17.

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—Lo has hecho otra vez, ¿no es así?

Podía negarlo, decir que era una completa mentira y actuar como sino fuese cierto, pero a decir verdad aún estaba bajo los efectos de las mismas sustancias.
Peter sabía que había fallado a su promesa, sabía que era una completa mierda, pero no podía hacerlo, no podía vivir sin ellas estando aún en ese maldito y apestoso bar.
Aún le dolía el cuerpo, el trasero y las mordeduras de su abdomen, y para su desgracia el efecto de las píldoras estaba acabando, y con ellas también su estado de tranquilidad.
No quería ver a Tony, y no porque no lo amara, Dios, lo amaba como un loco, sino más bien porque no quería que viera la mierda que era, pero Tony lo estuvo esperando afuera, a pesar de que le había dicho que no se acercara.

De seguro vio lo echo pedazos que estaba y no preguntó nada, solo lo subió al auto y lo llevó a su casa. Peter, desde el asiento del copiloto sabía lo decepcionado que Tony debía de estar, sabía que lo había lastimado. Pero él no sabía la mierda que Peter tenía que pasar.

No le respondió a Tony, solo miró por la ventana nostalgicamente, no volteó hacia él porque sabía que aparte de una mierda, también era un sentimental asqueroso que en cualquier momento iba a romperse en mil pedazos. Sentía ira y tenía unas tremendas ganas de lanzarse de ese auto en marcha.
Iban a una buena velocidad, si acertaba y tenía un poco de suerte un auto lo atropellaría, terminando con su vida y con su sufrimiento.

—Peter, te pasa algo, dime que pasa... —demandó Tony.

Sabía muy bien que si decía una palabra iba a explotar, por lo cual solo negó por varios segundos sin más.
Se movió en el asiento incómodo, le dolía mucho el contacto que éste hacia con su trasero, y se sentía increíblemente sucio y quería poder lavarse los moratones como si fueran solamente suciedad de su cuerpo.

¿Por qué demonios no tenía valor para pegarse un tiro o para escapar de ahí?

La noche parecía estar acorde a sus sentimientos, hacía frío y parecía estar más lúgubre de lo normal, era una noche destellando melancolía.

Entraron a casa, Tony dejó su abrigo en el perchero, Peter no lo hizo, porque tenía frío y no sabía si ese frío lo provocaba la ansiedad que lo carcomía por el hecho de que Tony le viera los hematomas en sus brazos y sintiera asco; o solamente tenía frío.
Tony sirvió dos vasos de jugo de naranja sin decir nada, había tensión y Peter sentía el corazón en la garganta.

—Toma.

—Gracias.

Le dio un trago a la bebida y sintió la mirada de Tony posicionarse en él, ¿podía pasar desapercibido por un día de todo el mundo?

Tony por su parte, estaba confundido, sabía que la vida de Peter era complicada, pero esperaba que al menos le tuviera un poco de confianza, cualquier cosa que le estuviese pasando, podrían hablarla.

—Mírame —pidió Tony—. ¿Has consumido otra vez?

Quizá se sentía defraudado, quizá se sentía molesto, quizá se sentía triste. Pero definitivamente no se sentía bien por ver así a su pequeño.

—No —dijo Peter, recompuso su voz, porque ya se estaba quebrando con tan solo musitar una palabra.

Tony se puso de pie y lo miró.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —preguntó Peter con voz aguda, ambos sabían que quería llorar.

—¿Qué estoy haciendo? —preguntó Tony molesto, aunque en realidad no sabía que sentimiento era el que lo hacía hablar así.

—Estás juzgandome, como todos lo hacen, como sí fuera mierda... —Peter también se puso de pie enojado.

—Yo nunca haría eso, y lo sabes, solo estaba mirándote, tratando de leerte —trató de defenderse Tony.

A La Deriva. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora