Me senté en la mesa para comer, agradecida de que la señora White me hubiera dejado permanecer en la misma sala que los demás. No acababa de entender la razón de sus palabras amables hacia mi y por qué me dejaba participar en absolutamente todo teniendo en cuenta que yo trabajaba para ella.
Quizás vio en mi el reflejo de ella misma (aunque rezo para que así no fuera) o puede que simplemente le gustara.
Miré mi plato con detenimiento.
Era un delicioso pollo al horno para todos acompañado de verduras que Martha plantaba en la parte trasera de la casa. Sin duda, su olor hizo que cogiera el tenedor y lo clavara impaciente por empezar a comer.
Claudette carraspeó su garganta y levanté mi mirada hacia ella. En su rostro se posaba una mirada de advertencia y recuperé mi compostura, observando mi alrededor para ver si había llamado la atención.
Recordé donde estaba. En una casa de ricos, donde no podía clavar el tenedor como si quisiera hacer sangrar a la comida.
Por suerte, nadie se dio cuenta de mis infantiles y maleducados movimientos. Por no decir, un tanto bruscos.
La señora White cruzó sus manos y empezó a susurrar en voz baja. Claudette y Rudy copiaron sus movimientos, pero yo apenas entendía lo que estaban haciendo. Crucé mis manos, imitando sus movimientos y quedé en silencio, esperando pasar desapercibida una vez más.
-¿No sabe usted rezar? - me preguntó Rudy.
Su voz sonó demasiado alta en contraste con aquel agradable silencio.
-¿Qué le hace pensar esa ridiculez? - respondí, escondiendo mis manos por debajo de la mesa cuando empezaron a temblar.
-Estabas cantando una canción en vez de darle las gracias a Dios por esta deliciosa comida. - me exponió de una forma humillante.
-Puede ser que nunca me hayan enseñado a rezar en mi casa... - murmuré, jugando esta vez con la cuchara en vez de estar escondiendo mis manos.
-¿Tu casa estaba llena de salvajes? - quiso saber la señora White, horrorizada ante lo que acababa de escuchar.
-Esa es una forma de decirlo...
Claudette volvió a carraspear su garganta y con su dulce voz, dijo:
-Esta comida seguro que estará deliciosa. Martha tiene un talento para cocinar...
Dejé escapar un suspiro de alivio, y intenté agradecer a Claudette con la mirada aunque cuando me observaba, lo hacía durante unos segundos y volvía a proseguir con su charla con Rudy.
La señora White tenía su mirada posada en ellos y finalmente, habló después de permanecer durante tanto tiempo con sus labios sellados.
-Claudette, ¿acaso olvidaste las reglas?
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Miel de una mujer ✓
Ficción históricaEl invierno de 1850 fue uno de los más crudos para la joven Claudette. Su madre, víctima de una grave enfermedad se rindió ante la muerte y la Tía Emily accedió a darle cobijo en su casa. Claudette empieza a reconstruir su vida en casa de su tía, pe...