, siempre tenía una palabra bondadosa para todos, y era de esas personas que no dejaba de regalarte caricias o abrazos sin razón alguna. Le caía bien a todo el mundo, incluso después de que supieran que le gustaban las chicas, nadie le dijo algo hiriente, y nadie jamás la discriminó, porque era tan agradable su aura, que tratar mal a Sodam, sería tan malo como golpear a un cachorrito indefenso.
Sodam se había mudado a una casa que estaba junto a la mía, y aunque siempre fui una persona muy tímida, gracias su brillo y a su extroversión, nos hicimos muy buenas amigas, tanto, que pasábamos la mitad del tiempo juntas en la escuela, y la otra mitad juntas en la habitación de la otra. Le había agarrado tanto cariño, a pesar de ser muy diferentes, y tengo que admitir que ser la amiga de una chica tan popular y agradable a la vez, se sentía muy bien.
- Hola, Dammie.
Le dije devolviéndole la sonrisa.
- Los lunes, ¿No?
Dijo limpiando las gotas de lluvia que se arremolinaban en mi frente.
- Es solo que es un día demoníaco, te lo juro, no entiendo, siempre tengo un mal comienzo, las cosas no...
Y antes de que pudiera seguir con el sermón de mi mala suerte en este día, Sodam puso frente a mi cara una barra de mi chocolate favorito. Riendo, me abalancé sobre él y lo tomé.
- Pensé que eso calmaría la ira de la fierecilla.
Dijo apretándome la mejilla.
Iba a agradecer el detalle, pero el maestro empezó a dictar la clase, y Sodam volvió a su sitio, repartiendo sonrisas al resto de nuestros compañeros.
Cuando se anunció el final del primer periodo, Sodam se paró frente a mí y me tendió la mano para salir al recreo; nos gustaba sentarnos bajo un enorme árbol, a comer muchos dulces y a intercambiar lo que teníamos.
- ¿Quieres?
Dijo mostrándome un pedazo de una esponjosa tarta de chocolate que seguramente ella había preparado, porque sí, aparte de ser la persona más dulce del planeta, mi mejor amiga tenía un montón de habilidades especiales; era muy buena con la cocina, con la actuación y con el teatro.
- Yo lo quiero.
Una voz masculina irrumpió en ese momento, haciendo que Sodam y yo nos exaltamos un poco por su repentina aparición.
- Eric, hola.
Dije sonriente.
Eric era el chico que me gustaba, y yo sabía que le gustaba también, pero por alguna razón, nunca acepté sus propuestas para ser novios; siempre había algo que me detenía, aunque Eric era agradable y estaba siempre pendiente de mí, no sentía que estaba lista para eso, además, Sodam desconfiaba de sus buenas intenciones, diciendo que era "un lobo vestido de cordero", y aunque existía cierta tensión entre ambos, trataban de llevarse bien por mí.
- ¿Tienes un momento?
Dijo él acariciando mi mejilla.
- Sí, claro ¿Te molesta si voy con Eric?
Dije, mirando a Sodam.
- No, no me molesta, siempre y cuando tengas mucho cuidado.
Respondió ella mirando a Eric seria.
- Ya, yo la cuidaré, no hacen falta las advertencias.
Atacó él burlesco.
Y antes de que se desatara un intercambio de frases sarcásticas, tomé a Eric del brazo y lo llevé lejos de ahí.
- No deberías decirle esas cosas a Sodam, es mi amiga.
Reclamé una vez que estábamos detrás de las aulas, lugar en el que solíamos reunirnos para conversar.
- Cariño, tu amiga es muy sobreprotectora contigo, y no es que esté mal, pero conmigo es obvio que no es necesario. Jamás dejaría que nada te pase.
- Ya lo sé, Eric, pero de todas maneras, me gustaría que se lleven bien. Ambos son importantes para mí.
Dije poniendo un puchero.
En lugar de responderme, Eric me tomó de las caderas y me juntó a él, haciendo que nuestros labios chocaran. Pronto, me estaba besando, primero muy suavemente, y después de un modo más apasionado. Su lengua entró a mi boca, y sus manos empezaron a acariciarme por todas partes.
Realmente me atraía Eric, era guapo, alto, bastante atlético, y tenía una sonrisa preciosa, pero no me sentía del todo cómoda cuando se ponía en ese plan de casi desnudarme contra las paredes de la escuela.
Mi mente se pausó cuando sentí un dolor ardiente en el cuello, y es que sin que me diera cuenta, Eric había bajado hasta allí, dejándome una mordida muy atrevida. Me separé inmediatamente, furiosa, con ganas de darle una muy merecida cachetada.
- Eric, ¿Qué mierda? ¿Es en serio?
Le dije cerrando los botones que me había abierto.
-Perdona bebé, solo me dejé llevar, permíteme solucionarlo.
Dijo él tratando de besarme otra vez.
Con un fuerte empujón me alejé de su lado, y corrí hasta el enorme árbol, donde para mi mala suerte, Sodam ya no estaba.
Y hablando de mala suerte, la sirena que indicaba el inicio de las clases de gimnasia retumbó por todo el patio.
Bajé hacia el gimnasio, con cuidado de no toparme al imbécil de Eric, entré a los camerinos a buscar a Sodam, y la encontré charlando con una chica. Desde lejos observé la escena, mi amiga estaba de espaldas, pero podía ver lo encantada que se veía la otra muchacha; sonreía y se pasaba la mano por el cabello varias veces. Al final se acercó a Sodam, dejando un beso en su mejilla y un papelito en su mano.
- Vaya, ahora compras drogas.
Le dije bromeando, pero aún con la cara seria.
Sodam sonrió y me mostró el número gigantesco que se notaba en el papelito, justo arriba del nombre de la chica.
- ¿Naeun?
- Es linda.
Dijo, sonriente mientras buscaba su ropa en el casillero.
- Para tí todas son lindas. ¿Vas a llamarla?
- No lo sé. ¿Lo hago?
Dijo mirándome fijamente. Esta vez su sonrisa habitual ya no estaba.
- Si tú quieres, quiero decir, nunca lo haces, ¿Por qué sería diferente con ella?
Pregunté incómoda.
Lo cierto era que a Sodam a menudo le aparecían chicas lindas, cautivadas con su forma tan atenta de ser, pero ella parecía no querer nada con ellas. Decía que estaba ocupada con su proyectos de los fines de semana, o que tenía muchas tareas, o a veces ni siquiera inventaba una excusa, simplemente les enviaba un pastel con una disculpa. Al final, las chicas no se sentían rechazadas, porque Sodam era tan dulce con ellas, que terminaban en su enorme grupo de amigas o admiradoras eternas.
Y entre todo esto, yo siempre me sentía halagada, extrañamente, porque eso significaba que Sodam no iba a dejarme de lado nunca, ¿Era esto egoísta?, Y sobre todo ¿Por qué me ponía contenta que ella me tuviera a mí sobre todas las cosas? Sabía que algún día se enamoraría y estaría enviciada de alguna mujer, que esta tendría sus mimos, y sus detalles, sus regalos pequeños todos los días, sus enormes sonrisas, y que tal vez esto significaría que yo no significaría nada en su vida.
No quería estar segunda en su lista, y tal vez sería más fácil si le gustaran los chicos, porque entonces ninguno significaría un usurpador de mi trono, como Eric, que estaba en una lista diferente, pero como Sodam estaba interesada en las chicas, el miedo de ser reemplazada me paralizaba.
- Está en mi club de actuación.
Dijo extendiendo otra vez una sonrisa brillante.
- ¿Y?
Esta vez mi voz sonó un poco más fuerte de lo que quería. Sodam se acercó a mí y me revolvió el cabello para después decirme:
- No lo haré, Sol, pero debes cambiarte ahora mismo si no quieres que lleguemos tarde.
Miré a mi alrededor y los camerinos parecian estar vacíos, entonces empecé a desabotonar mi camisa rápidamente.
En menos de dos segundos, Sodam estaba frente a mí con el ceño fruncido y los ojos muy abiertos.
- ¿Por qué?
Dijo totalmente seria.
No entendía qué pasaba, así que no respondí, solo me quedé quieta, sabiendo que cuando Sodam tenía esa actitud era porque algo realmente malo había sucedido.
- Yongsun, ¿Por qué?
Volvió a repetir, tomando el cuello de mi camisa, que ahora permanecía abierto hasta el borde.

They... (Soldam/Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora