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La sensación de que todo estaba y estaría bien era totalmente genial y gratificante, físicamente no estaba allí, dentro de esas malolientes y oscuras cuatro paredes, todo se distorsionaba a sus ojos y tenía plasmada una sonrisa en el rostro, Peter no se sentía atrapado, y todo estaba relativamente bien, todo estaba excelente.
Sus manos al moverlas se distorsionaban de un modo gracioso y las risas se escapaban casi involuntariamente.

Por suerte la droga que inyectó en su antebrazo atacaba su sistema rápidamente, ni siquiera habían subido al taxi y aquella sensación eufórica ya había aparecido, le dolía saber que era feliz únicamente drogado pero daba igual, no iba a abstenerse de alto tan maravilloso como el hecho de saber que estás bien, que aquella estupida esfera flotante llamada tierra, no era una mierda del todo, joder, quería eso.

Sabía también que estaba mal, sabía que a Harley no le gustaba y que debía ser el ejemplo, pero no podía hacer algo al respecto, quería tener esa maldita sensación de tranquilidad sin importar las consecuencias.

Dos hombres habían llegado ya para sus servicios y el bar aún no había abierto sus puertas, pero no estuvo tan mal, incluso estuvo bien, por supuesto que el placer que sintió con las estocadas rudas y estupidas fue casi nulo comparado con la sensación que lo que corría por sus venas le daba.
Sonrió a pesar de que lo penetraran varias veces y besó con ímpetu al hombre que lo follaba; como si lo amara, como si fuese su esposo después de un día ajetreado, como si lo amara... y eso estaba bien.

El dolor también era omitido por aquella sustancia, no se sentía asqueroso y de corazón esperaba –con la poca cordura que tenía– que aquella sensación perdurará hasta que el bar cerrara, no quería estar sobrio, no lo estaba, y por si el efecto no duraba lo suficiente, unas píldoras yacían en los bolsillos de sus jeans, estaba harto, las drogas eran la mejor salida, la salida de emergencia. Un salvavidas en el mar.

—¿Estás drogado? —preguntó el hombre que acababa de correrse en su interior.

—No —dijo Peter sonriendo.

El hombre sonrió de igual manera y salió de ahí, y se quedó solo, como siempre. Aunque no por mucho, porque la puerta se abrió nuevamente cuando ya se había limpiado, y todo comenzaba de nuevo.

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Tony estaba en su cama, miraba por la ventana de su lado, movía los pies y sentía una inestabilidad increíble, se sentía jodido y solo, nauseabundo de su nostalgia.

El cielo era celeste y algunas nubes blancas eran divisibles en el cielo; y cuando bajó la mirada notó como los vecinos llegaban a casa en un auto, una camioneta roja, mientras reían de alguna cosa que dijeron o hicieron, eran tres personas las que conformaban aquella familia.

El pequeño de gorra verde con el helado de vainilla, la esposa que lucía impecable y hermosa, y finalmente el hombre de la casa, el monarca, el esposo, un hombre bien parecido alto y sonriente.
Sonrió de manera irónica, ¿cómo podía conseguir todo eso? Quizá ser gay influía mucho en su vida pero daba igual, no podía hacer algo para cambiar su sexualidad, no iba a amarrar a una mujer que no amaba solo por tener ese estupido sueño. Pero esperaba encontrar a un buen hombre.

Se pasó las manos en la cara y suspiró, se levantó y caminó al baño, debía ducharse e ir al trabajo.

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—¿Qué les parece salir hoy? —les anunció el rubio.

Tony lo miró y ladeó la cabeza, mientras que Bucky no dijo nada al respecto.

A La Deriva. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora