12.

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Por suerte para todos, Peter estaba mejor, después de casi una semana en el hospital el doctor le había dado de alta.

Sonreía mientras que por dentro no quisiera que aquel auto llegase a su casa, a esa pedazo de mierda llamado casa.
Podía decirle a Tony que no quería ir allí y que se lo llevara muy lejos, pero no iba a hacerlo. Volver a casa significaba volver otra vez a su vida normal, a su trabajo otra vez, no quería volver, menos aun sabiendo que lo harían trabajar más después de todo el tiempo que estuvo postrado en esa suave cama de hospital. Huir parecía tan tentador.

El sol brillaba de manera alegre, como queriendo contagiar de esa misma alegría a todo el mundo, sin embargo Peter sentía que ni siquiera el sol brillante o el celeste cielo podría hacer que se sintiera bien, sentía náuseas y se sentía mareado, quizá por la idea de regresar a su vida normal, o porque estaba deshidratado. Sabía también que por momentos Tony lo miraba, quizá con lástima para luego girar y seguir conduciendo.

Tony por su parte había estado llegando toda la semana al hospital, llevando consigo rosas para adornar la fría habitación de Peter. Fue increíble el miedo que sintió cuando creyó que la vida de Peter llegaría a su final, y es que a pesar de que no se conocían de años ya sentía mucho aprecio por él. Sentía la latente necesidad de cuidarlo, quizá como un padre o como algo más. Nunca fue alguien enamoradizo o muy cariñoso, pero Peter fue quien marcó esa diferencia, o solo era él, Peter Parker quien causaba eso en él. Para ser sincero consigo mismo, Tony se sintió horrible por hacerse pasar por el padre de Peter pero no tenía otra alternativa, si hubiese dicho que era un amigo jamás iban a dejarlo dormir a su lado en las noches. Porque Harley debía trabajar y no podía dejarlo solo. Después de que Peter se durmiera mientras le tenía tomado de la mano, Tony se levantaba y se acostaba en el pequeño sofá. Peter era un pequeño Ángel, un lucero en cielo.

—¿Estás seguro que estás bien? Pudiste quedarte más tiempo —después de tanto silencio por parte de los tres, al fin Tony acabó con aquel agobio.

Peter no despegó su mirada de la ventana, el aire le devolvía un poco de tranquilidad, lo hacia sentir vivo.

—Seguro, no soporto al señor de mi lado, ronca demasiado y además creo que si me dieron de alta no podía quedarme —dijo Peter, aún sin girar, por alguna razón creía que si no hacía movimiento alguno jamás iba a pasar el tiempo. Pero el auto seguía en marcha, no se detenía.

—Es mejor, en casa puedo cuidarte mejor —intervino también Harley, quién iba en los asientos traseros.

Tony apretó el volante, jamás nadie iba a cuidar a Peter como él. Estaba seguro que Harley no sabia que a Peter le gustaba que le sobaran la mano y el cabello para poder dormir, porque eso solo se lo había dicho a Tony. Estaba seguro que Harley no podría darle masaje a sus pies como él mismo, estaba tan seguro que nadie jamás cuidaría de Peter como él, sin embargo no quería parecer un maníaco. Harley si podía.

Peter se sentía avergonzado, porque Tony vería al fin en el cuchitril en el cual vivían, no había manera alguna en la cual no iba a sentirse tan poca cosa. Sabía también que Tony no diría nada pero no dejaba de avergonzarlo.

—Estás bien que es lo que realmente importa ahora —repitió Harley desde atrás. Tony no dijo nada al respecto y siguió conduciendo, Peter tenía los ojos cerrados mientras dejaba que el aire le chocara contra el rostro. ¿Realmente quería estar bien, o lo único que estaba buscando era su muerte?

—¿Quieres ir a comer algo antes de ir a tu casa? —le preguntó Tony al somnoliento Peter.

—No, gracias, Tony. Estoy bien así —tenía náuseas.

Tony asintió, supo que no debía hablar de más y siguió el camino a casa con las instrucciones de Harley de fondo de como llegar hasta ella.

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A La Deriva. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora