5.

672 79 10
                                    

Tony pasó saliva y miró por el retrovisor por enésima vez, y nada, Peter no salía de esa puerta desgastada, puso las manos en el volante y estuvo a punto de arrancar, pero no lo hizo, quizá solo estaba exagerando, eran las doce con tres minutos; quizá solo había tardado de más vistiéndose o algún hombre lo había lastimado o peor aún, lo había asesinado.

Tony era un paranoico y lo sabía, era consciente de ello, siempre, después de visualizar un posible asesinato a sangre fría, lo analizaba y en retrospectiva notaba que todo habia sido una total estupidez, en el momento parecía ser la única respuesta sin dudas o titubeos.
Ahí estaba, pensando que quizá Peter estaba tirado en suelo, desnudo y sangrando, sus manos heladas apretaron el cuero del volante y apretó los dientes.

Entonces escuchó como una puerta se abrió, y rápidamente revisó otra vez al callejón oscuro y extrañamente terrorífico, y ahí venía, con una sonrisa débil en el rostro cuando vio el auto negro que Tony le describió. Caminaba con suaves y limitadas zancadas, a Tony le dolió saber porqué caminaba de esa manera, y suspiró, salió del auto a su encuentro para ayudarle con la mochila.

—Hola —le sonrío Tony—. Dejame ayudarte.

Le tomó el bolso y lo metió a los asientos traseros, Peter estaba un poco cohibido.

—Gracias.

—Ya, entra, vamos.

Quizá aquellas palabras se interpretarian demandantes, fijadas cómo una orden sin miramientos. Pero no, Peter sintió que por primera vez en mucho tiempo, no le estaban ordenando que hiciese algo, se lo estaban pidiendo, y fue extraño, a decir verdad.

Ambos entraron al mismo tiempo, y Tony volteó a verlo con cuidado, como sí con solo verlo fuese a dañarlo, como si fuese de un cristal caro, como si no fuese un maldito prostituto.

—¿Estás bien? —preguntó Tony, ya que Peter estaba extraño, un poco avergonzado quizá y con nervios, pero Tony solo quería cuidarlo.

—Sí —aseguró el castaño—. Es solo que es algo extraño, nunca había salido con un cliente.

Tony volteo su cuerpo por completo y Peter se sentía más que avergonzado, a pesar de las horas que había estado a solas con él se sentía tímido a su atenta y fija mirada, sentía que aquellas pupilas avellanas iban a juzgarle, no soportaba el contacto visual y miró al frente. La poca cantidad de cocaína que había inhalado parecía no hacer efecto, eso le pasaba por gastarsela de una sola olfateada. Aunque a decir verdad, no estaba arrepentido, y empezaba a sudar.

—Yo no soy un cliente, no obtuve tus servicios, soy tu amigo, ¿recuerdas? —le aclaró Tony de la manera más apacible que pudo.

Peter sonrió, era cierto, aunque para ser sinceros, Peter se sentía un poco atado, es decir lo salvó ya en dos ocasiones, y se sentía en la necesidad de estar con él, por eso aceptó la invitación. No era porque Tony era atractivo.

—Cierto.

—No tienes que estar así, no te haré daño ni voy a forzarte a que hagas algo sino quieres, ese no es mi estilo —sonrió—. Solamente quiero beber y hablar un rato, ¿te parece bien? Porque sino quieres puedo dejarte en tu casa o...

Peter rió.

—¿Qué? —alzó las cejas.

—Eres muy hablador —elogió Peter—. Pero no tienes que explicarme todo, yo acepté y está bien, vamos.

Definitivamente no había aceptado por la magnífica sensación de seguridad que sentía junto al mayor. Nada que ver.

—Bien vamos —dijo Tony y emprendieron hacia algún lugar recóndito.

A La Deriva. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora