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No podía pensar claramente debido a las píldoras que había ingerido previamente, para precisamente dejar pensar todo muy a detalle, porque no tenía que ser un genio para darse cuenta de que su vida era una absoluta mierda, lo único que le daban cierto sentido a su sólo y frustrante camino eran las estupidas drogas, el alcohol y su único amigo.

Estaba en su pequeña cama chirriante, en lo alto de la litera, escuchaba el montón de jadeos y gemidos incomprensibles y el sonido de una fuerte y salvaje penetración, pero poco a poco empezaba a volar, las píldoras hacían efecto, no estaba allí, en esa pocilga, no era Peter Parker, era una persona feliz, con una linda familia amorosa y con un hermoso novio que lo amaba, y... no era un dador de placer a cambio de dinero, tenía dignidad. ¡Qué hermosa epifanía!

Los alaridos de Harley se escuchaban cada vez más lejos y el techo maltratado se abría a su paso, Peter volaba por los cielos estrellados y huía de ese asqueroso lugar, era libre de esa bola de repugnantes seres humanos, un par de risas acompañaron su alucinación hasta que el hombre de abajo acabó de penetrar a su amigo y Peter se quedó dormido, a decir verdad, noqueado.

Casi doce horas después despertó, le dolía el estómago al igual que las sienes, tenía hambre y quería que todos –Harley– guardasen silencio a como diera lugar, más sin embargo debió comunicarselo de antemano a Harley, porque el joven –a pesar de todo– era un parlanchín, como él mismo mucho antes.

—¡Peter! —le chilló el rubio a Peter.

—Calla, Harley —siseó Peter—. Está que me explota la cabeza.

—Lo siento, ¿estás bien? —a pesar de las horribles circunstancias en las que se encontraban eran amigos, muchas de las veces Peter admiraba de gran manera aquel joven rubio que parecía que no le afectasen que cada dos horas un miembro se lo follara sin pudor.

—Sí, es solo que tengo un dolor increíble, no te preocupes tomaré algo —aseguró mientras se disponía a bajar de la litera, de un hábil salto aterrizó en el suelo.

—Solo no te excedas —le mencionó Harley, porque era imposible que el rubio no viese lo que Peter hacía, y no le gustaba que lo hiciera, que su único amigo se metiera en ese mundo de destrucción era devastador, pero no podía decir algo, no lo culpaba, Peter ha sufrido demasiado.

Peter hizo como sí sus orejas no hubiesen escuchado aquella advertencia –si es que podía llamarle así–.

—¿Trajiste a un cliente a casa? —preguntó Peter recordando el hecho de los gemidos que le acompañaron en su velada.

—Sí —admitió Harley desanimado—. Hammer me dijo que lo trajera acá porque el bar no estuvo funcionando anoche.

Peter estaba disgustado, como sí le gustase llevar a conocidos a su casa, a aquel cuarto maltratado casi sin espacio.

—Bien, no te preocupes —dijo Peter con una sonrisa amable, porque a pesar de que son casi de la misma edad, Peter tenía más tiempo allí y debía ser él el maduro y ayudar a Harley—. Sólo cambia las sabanas y pon las limpias, mete esas a la lavadora.

Con el poco dinero que podía juntar, pudieron hacerse de algunas cosas en aquella casa casi deplorable, algunos sofás de segunda mano los cuales con aguja en mano repararon y taparon con cobertores, un televisión pasado de época para ver caricaturas o incluso las noticias, un mini refrigerador y la lavadora.
Lo siguiente en la lista eran camas nuevas. Pero considerando el hecho de que el maldito de Hammer les estaba quitando más del dinero que ganaban, no iban a lograrlo tan fácilmente.

—Claro —dijo Harley feliz, saliendo a toda marcha con las sábanas sucias en mano.

Peter salió a la cocina para tomar una simple píldora, o quizá tres o cuatro. ¿Acaso el número importaba?

A La Deriva. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora