4. Cabello de fuego

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Sentía un dolor insoportable en mis pies y estaba cansada de andar

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Sentía un dolor insoportable en mis pies y estaba cansada de andar. Durante todo el camino, había tenido tiempo para pensar acerca de muchas cosas y repetir una y otra vez todo lo que acababa de suceder. 

Llevaba en una mano todo mi equipaje que obligaba a mi espalda a encorvarse por el peso. De vez en cuando un carruaje pasaba por el camino y las personas sentados en él me miraban con ojos acusadores. ¿Acaso era un delito caminar? ¿O les molestaba el barro en mi vestido? Probablemente para todos aquellos desgraciados serían las dos cosas. 

Pero en esos momentos, mi mente estaba en otro sitio. No podía evitar preguntarme si vería a mi familia en alguna otra ocasión. Ni siquiera sabía si conseguiría el trabajo, aunque era lo que más deseaba. Si así era, Mike me había prometido venir a visitarme y yo no podía estar más agradecida. Era la primera vez que me alejaba tanto de casa y estaba verdaderamente asustada. 

El camino era demasiado silencio. Tan silencioso que me dio la sensación de que mi cabeza iba a estallar. Preferí mil veces más las alborotadas y descontroladas cenas de cada noche. Nunca consideraría esta mansión como mi casa, aunque pasara en ella toda mi eternidad. 

No les dije a mis padres que sabía sobre su sucio secreto. En un principio tenía pensado hacerlo, pero la mirada de advertencia de mi querido Michael hizo que sellara mis labios. Aunque no permanentemente.

-Será una buena oportunidad para ti, pequeña Julie. Aprenderás mucho aunque luego no te dediques al arte de dar de comer a los cerdos. - me dijo mi padre, giñándome el ojo de una forma muy sutil. 

-¡Bernard! Julie, no puedes dedicarte a ser granjera. - concluyó mi madre con ansias de abandonar la habitación. 

-¿Por qué? - quise saber con inocencia. 

-¡Porque eres una mujer! - estalló. - ¿Crees que un hombre de alto rango estará interesado en una granjera? 

-¿Qué más da a lo que me dedique? 

-Julie, a veces pienso que eres incapaz de entender como funciona el matrimonio. 

-Lo comprendo perfectamente, madre. Pero no me parece justo. 

Mi madre tomó una larga respiración para calmarse y con una tranquilidad que pocas veces lograba conseguir replicó:

-No tenemos opción. 

Mi padre, bastante incómodo, se excusó de la habitación para dejarnos solas y yo sentí que el único que me protegía me estaba abandonando al igual que se abandona a un bebé en la cuneta de la carretera. 

-Madre, no quiero dedicarme a ser granjera. - mentí con facilidad -. Pero trabajar para un rico inmediatamente me aproxima a sus conexiones. Y entonces...

-Conocerás a hombres ricos. - terminó por mi. 

Asentí, sabiendo que acababa de soltar una sarta de mentiras. Después de aquella conversación, mi madre se mostró más abierta ante la idea de irme a trabajar y ciertamente mucho más complacida. 

Miel de una mujer ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora